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Cuando el fútbol le canta a la ilusión
El canto, como viene sucediendo, volvió a escucharse exactamente a los diez minutos de iniciado el partido. “¡Maradooo, Maradooo!”. A los diez, homenaje al 10. Ya es rito. Y se escuchará más fuerte en estas semanas próximas de aniversarios de Diego. De nacimiento y de muerte. Pero durante muchos años el “Maradó, Maradó” era ante todo un coro de protesta. Lo cantábamos, ironizó una vez el Negro Fontanarrosa, hasta cuando se demoraba el ascensor. Y lo escuchábamos en la cancha cuando el hartazgo se hacía masivo. El domingo por la noche contra Uruguay, en cambio, el “Maradó, Maradó” formó parte de la fiesta. Como ya había sucedido en el 3-0 contra Bolivia. Y como podrá suceder otra vez mañana contra Perú. Primero emocionó el compromiso colectivo. Ahora también emociona el juego. Es el vínculo que la selección de Lionel Scaloni construyó con la gente, que además celebra su vuelta a las canchas. Y también, claro, está Messi. Más “viejo” pero más liviano. Y con el deseo fortalecido.
Se viralizó una foto previa al tercer gol contra Uruguay. La de Messi reiniciando la jugada y siete rivales esperando el próximo movimiento, imantados. Su misión, claro, es anularlo, pero parecen sumados a la expectativa masiva para saber con qué nuevo truco nos sorprenderá el mago. Para ellos, ese segundo de distracción es fatal. Cuando se rehacen ya es tarde. Porque mientras todos miramos la pelota, él, que justamente debe controlarla, ya está mirando el futuro. El futuro no era Nico González, que estaba cerca, sino Rodrigo De Paul, que venía más libre por derecha. Lo podíamos ver acaso nosotros, que teníamos visión panorámica desde nuestro pupitre, pero no él que lo tenía casi de espaldas. Leo giró como en cámara lenta, lujo que sólo puede darse quien se sabe dueño de todo (de la pelota, el tiempo y el espacio). La nueva jugada, sabemos, concluye en gol. Messi ya había marcado el primero (está tan dulce que anotó su propia asistencia). Buscó su segundo gol hasta el final. Terminó regalándonos un recital. La selección, quién lo iba a decir, le está dando los mejores argumentos para justificar su séptimo Balón de Oro.
Me sorprende, le digo a un colega desde Barcelona, que el Camp Nou casi lo haya “olvidado” tan rápido. Que no lo reclame, más aún porque el club atraviesa un presente difícil y tiene un presidente que usó antes a Leo para ganar elecciones y lo usa ahora para justificar fracasos. Semanas atrás escuché al Camp Nou gritando “¡Meeee…!”. En la TV, lógico, interpretaron que los hinchas estaban recordando a Messi. Pero no. Decían “¡Meeemphis!” (por el nuevo fichaje neerlandés Memphis Depay). Acá pasamos dos décadas cantando-recordando a “Maradó”. Allá, en cambio, parecen olvidarse de Messi a la semana siguiente. Endeudado y sin dinero, Barcelona asumió el final. El pragmatismo catalán parece elegir ahora el “derecho al olvido”. “Es como que te dejó la más linda”, me justifica el colega desde Barcelona, “no querés hablar del tema. Todavía es shock. No hay una relación amorosa con ese recuerdo”.
“La Scaloneta”, como le dicen, fue una inicial apuesta incierta (por las razones que fuere) de Claudio “Chiqui” Tapia. Hoy es su carta de triunfo. Fortalecido porque la Inspección General de Justicia (IGJ) convalidó su reelección (y favorecido porque ciertos arbitrajes del Ascenso tienen poca prensa), el presidente de la AFA ya no sufre pantallas calientes, especialmente después de que su gestión reestableció viejas alianzas comerciales con el Mundo TV. Ahora, se jactan algunos, nos subimos al lote de los “candidatos” para Qatar. “Estamos al nivel de Francia”. Será difícil saberlo si de aquí al Mundial, y con el actual calendario superapretado, casi no habrá competencia posible con Europa. En las dos últimas décadas, Sudamérica cuenta con los dedos de una mano sus triunfos contra Europa en duelos directos de Copas Mundiales. La cuenta incluye a Brasil, alarmado además porque Neymar, 29 años, se declara cansado del fútbol y avisa que Qatar podrá ser su último Mundial.
A sus 34 años, Messi luce fresco. Es el artista que además hace goles. Mucho más cómodo en la selección que en PSG, Leo sigue siendo una permanente declaración de amor al fútbol. Más maduro, Messi llegó liviano a la Copa América de Brasil. Seguramente eso ayudó al triunfo. La victoria, necesitada, del Maracaná suele ser de esos partidos fundacionales que pueden marcar un proceso. No es casual que la selección, aun con sus altibajos, haya crecido tanto a partir de allí. Con un arquero que remedia descuidos. Y con un defensor que anticipa limpio, para más adelante al equipo y ayuda así a que a Messi le lleguen más y mejores pelotas.
Los hinchas cantaban “Maradó” el domingo y no era protesta sino homenaje. Y pedían por “Fideo” y no era presión, sino reconocimiento para Angel Di María, héroe del Maracaná. Y también gritaban “Rodrigo” porque saben que De Paul crece inclusive cuando Leo puede apagarse. Pero Messi está encendido. Por eso queríamos el domingo que el partido no terminara nunca. Recuperación, toque y arco rival. Los hinchas gritaban felices “que de la mano, de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”. Es cierto, falta un año para Qatar, pero la fiesta del domingo fue un canto a la ilusión. De eso se trata también el fútbol.
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