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Cuando entró en juego la dignidad, Martino renunció
Harto del abandono, el técnico no pensaba convalidar con su presencia tanto desgobierno y egoísmo en la clase dirigencial
Se puede soportar el derrumbe, hasta que es imprescindible desprenderse para no quedar entre los cómplices. La dignidad es el límite. Increíblemente, nunca un vacío había oprimido tanto. Plazos vencidos, promesas incumplidas y jugadores negados, irrebatibles pruebas del desinterés. Gerardo Martino sintió que el abandono era deshonroso y renunció. Lejos de sumar futbolistas al insoportable goteo para armar el plantel olímpico, hora tras hora sólo sumaba deserciones. Insostenible, la cruzada rumbo a Río dejaba a la intemperie el desgobierno de una AFA en ruinas. Y egoísmos que Martino ya no estaba dispuesto a consentir.
La selección olímpica no le importaba a nadie. Martino había aplazado una semana el inicio de las prácticas para seguir suplicando por futbolistas, pero ya ni tenía los nueve que había anunciado. Descartado Mammana y Leandro Paredes de aquella lista, Espinoza estaba en peligro tras ser vendido a Villarreal y Boca apenas pensaba ceder a Silva luego de la Libertadores. No sólo que ningún dirigente se ocupó de ponerse al mando de las gestiones, sino que se atropellaron para esparcir obstáculos. Martino no le podía objetar a Juventus que no le cediera a Dybala o a Everton que no le diera a Funes Mori porque no tenían obligación reglamentaria, pero la falta de predisposición de los clubes locales lo agotó. Dirigentes que se jactan de soñar con la nueva AFA, como Moyano o D’ Onofrio, enérgicamente negaron a los jugadores de Independiente y River. Angelici esbozó cierta predisposición... pero aclaró que a Pavón únicamente lo liberaría tras la Copa. Embustera prioridad. ¿Y los demás dirigentes? Silencio. Los paladines del futuro, como Tinelli, Blanco o Verón, ni se involucraron. Martino estaba totalmente solo y convalidar tanto destrato lo enlodaba.
"¿Por qué el otro siempre tiene que tener los huevos más grandes? ¿Y si me voy yo…?", se preguntaba Martino antes de la Copa América, cuando se olfateaba que una derrota podía precipitar una drástica decisión dirigencial. Pero a Martino ni se le cruzó por la cabeza marcharse tras la derrota por penales con Chile. Los Juegos Olímpicos lo ilusionaban, sentía que podían convertirse en el punto de partida hacia una gradual renovación en el seleccionado mayor. El puente para que rumbo a Rusia 2018 la inclusión de Rulli, Kranevitter, Ángel Correa y Dybala, por ejemplo, fuese natural. Pero día a día, la desolación se ocupó de dinamitar el proyecto. Y no se trataba de seguir como un capricho o una cruzada quijotesca. Pertenecer tiene precios que Martino no pensaba pagar. Menos, si entraba en juego la nobleza de algunas conductas.
A través de un comunicado en la página de la AFA, Martino se expresó: "Debido a la indefinición en la designación de nuevas autoridades de la Asociación del Fútbol Argentino y a los graves inconvenientes para conseguir conformar el plantel que represente al país en los próximos Juegos Olímpicos, el cuerpo técnico de la Selección ha decidido presentar su renuncia en el día de la fecha". Aséptico, pero auténtico. Se hartó. Había un antecedente cercano que nadie atendió. Después que en los últimos años las selecciones juveniles dieron sucesivos pasos hacia el fondo de una ciénaga, Martino se esforzó por su refundación. Pero pese a su insistencia, no logró que los dirigentes tomaran dimensión de la trascendencia del tema. Se trataba de pensar el futuro, nada menos, pero Martino sólo recogió incapacidad y desamparo. Hasta que optó por correrse para que no lo arrastrara la desidia dirigencial. Se habían superado todos los límites tolerables y nadie tomó nota en la AFA.
¿En la AFA lamentarán su salida? Probablemente, no. Políticamente incorrecto, Martino nunca calló por conveniencia. Aunque debiese apuntarle a su patrón. Naturalmente, eso le quitó adhesiones entre los históricos y los opositores, la autodenominada nueva dirigencia que nunca se acercó a Martino aunque ocupasen funciones financieras. Y acá vale recordar que Martino se marcha con sueldos impagos. Chiqui Tapia era el único interlocutor de Martino y el entrenador valoraba que al menos el presidente de Barracas Central diese la cara. El dirigente anoche escribió en su cuenta en Twitter (@tapiachiqui): "Se va un gran hombre, un gran profesional. Una persona q con estos simples gestos demuestra mucho más q su grandeza". ¡Inverosímil! ¿Simples gestos? La renuncia es la consecuencia estrepitosa de la crisis más profunda en décadas. Seguramente nació como un gesto afectuoso, pero otra vez se trata de la clase dirigente y su incapacidad para comprender la dimensión de la realidad. Un retrato implacable.
¿Y los jugadores lo extrañarán? Tantas veces acomodaticios, cuando quieren que corra su opinión no dudan en buscar altavoces mediáticos. Y en la era de las redes sociales, héroes del Twitter, hasta anoche sólo había silencio. Ni asombro.
La defensa del decoro y la honorabilidad resultaron decisivos para una decisión que Martino comenzó a contemplar seriamente a mediados de la semana pasada. Los tuits de sus hijos ayer fueron en esa dirección. Gerardo, el menor, escribió: "Querer ser honestos en una era sin moral". Celeste se sumó: "Nos esperan destinos mejores. De fútbol y nada más. Y adonde vayas, yo iré". Luego, junto a una captura de una encuesta sobre quién debía ser el sucesor de su padre, agregó: "Tengo una idea brillante!!! Y si primero se vota al que lo elige? No pará, dije algo coherente, no vale!". Tampoco se ahorró sarcasmo: "Y que? Presentó la renuncia "ante quien corresponda"? Jajajajaja estoy tentada".
¿Y Martino? Se marchó con números que nadie atenderá: casi 74% de eficacia después de 19 victorias, 7 empates y tres caídas, apenas una oficial. Y dos derrotas por penales en las finales de las Copas América 2015 y 2016. El ex DT de la selección terminó aliviado un día agitado. Como Marcelo Bielsa aquella tarde de septiembre de 2004, cuando no abandonó la sonrisa mientras contaba que se había quedado sin energía. Sorprendido porque el análisis de la noticia reparaba más en su reemplazante que en la crisis que lo había llevado a renunciar, Martino volvió a Rosario por la noche y logró escabullirse de la guardia periodística que vigilaba su casa en la calle Cura. Tranquilo con una determinación que fue muy razonada, nada de arrebatos en este caso, para un hombre tan visceral. "Tengo una profunda añoranza por volver al rinconcito donde alguna vez estuve", sugería hace algo más de un mes en una entrevista con LA NACION. Volvió al rinconcito, donde la conciencia descansa en paz.
cg/jt
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