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¿Cuti Romero es un nuevo Káiser? Semejanzas y derrapes que lo ligan a uno de los mejores defensores de la historia
El planchazo del central del Tottenham a Enzo Fernández, un sello de los jugadores recios y al límite
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“¿Te animás pibe? Tenés que marcarlo a Mané Ponce”. El vozarrón de Néstor Pipo Rossi y la pregunta directa luego del último entrenamiento en Mar del Plata no achicó al Gaucho de Chacabuco y proveniente de Sarmiento, de Junín. Tenía 20 años y era su debut oficial en la primera de River. Nada menos que en un superclásico, en el viejo estadio General San Martín, a escasos metros de la entrada de la ruta 2. “Pero claro, pongamé, ni lo dude”, fue la respuesta tajante, convincente, que escuchó el entrenador, que curiosamente debutaba también en reemplazo del brasileño Delem. “Jugás de 3. No lo tenés que dejar mover. Apretalo contra la raya y tratá de anticiparlo siempre. Mirá que Mané es peligroso”. El chico asintió. Al día siguiente, 23 de enero del 74, River y Boca igualaban sin goles en uno de los partidos tradicionales de los Torneos de Verano, que se realizaban coincidentemente con las pretemporadas en la costa. Y Ramón Ponce, un wing experimentado, pícaro y goleador, había conocido de primera mano a Daniel Alberto Passarella. Que le dio algún sacudón de bautismo.
Con el tiempo, Passarella se transformó en El Káiser. Pasó de controlar la banda izquierda a segundo central. César Luis Menotti, técnico del seleccionado, lo tenía bajo la mira. De hecho, jugó el torneo Esperanzas de Toulón que ganó la Argentina en 1975. Líder del River de Ángel Labruna. Líder de la selección del César que se consagraría en el Mundial 1978, el primer título en una Copa del Mundo para nuestra selección y con él como capitán, a los 25 años. ¿Patriota? Nació un 25 de mayo.
¿Qué tenía de especial el Passarella-jugador, mucho antes de que experimentara como entrenador y luego como dirigente? Diestro de nacimiento, de chico se hizo zurdo a la fuerza, luego de una fractura. Con el yeso a cuestas, no dejó de pegarle a la pelota contra la pared, pero con la pierna izquierda, y cuando todo volvió a la normalidad, terminó descubriendo que se sentía mucho más cómodo con ese perfil. Cuando la gente descubrió al ascendente jugador, Passarella ya era zurdo-zurdo.
Más allá de esa cuestión anecdótica, era un defensor que tenía todas las facultades: ubicación, velocidad, timing, salto, cabezazo, precisión en el remate, potencia. Eso, en lo técnico-físico. Después, le sumaba voz de mando y carácter. Le encantaba lucir la cinta de capitán: se sentía más fuerte. Y después, era un tipo recio. Muchas veces, en el límite de lo permitido. De los que le hacían sentir el rigor al delantero adversario. Sea cual fuere. Sin importarle, por ejemplo, si era compañero en el seleccionado. Y un detalle: a la hora de pegar, pegaba de local, de visitante, en Núñez, en Europa, en un torneo local o en un Mundial. El rival que iba al cruce con Passarella sabía perfectamente a qué podía atenerse.
Los memoriosos del fútbol acopiarán muchos nombres ilustres de defensores centrales argentinos, entre ellos al Mariscal Roberto Perfumo, al Hacha Brava Rubén Navarro, al Coco Alfio Basile, y más recientemente, al Cabezón Oscar Ruggeri. Pero Passarella les sacaba ventajas a la mayoría porque, además de las características propias del defensor, era goleador: de cabeza, de penal, de tiro libre o de media distancia. Una zurda picante, un salto de voleibolista para potenciar su estatura estándar (1,73m) y un cabezazo de ambos parietales que fue un sello de las áreas. Quizá sobresaliendo más en ataque.
Romero, como Passarella, está al límite de lo permitido y/o razonable. Con una diferencia sustancial: son tiempos en los que el fair play es más riguroso y hay ayuda tecnológica para sancionar. El Káiser podía escabullirse más fácilmente de una tarjeta que Cuti y era más solapado para golpear.
Cristian Gabriel Romero (1,85m) fue campeón mundial a los 24. El defensor central que estaba esperando el fútbol argentino desde los tiempos de Ruggeri. El hombre dotado técnicamente para no comerse los amagues de los delanteros rivales, el capataz del área capaz de ponerle freno a los depredadores del gol como Kylian Mbappé o Erling Haaland. El jugador recio que deja el pie más de la cuenta en un cruce y que muchas veces, como Passarella, está al límite de lo permitido y/o razonable. Con una diferencia sustancial: son, los actuales, tiempos en los que el fair play es más riguroso, hay ayuda tecnológica para sancionar y los atacantes cuentan con un mayor respaldo reglamentario. Passarella podía escabullirse más fácilmente de una tarjeta que Cuti y era más solapado para golpear. Delanteros experimentados lo encaraban y de pronto caían tomándose el pecho: el “cortito” casi imperceptible del Káiser solía dejarlos sin aire.
La TV nos permitió seguir la carrera del cordobés, de 25 años, con mayor frecuencia que la experiencia europea de Passarella, que anduvo por Fiorentina y por Internazionale, convirtiéndose en sus tiempos en el defensor extranjero más goleador del Calcio, todo un mérito. Y más de una vez nos hemos preguntado si Romero no se excede en sus brusquedades. De hecho, si se repasa finamente la final de Qatar 2022, hasta queda la sensación de que esa vez tuvo ciertas “licencias” para jugar “a lo Cuti”.
Discusiones con los referís, prepoteadas a los adversarios, festejos desmedidos de goles (a Mbappé) o de aciertos defensivos (ante el ecuatoriano Enner Valencia en el Monumental) o de errores rivales (al peruano Yoshimar Yotún al fallar un penal); más barridas en campo rival en los que se lleva la pelota y la pierna ajena y pases de pecho a los compañeros. Se lo vio en Europa, en las eliminatorias, en los amistosos, Copa América o Mundiales. Incluso, hubo partidos en los que el público terminó coreando su nombre. ¿Lo más parecido a Passarella? En muchos sentidos, sí. Los separa, de forma notoria, el estatus alcanzado por el Kaíser y su capacidad goleadora.
Llamó la atención lo sucedido en las últimas horas en el partido por la Premier League entre Tottenham Hotspur, el equipo de Cuti, y Chelsea, donde juega Enzo Fernández, ex River y campeón mundial como él en Qatar. Compañero del seleccionado y del plantel en los próximos encuentros por las eliminatorias para el Mundial 2026, frente a Uruguay (16-11) y Brasil (21-11), probablemente la serie más esperada por todos. El planchazo de Cuti a Enzo Fernández en el tobillo izquierdo, además de ser temerario, derivó en penal y expulsión, y pudo haber lesionado severamente al volante. Que de hecho fue reemplazado en el segundo tiempo, aunque por un leve esguince en el otro tobillo (derecho), y felizmente no tiene nada roto. ¿Era necesario semejante grado de vehemencia? ¿No lo reconoció o sabía perfectamente quién era, pero se impone la ley de “Acá está Cuti”? He-Man, como lo bautizó Lionel Scaloni con una sonrisa, luego de un partido de la selección.
El planchazo de Cuti a Enzo Fernández
😳🇦🇷 El PENAL a Enzo y la EXPULSIÓN para el Cuti Romero en Tottenham-Chelsea.pic.twitter.com/aS6De3CrDz
— Sudanalytics (@sudanalytics_) November 6, 2023
Siendo compañeros de la selección, y jugando Passarella en River y Diego Maradona en Boca, el Káiser lo levantó dos o tres veces por el aire, innecesariamente. Cierto: eran superclásicos. Pero por las características de las jugadas, con un abrazo o un pechazo, cortaba la jugada igual y anulaba los ataques xeneizes. Quedaba la sensación de que si no imponía la “ley del Káser”, no valía. Casi como si fuese un sello marketinero más destinado para la tribuna que otra cosa. ¿Otro apunte? Passarella iba a Wembley en un Argentina-Inglaterra y también lo revoleaba a Kevin Keegan, el astro del conjunto inglés en los años setenta. Como Cuti lo haría con Mbappé en el Stade de France o con Neymar en el Maracaná. En eso no hay concesiones de cartelería.
El planchazo del Káiser a Batista en España 82
Al día de hoy, Cuti Romero acumula 7 expulsiones en su carrera: 3 en Italia (con Atalanta) y las 4 restantes en Tottenham, club al que llegó en la temporada 2021-2022, más algunas en juveniles. Por el planchazo a Enzo Fernández recibió tres fechas de suspensión, de acuerdo con las reglas de la Premier sobre el castigo para las rojas directas. El Káiser totalizó 10 en su carrera, durante 16 temporadas. ¿Goles? Romero lleva 9 contra los 175 de Passarella. Que, además, es doble campeón mundial con la selección: también se consagró en México 86, uno de los momentos más amargos de su trayectoria, ya que no pudo jugar, afectado por un virus primero y lesionado después. Y sospechas varias nunca esclarecidas.
Modificar un estilo de juego a esta altura de su carrera pareciera complejo para Romero. De hecho, Passarella no lo modificó. Sabía, sí, manejar los tiempos en cuanto a medir qué tipo de acción lo ponía al borde de la tarjeta roja, aunque a veces no lo controlaba y lo pagaba. En todo caso, lo que Cuti Romero debiera regular es su propio límite. No dejarse llevar por el personaje. La gente ya sabe que no le escatima a la pierna fuerte y que no se borra en las bravas. Del mismo modo que sabe que, de no mediar imponderables, tiene central para un par de Mundiales más. En su propio criterio y en los sanos consejos de quienes lo rodean y trabajan con él, estará evitar quedar marcado y expuesto a tarjetazos por costumbre. Y echar un vistazo, de paso, si el que viene de frente a disputar la pelota no es un compañero de selección (por las dudas...).
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