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“Cuerpos que (no) importan”, un libro que abre un asunto cerrado: las masculinidades en el fútbol
Escrito por Rafael Crocinelli, la obra indaga en aspectos poco explorados y tabúes del deporte a partir de sus propias experiencias
- 17 minutos de lectura'
“Lo personal es político” es una frase que se volvió un lema resurgido en pancartas, cuerpos, cantos y carteles de las marchas #8M y #9M nació a fines de 1960 desde el Women´s Liberation Movement (Movimiento de Liberación de la Mujer), no solo atañe al colectivo femenino, sino también al masculino.
Rafael Crocinelli fue futbolista en Sarmiento de Junín y en Everton de La Plata, ambos en la provincia de Buenos Aires. Además es licenciado en comunicación social de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Es a partir de su historia de vida que escribió el libro “Cuerpos que [no] importan”, de editorial platense “Malisia”. En él entrevista a jugadores amateurs y profesionales y entrenadores de fútbol. Con esos testimonios y sus vivencias analiza la constitución de la masculinidad hegemónica en los participantes de ese deporte. También, describe el biotipo de jugador que se busca en el fútbol argentino. El libro, que recibió el apoyo económico del Ministerio de Cultura de la Nación, se puede conseguir a través de sus redes sociales. Aquí, un extracto de uno de sus capítulos.
Biotipo
Si bien no es posible encontrar un momento justo para señalar el inicio de la realización de este libro ya que es producto de un considerable recorrido como futbolista e investigador, lo que sí puedo reconocer es, en este capítulo, como uno de los momentos fundacionales de todo el trabajo. El tener contacto con el concepto de biotipo posibilitó hallar la denominación para la lógica de un sistema que selecciona quiénes puedan formar parte de él.
La gran mayoría de futbolistas que se inician en el fútbol amateur y portan con el sueño de ser profesionales, de vivir de la práctica deportiva, no puede concretarlo. Precisamente es un 97 % de jugadores pertenecientes al sistema los que no “llegan” a jugar en un nivel profesional. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), de los futbolistas que inician en 9° división tan sólo entre el 2 y 3 % llegan a firmar contrato profesional.
En tal sentido, fue durante mi experiencia en Sarmiento de Junín cuando un entrenador que tuve, a la edad de quince años, nos fue claro y sintético al decirnos: “El fútbol profesional es una pirámide, en la que muchos son los que se inician (por ello la base ancha) y tan solo uno llega” (culminando su sentencia acompañado del movimiento de su mano).
Tres años después de aquel momento, cuando comenzaba el 2013 e iniciaba mi última pretemporada como jugador amateur – ya que estaba pronto a firmar mi primer contrato como profesional -me citó uno de los coordinadores de fútbol juvenil para conversar acerca de mi futuro deportivo. “Te vamos a dar a préstamo a algún club hasta fin de año. Conocemos a tu papá, si crecés y alcanzás la altura de él, firmás contrato. Te esperamos hasta diciembre”, fueron las palabras de aquel entrenador, ubicando en mí y en mi genética familiar, la determinación de lo que ocurriría más adelante. La altura nunca llegó, como así tampoco la instancia de volverme profesional.
A lo que se estaba haciendo alusión a través de las experiencias narradas es a la forma en que opera el concepto biotipo, sin catalogarlo como tal todavía: la metáfora de la “pirámide” tiene su correlato en la estadística del INDEC, y el valor genético y corporal depositado por el entrenador en el cuerpo que importa y que debe cumplir con características específicas.
Conocida es la historia de vida de Lionel Messi, quien tuvo que someterse a una serie de métodos médicos, basados en hormonas de crecimiento, para incrementar su tamaño físico. En tal sentido, vale compartir el siguiente fragmento por el exjugador y formador de futbolistas del Barcelona, el español Laureano Ruíz, en una entrevista con el diario Olé (2014):
Hace 40 años, Xavi, Iniesta y Messi no habrían jugado en la Primera del Barsa. Los técnicos lo consideraban inviable. Cuando yo fichaba a un juvenil de pequeña estatura, venían a decirme: “Laureano, los equipos juveniles están para formar futbolistas para el primer equipo, y éstos jamás llegarán allí”. Yo les preguntaba “¿por qué?”. La respuesta era: “Porque en Primera División todos los futbolistas son altos y fuertes”. Por este motivo estos grandísimos futbolistas que menciono no hubieran jugado entonces en la Primera del Barsa. Cuando llegué al Barcelona fui al despacho de los técnicos y en la puerta había un cartel –que hice desaparecer-, que decía: “Si vienes a ofrecerme un juvenil que mide menos de 1.80 metro, date la vuelta”.
Lo que se abordará y desarrollará en este capítulo es poner en palabras y dotar de sentido la forma de actuar de este concepto, que me tocó vivenciar en primera persona al igual que a ese 97% que no consiguió firmar contrato como profesional: que creció formando parte de la industria del fútbol, adquiriendo las mismas lógicas de intangibilidad y los correspondientes valores que codifican esta subjetividad, para tratar de ir desentramando este concepto.
No fue hasta la redacción de este libro y el hecho de relacionarme con futbolistas formados en Estudiantes de La Plata cuando tuve contacto con este término, el cual conlleva a reconocer y adaptarse a un discurso político que se (re)produce desde la institución. En tal sentido, tanto los cuerpos técnicos como los futbolistas, al momento de referirse al modelo de jugador que pretenden formar deportivamente se refieren a la palabra “biotipo”.
Leandro Cortizo y Sergio Vizcaíno son entrenadores de arqueros en Estudiantes, abocándose al equipo de Primera división y coordinación de las categorías infanto-juveniles, el primero, y al área de fútbol femenino el segundo. Estos dos entrenadores publicaron un artículo en el que analizan y comparan los diversos biotipos existentes, en el puesto de los arqueros a nivel internacional. En este sentido, vale compartir la definición que emplean al respecto:
El término biotipo proviene de la biología y describe la forma típica de un animal o planta que puede considerarse modelo de su especie, variedad o raza. Aplicado al deporte refiere al conjunto de características morfológicas y fisiológicas del ser humano representativas de un deporte. En un sentido más estricto se puede aplicar a un puesto específico en cada disciplina (Cortizo & Vizcaíno, 2018: 2).
Estudiantes ha adoptado esta forma de nombrar a los cuerpos físicos de sus futbolistas bajo el término biotipo, que vendría a constituirse como el “modelo perfecto” a seguir. Si bien es un concepto propio de las Ciencias Naturales, ha sido replicado y adecuado desde diferentes espacios, siendo el deporte uno de ellos.
Vale diferenciarlo del concepto prototipo, el cual hace referencia a un modelo de prueba sobre determinado hecho o elemento hasta llegar a lo esperado.
Por ello, extendiendo este análisis, podemos afirmar que, para cada posición, hay un biotipo particular. No será lo mismo desarrollar las destrezas que se esperan encontrar en un arquero que en un defensor o delantero. A distintas “posiciones”, distintas características, distintos biotipos, distintos cuerpos legítimos, como analizaré más adelante.
(..) el club es el que buscar prefijar modelos corporales, sino que también es la historia de la institución la que influye en esta serie de decisiones. Al momento de comenzar con el trabajo de campo en 2019, el arquero del primer equipo era (y lo sigue siendo en el año 2021) Mariano Andújar, un jugador con un cuerpo esbelto y alto, mide 1,94 cm, y con una gran destreza técnica para desenvolverse dentro del área. Los centrales, presentan características similares a las del arquero, al ser altos y esbeltos, como Jonatan Schunke 1,91 cm y Leandro Desábato, 1,86 cm, donde la fortaleza de los mismos reside en el juego aéreo por su altura. El “cinco” era Rodrigo Braña, con un biotipo corporal más bajo -mide 1.68 cm- pero veloz para desplazarse en la mitad de la cancha, con gran resistencia aeróbica y capacidad de recuperar la posesión de la pelota. Por último, para finalizar con esta columna vertebral, el delantero Mariano Pavone que posee un porte considerable, al medir 1,85 cm, y una contextura menos esbelta, debido a la función de tener que recibir la pelota de espaldas y aguardar a que sus compañeros se sumen al ataque del equipo.
Salvo el caso de Braña, el resto de los mencionados son jugadores altos, en donde se van (re)significando las destrezas corporales en función del lugar que ocupen dentro del terreno de juego. Los jugadores que componen esta columna vertebral –una estructura táctico-simbólica- son aquellos que se ubican de manera vertical a los dos arcos de la cancha. Según el periodista y escritor Dante Panzeri: “la táctica es el arte que enseña a poner en orden las cosas […] La función principal es lograr una distribución tal de los futbolistas para lograr ocupar bien los diferentes espacios del campo de juego” (1967: 157). Los dos momentos en los cuales se observa con mayor claridad la disposición táctica es en el saque de mitad de cancha, que da inicio al partido o tras la reanudación de un gol.
(..) Todos los jugadores ubicados en la parte central de la cancha, arquero, defensores centrales, mediocampista central (lo que él denomina “cinco”) y el delantero central son los lugares a los que se le atribuía mayor importancia respecto al cuerpo físico. Estos jugadores fueron los encargados de disputar las pelotas aéreas que recorrían todo el centro de la cancha, siendo un lugar de definiciones deportivas al encontrarse los arcos allí. En cambio, la distribución del resto de los jugadores a lo largo de toda la cancha, es decir aquellos que no formaban parte de esta “columna vertebral”, no tenían la necesidad de presentar un cuerpo voluptuoso y sí eran legitimadas otras destrezas como especificaremos más adelante.
Sin embargo, es algo que está comenzando a resignificarse debido a los nuevos cambios que se están desarrollando en la dinámica del deporte, entre las que se encuentra las nuevas formas de entrenamiento, los sistemas de competencia y los planteamientos tácticos.
(..) En este sentido, reconocemos al cuerpo como el resultado de la aplicación de un sistema de clasificación social. En el caso de los hinchas o de los jugadores de rugby, el estilo corporal ideal objetivado es el del sujeto “gordo”, y entre nuestros interlocutores -futbolistas- cobra valor la altura, la delgadez y tonificación de los modelos corporales, materializándose a través del concepto biotipo.
De esta forma, se puede definir al biotipo como una estructura de orden biológico material que modela y articula las significaciones o en otras palabras, como una norma corporal.
(..) En función de la posición en donde se desempeñe el jugador podemos reconocer determinados rasgos y destrezas asociadas a la relación “fisonomía-puesto”, muy naturalizadas en el campo del fútbol y que van a operar sobre la legitimidad del cuerpo.
(..) Vale citar al periodista Nicolás Rotnitzky, quien en un reporte elaborado para Big Data Sports, detalló que durante los mercados de transferencias entre 2016 y 2019, el promedio de edad de ventas de Argentina directo a las cinco ligas top de Europa fue de 21,5 años. La media cambió según el campeonato: 23 años en Francia, 22,8 en España, 21,7 en Italia, 20,6 en Alemania y 19,5 en Inglaterra. Después de los 23 años, es difícil que un futbolista salte directamente desde la Argentina a Alemania, España, Francia, Inglaterra e Italia (las cinco ligas consideradas más atractivas a nivel local). La lógica es clara: la edad es un factor más que forma parte del producto (jugador) al momento de exportarlo.
En esta idea de producto –y retomando el caso de Javier- no pueden faltar los siguientes marcadores en el cuerpo legítimo del arquero: altura y delgadez (cuerpo); agilidad y velocidad (destrezas). La combinación de estos rasgos y destrezas da como resultado un cuerpo legítimo- y por ende vendible- para poder desempeñar la función de arquero.
(..) Generalmente, los jugadores que se desempeñan sobre el sector izquierdo de la cancha son futbolistas que presentan la característica en común de ser “zurdos”. Por ello, el marcador central que juegue de ese lado, el lateral, el/los volante(s), y los delanteros que recorran ese lateral de la cancha le darán un mayor uso a la pierna izquierda.
En la actualidad, si bien están comenzando a resignificarse los usos de los jugadores en las posiciones y las correspondientes tareas que deben cumplir en todo el campo de juego, la principal acción de un defensor es, como lo indica la raíz de la palabra, “defender”, siendo el quite, la recuperación o el rechazo de la pelota a zonas alejadas del arco propio sus principales funciones. Su objetivo es anular las jugadas que genere el rival para convertir un gol.
La importancia de la altura en los centrales está relacionada con las situaciones que puedan generarse a través del juego aéreo, con pelotazos frontales o centros desde los costados. En estas ocasiones los futbolistas deben “imponerse” utilizando sus cuerpos como materialidad para disputar la acción.
(..) Tras esta serie de gramáticas, puedo afirmar que lo asociado a la talla y destrezas es un tema recurrente entre los diversos interlocutores que terminan haciendo referencia a ella al momento de hacer definición de su posición.
En lo que respecta a las otras dos posiciones, es decir con los mediocampistas y delanteros, podemos afirmar que se valoran otros tipos de destrezas. Quienes se desempeñen en estos lugares, es decir, en la mitad del campo de juego o próximos al área rival, tendrán la tarea “creativa” del equipo para elaborar y terminar las situaciones que se generen con el fin de marcar un gol.
(..) En este sentido, la función que debe llevar a cabo el jugador “5” es una acción asociada a la fase defensiva, con la recuperación de la pelota y dar ese primer pase para marcar el cambio de defensa ataque por parte del equipo.
(..) En esta posición, a diferencia de lo que ocurre con los arqueros y defensores, el signo de la altura no es un factor determinante en los mediocampistas. Ejemplos, como el de Braña al inicio del capítulo, o este último, sobre Ascacibar, permiten constatar que los rasgos que se valoran en esta posición son otros, como la velocidad para recuperar la posición del balón e iniciar el ataque.
(..) La grandeza y la fortaleza en los jugadores encargados de la fase defensiva, la velocidad en los mediocampistas y la resolución/definición en los delanteros son los claros indicadores de los signos socialmente caracterizados y validados que se les atribuyen según la posición en que quieran desempeñarse y en base al cuerpo legítimo que se intenta lograr.
La talla, destrezas corporales, la fuerza y el biotipo son los rasgos que cobran una determinante importancia según las lógicas mercantiles capitalistas.
La abyección (del latín, ab-jectio) implica la acción de arrojar fuera, desechar, excluir y, por lo tanto, supone y produce un terreno de acción desde el cual establece la diferencia. En el caso de estos cuerpos, presentan la característica de no responder al biotipo hegemónico pretendido por la institución.
Son los cuerpos indeseables, los no-profesionales, los no-vendibles. Así, las futbolistas que no responden al cuerpo legítimo pasan a ser estigmatizados- como veremos en la próxima categoría-, discriminados y sancionados por su corporalidad, ya que son los cuerpos que no importan.
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Desde un análisis foucaultiano sobre el fútbol profesional, se puede observar que las limitaciones que constituyen la disciplina deportiva siempre conllevan la contradicción aparente entre la sumisión y el empoderamiento del cuerpo deportivo. Los jugadores se someten de manera voluntaria, por elección propia, a ser entrenados y disciplinados. La naturaleza “voluntaria” de la participación deportiva también contribuye a las limitaciones del poder de los cuerpos técnicos, ya que el deportista siempre tiene la opción de dejar la actividad, en muchos casos de cambiar de equipo o en algunos de llevar a cabo una escena entre sus compañeros para reemplazar al entrenador.
El disciplinamiento es aceptado y hasta deseado por los jugadores de fútbol.
(..) A través del diálogo en off con un preparador físico, indagué en torno a esa metodología de “trabajo” empleada por los entrenadores y pude averiguar el verdadero nombre que se le asigna a esa práctica: “escala de Tanner”: creada por el pediatra británico James Tanner, y que consiste en una valoración de la maduración corporal a través del desarrollo físico de los niños, adolescentes y adultos a través del tamaño de las mamas, genitales, volumen testicular y el desarrollo del vello púbico y axilar.
Esta apropiación de un discurso propio de otra disciplina responde principalmente a un intento por fijar determinados criterios de normalidad, amparados científicamente, en el que el rol del entrenador queda legitimado frente a sus alumnos y a cualquier persona ajena a la institución. Es el recurso a partir del cual el poder se sirve del saber para justificar su accionar, capilar, minucioso y biopolítico en el disciplinamiento de los cuerpos.
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Esta vigilancia y control caracteriza y acompañan la vida deportiva del futbolista a lo largo de las diversas etapas. Los cuerpos de los jugadores son “dóciles” no sólo en sus etapas formativas durante la adquisición de las técnicas y los conocimientos del fútbol, sino en la práctica del deporte mismo, cuando los cuerpos se vuelven más bien “productivos” y activos en el sentido de sus movimientos y los entrenamientos físicos que deben realizar para lograr un mejor rendimiento sacando provecho de su potencial deportivo.
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Además del corte de pelo, de la barba, las piernas depiladas y la vestimenta, descriptos a lo largo de la categoría anterior, como los elementos característicos en la performance del futbolista, pudimos observar que los tatuajes ocupan un lugar relevante en la conformación identitaria de nuestros interlocutores.
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Retomando el análisis de los jugadores y sus tatuajes, esto es un signo que pudo observarse al momento de observar sus corporalidades. Míguez en el artículo Inscripta en la Piel y en el Alma: Cuerpo e Identidad en Profesionales, Pentecostales y Jóvenes Delincuentes (2002) analiza la función expresiva que tienen los tatuajes en la construcción identitaria en los jóvenes de sectores populares. En este sentido, sostiene que la piel es una superficie de registro de la propia biografía.
(..) Se puede reconocer que la motivación detrás de estos tatuajes es la de homenajear vínculos afectivos importantes. Tras el caso de Carlos, como el de varios de mis interlocutores de Everton que presentaban la misma característica, puedo afirmar que los jugadores replican esa forma de expresión al tatuarse el nombre de sus familiares.
Otro aspecto percibido fue que los futbolistas eligen sus cuádriceps y tobillos para sellar este registro, como también una marcada valoración positiva en la relación que establecen con los integrantes de sus familias, y me permite establecer una relación con esta “humildad” presente en los futbolistas como lo haré en el capítulo dos al analizar los guion(es) de socialización(es) y las maneras de retribuir y reinvertir en sus familias tras el cobro del primer sueldo.
En un segundo orden, pude observar tatuajes que refieren a la práctica deportiva en sí, como pelotas de fútbol, frases en alusión a la institución o el escudo del club. En cuanto a los simbolismos que los jugadores corporalizan podemos analizar, al igual que en Míguez, que los tatuajes tienen una connotación religiosa. A diferencia del trabajo realizado por este autor, mis interlocutores, no veneran a “San la muerte”, sino que les atribuyen valor a las imágenes religiosas, imprimiéndose en la parte de sus ante-brazos una cruz o un rosario.
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