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Cuando gana el juego limpio: gestos que quedaron en la historia más allá del resultado
En el fútbol suelen ser una rareza los grandes gestos de deportividad de parte de los protagonistas. Por ello, cuando sucede alguno llama bastante la atención.
Por caso, en la Argentina, tierra que celebró el gol con la mano de Diego Maradona a Inglaterra en México '86, se llevó al extremo la utilización de la "viveza criolla" y por eso las actitudes caballerescas muchas veces quedan reducidas a una mínima expresión, pero eso no quiere decir que no existan.
El 1 de septiembre de 2018, San Lorenzo y River empataron en un gol en el Nuevo Gasómetro. A los 15 minutos del segundo tiempo, Exequiel Palacios tuvo un pequeño entredicho con Claudio "Pampa" Biaggio, que aparentemente le había recriminado un lujo de más frente a Víctor Salazar. Inmediatamente se acercó Leonardo Ponzio a constatar ante el DT azulgrana si su compañero, hoy jugador de Bayer Leverkusen, le había faltado el respeto. Tras un breve diálogo, ambos, capitán visitante y entrenador local, restaron importancia al hecho y volvieron a meterse de lleno en el partido.
Otro San Lorenzo, pero de Villa Gesell, fue protagonista en 2016 de una acción reivindicatoria del juego limpio. En junio de ese año se jugaba el clásico de dicha localidad balnearia por la Liga Madariaguense, cuyo campeón se clasificaría para competir en el Torneo Federal C. A los 36 minutos del primer tiempo, el equipo cuervo se puso en ventaja frente a Atlético por medio de David Machado tras una avivada luego de un bote a tierra, cuando correspondía la devolución del balón. Tras el gol y varias discusiones, los jugadores de San Lorenzo entraron en razón y acordaron dejarse hacer un gol –lo hizo Iván Blanco– para que volviera la paridad. El empate se mantuvo hasta el final y la vieja rivalidad no logró convertirse en enemistad.
La pica en el superclásico del fútbol argentino ha subido la temperatura como nunca en los últimos seis años, por el episodio del gas pimienta en 2015, las finales (Supercopa Argentina y Libertadores) que protagonizaron ambos en 2018 y las semifinales de Copa Sudamericana en 2014 y Libertadores en 2019. Hubo tensiones que nada tuvieron que ver con, por ejemplo, un gesto que hubo en agosto de 2017 en el superclásico de la categoría 2005: en el predio que tiene de Boca en Ezeiza, un jugador de River cayó al suelo lesionado y el arquero visitante inmediatamente tiró afuera la pelota para pedir asistencia médica. Apenas reanudado el juego, Leopoldo Amaya, entrenador local, indicó a sus dirigidos que debían devolver la pelota a sus rivales, pero Boca siguió atacando hasta que la defensa millonaria logró enviar el balón a un córner. Ante la inminente ejecución del tiro de esquina, Amaya gritaba "¡tirala afuera!". Finalmente, le hicieron caso y lanzaron la pelota por el fondo de la cancha. Hubo aplausos desde los cuatro costados y el DT pidió disculpas a sus pares de River: "Perdón; no se dieron cuenta".
En el fútbol internacional, en cambio, es más común ver conductas de juego limpio. En la final de la Copa Europea de 1968, entre Manchester United y Benfica, en Wembley, ocurrió algo por demás llamativo para el gran público pero normal para quienes conocían al protagonista. El conjunto inglés había estado ganando por un gol de Bobby Charlton y los portugueses habían logrado la igualdad a falta de 10 minutos, por medio de Jaime Graça. Entre el empate y el pitazo que derivaría en el tiempo extra, Eusébio da Silva Ferreira quedó mano a mano con el arquero Alex Stepney y éste evitó lo que habría sido el gol decisivo para una tercera conquista de Benfica. Eusébio, en lugar de expresar desilusión o fastidio por la situación fallada, estrechó la mano y aplaudió a un desentendido arquero rival. Luego el United se impuso por 4-1 en el alargue y celebró ante 92.000 espectadores en el célebre estadio de Londres. "Él construía amistades en el campo de juego gracias a su actitud de juego limpio", contó el año pasado su hija Sandra.
Ya más cerca en el tiempo, Marcelo Bielsa recibió en septiembre pasado el premio Fair Play en la gala de The Best, de FIFA, por una actitud de abril de 2019. Aquella vez les ordenó a sus dirigidos de Leeds dejarse marcar un gol por Aston Villa para que el tanteador quedase equilibrado. ¿Por qué? Mateusz Klich había abierto el marcador cuando un adversario estaba tendido en el piso, lesionado. Tras un intento del defensor Pontus Jansson de impedirlo, Albert Adomah estableció el 1-1 para el conjunto de Birmingham. Leeds, que no jugaba la Premier League desde el año 2004, necesitaba ganar en esa penúltima fecha para asegurarse el ascenso... que finalmente no conseguiría en esa temporada, la 2018/2019. "No les regalamos el gol; se lo devolvimos", aclaró Bielsa, defendiendo su decisión, después del empate que terminaría frustrándole la campaña.
Más lejos en el tiempo, en 2003, Irán y Dinamarca jugaban un amistoso por la copa Carlsberg y el defensor Jala Kameli tomó la pelota con las manos en su área creyendo, al igual que compañeros y oponentes que empezaban a evacuar el campo, haber oído el silbatazo final del primer tiempo. El árbitro cobró penal. El sonido había llegado desde las tribunas y Kameli explicó que se había confundido, argumento que también esgrimieron los daneses ante el juez. Pero éste mantuvo firme la sanción y todos debieron volver a la cancha. Previa charla con su entrenador, Morten Olsen, Morten Wieghorst pateó afuera el penal, con toda intención y de manera bien evidente. "No era deportivo aprovecharse de una acción en la que el jugador iraní no se había enterado de qué pasaba. En esas circunstancias no me sentía capacitado para disparar a puerta", explicó el mediocampista que pasó por Glasgow Celtic y que, junto a su director técnico, recibió un premio del Comité Olímpico Internacional.
En septiembre de 2012, el gran goleador Miroslav Klose visitaba al Napoli de Edinson Cavani en el San Paolo. Llegó un córner, el alemán de Lazio levantó un brazo y mandó la pelota a la red. Pero al instante, el atacante polaco de nacimiento, ante una masiva protesta local y arrepentido de su acto reflejo devenido ventaja en el marcador, insistió con vehemencia al árbitro que su gol no había sido lícito. El juez finalmente anuló el tanto agitando un brazo y los jugadores de Napoli se turnaron para felicitar al ahora máximo goleador de la historia de los mundiales. El partido, que iba a quedar 1-0 para Lazio, terminó 3-0 en favor de Napoli.
En la temporada 2005/2006 y por la Copa de Holanda se enfrentaba un equipo B de Ajax con Cambuur Leeuwarden, de la segunda categoría. El conjunto visitante había sacado de la cancha la pelota para que atendieran a un futbolista, pero cuando Ajax debía devolver el balón el joven belga Jan Verthongen lanzó un pelotazo largo que se metió al arco del rival. Tras la torpeza del actual jugador de Tottenham, que se disculpaba argumentando que su intención era sólo alcanzarle el balón al arquero contrario, el conjunto de Ámsterdam decidió permitirle el gol de compensación al pequeño club adversario.
Hubo muchos, muchísimos otros comportamientos plenos de deportividad, claro. Quizás el máximo gesto de caballerosidad en el fútbol hasta ahora fue uno que no llegó a darse en una cancha, sino fuera.En noviembre de 2016, el avión que trasladaba al humilde Chapecoense, de Brasil, para que afrontara la primera final internacional de su historia se estrelló a poca distancia de Medellín, donde debía aterrizar. Murieron 71 de los 77 viajantes. Atlético Nacional, en ese momento campeón de la Copa Libertadores (con Franco Armani como uno de sus referentes), resignó la posibilidad de un doblete histórico al solicitar que se consagrara campeón de la Copa Sudamericana al club brasileño, que, por supuesto, no pudo afrontar la serie. Conmebol accedió y declaró campeón al club brasileño, que unos meses después sí se enfrentaría con Nacional, por la Recopa Sudamericana. Ese trofeo sí quedaría para el club colombiano.
Que las actitudes de juego limpio, e incluso las que van más allá, como la de Nacional, sean tan esquivadas en el ámbito del fútbol no implica que no existan. A veces son noticia. Y vaya de qué forma.
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