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Cuando los chillidos de los monos de la tribuna son para vos: la mirada de Lukaku sobre el abuso racista
MILAN.– Romelu Lukaku tenía pensado pasar una noche relajada frente al televisor. Aunque ahora juega en Italia, quería seguir los partidos de dos equipos en los que había jugado en la Premier League inglesa. Pero sus esperanzas de tener una noche tranquila terminaron mucho antes que los partidos: no era la primera vez en la temporada en que tuvo que escribir un mensaje en Instagram y Twitter. Tampoco fue la primera vez en la temporada en que se sintió obligado a hablar contra el racismo.
En este caso, el motivo fue la tapa del día siguiente que el Corriere dello Sport, uno de los diarios de deportes de Italia, había publicado en Twitter. Para ponerle un toque de picante al partido que se disputaría ese fin de semana, la tapa del Corriere incluía imágenes de Lukaku, un delantero belga cuyos padres nacieron en la República Democrática del Congo, y de Chris Smalling, un excompañero de equipo suyo, descendiente de jamaiquinos y que ahora juega en la Roma. El titular del diario decía: "Black Friday".
Cuando Lakaku vio la tapa, se quedó pasmado. "Es una locura", respondió cuando se la mandaron por WhatsApp. Después criticó al diario públicamente, diciendo que era "el titular más estúpido que exista".
Esa mezcla de decepción y frustración es un sentimiento que Lukaku ha experimentado en los últimos meses con una regularidad descorazonadora: desde la amenaza del seleccionado inglés de retirarse del campo de juego durante un partido en Bulgaria, pasando por el partido suspendido por cantos racistas en Holanda, hasta los incidentes más recientes en Manchester City a principios de mes y en Tottenham el domingo último, esta temporada los jugadores negros han sido objeto de incidentes racistas con una frecuencia casi semanal en Europa.
En Italia, los ataques han sido particularmente virulentos. En el segundo partido que disputó en ese país tras su incorporación al Inter de Milán, mientras se preparaba para ejecutar un penal en Cagliari, Lukaku fue víctima de abuso racial cuando estalló un coro de chillidos de mono. Mientras escuchaba el abuso en un estadio con un largo y nefasto historial de incidentes similares, Lukaku dijo que pensó en lo que siempre piensa en esas situaciones: "Voy a meter el gol. Voy a ganar. Voy a irme a casa."
"Ya he tenido que enfrentar esa situación muchas veces en mi vida.", dijo Lukaku. "Uno termina por construirse una coraza, y la bronca me la saco adentro de la cancha."
Lukaku no es el único que se vio en esa posición ingrata. El defensor izquierdo brasileño de la Fiorentina, Dalbert, escuchó cantos racistas en Atalanta, y Ronaldo Vieira, jugador de la Sampdoria, fue agredido jugando de local por hinchas de la Roma. En noviembre, Mario Balotelli, que ahora juega en el Brescia, se puso tan furioso con los abusos que recibió durante un partido en Verona que agarró la pelota y la pateó a la tribuna. Como Lukaku, Balotelli tuvo que soportar que un grupo de hinchas de su propio equipo publicara una ampulosa declaración en la que justificaban el incidente.
Y Lukaku no es el único que siente que las autoridades del país nunca se hicieron cargo del asunto. Cagliari, cuyos dirigentes en un principio negaron cualquier incidente contra Lukaku, no sufrieron ningún tipo de sanción de la Serie A.
Hace un tiempo que las explosiones de racismo deslucen los partidos en Italia y en otras partes de Europa, pero la frecuencia con la que han ocurrido en esta temporada es particularmente alarmante, dada la creciente oleada nacionalista que invade el continente. En Italia, por ejemplo, los ataques motivados por la raza se triplicaron después de la llegada al gobierno, en 2017, del movimiento populista Cinco Estrellas con el partido de extrema derecha Liga. Y ese incremento se refleja en la experiencia de los jugadores negros en los estadios del país.
La situación se volvió tan inquietante que los clubes del campeonato italiano empezaron a actuar por sí mismos. En noviembre, los 20 clubes publicaron un comunicado en el que admitían que no habían "hecho lo suficiente" para lidiar con el racismo en el fútbol italiano y les informaban a las autoridades del país que había llegado la hora de "un cambio en serio".
En las semanas que siguieron a ese comunicado llegó la tapa del Corriere mencionada, que el diario defendió diciendo que las críticas eran como un "linchamiento". Después se filtró una grabación del director ejecutivo de la Serie A, Luigi De Siervo, en la que sugería solucionar el problema silenciando los micrófonos del estadio para que el abuso al menos no fuera transmitido. La semana pasada, la nueva iniciativa antirracismo que presentó la Serie A, en la que aparecían tres pinturas de chimpancés, provocó una viva reacción en contra de su falta de sensibilidad para tratar el problema.
Ha habido tantos incidentes, tantos momentos vergonzosos, que no ha sido fácil llevarles la cuenta. Lukaku se vio hablando y reflexionando sobre el problema con mucha más frecuencia de lo que esperaba. Dice que la educación es fundamental, pero no está dispuesto a esperar que otros traten el problema.
"Digo lo que pienso", dice. "Si se me viene algo a la cabeza, doy un paso al frente y hablo".
Ritmo y potencia
Lukaku quería que la primera persona que lo supiera fuera Paul Pogba, que era su amigo mucho antes de ser compañero de equipo en el Manchester United. El verano boreal pasado, mientras estaba en Australia haciendo una gira de pretemporada, Lukaku se apartó con Pogba y le comunicó que había decidido dejar Inglaterra. "Le dije que estaba harto", dice Lukaku.
Lukaku había llegado a esa conclusión unos meses antes. Por ese entonces había pasado casi ocho años en Inglaterra y había llegado a ser uno de los mejores delanteros del mundo, pero los últimos dos años, tras una transferencia de 90 millones de dólares al United, habían sido difíciles.
"Siempre me venían con peros, desde el principio mismo", dice Lukaku. "Metí un gol contra el Real Madrid en la Supercopa de Europa pero erré una ocasión de gol. Y entonces decían que me perdí un gol hecho. Después metí un gol contra el West Ham en mi primer partido en la Premier League y seguían presentando objeciones. Desde ese entonces empecé a preguntarme si todo iba a salir bien."
Aún así, Lukaku marcó 42 goles en 96 partidos, pero se enfurece de que su presunto mal desempeño haya afectado su reputación en Inglaterra. "Un año en el Manchester United borró ocho años previos a eso", dice. Siente que a él y a Pogba los culparon "por la decadencia del Manchester United".
Lukaku ahora se pregunta si ese reproche tiene que ver con el hecho de que el Manchester United haya pagado tanto dinero por él: en transferencias acumuladas, es el tercer jugador más caro de la historia. Pero sin embargo, existe otra posibilidad.
Siempre ha habido una divergencia entre el jugador que es Lukaku y el jugador que perciben que es. Un exdirector técnico, Roberto Martínez, siempre vio a Lukaku como un "pensador", pero esa opinión siempre fue puesta en discusión en las polémicas sobre su juego. Como sucede con muchos jugadores negros, los análisis del rendimiento de Lukaku tienden a concentrarse en su fuerza, su condición física, su capacidad atlética y sus atributos físicos.
"Cuando me comparan con otros delanteros, nunca hablan de mi talento", dice Lukaku. "Mi gambeta es buena. Puedo hacer una bicicleta. Puedo esquivar a un jugador. Y sin embargo recuerdo un comentario de un periodista que dijo que el United no debía incorporar a Lukaku porque no era un jugador 'inteligente'". Lukaku dice que ese comentario lo hirió.
Dice que cuando lo describen, suelen hablar de los "factores de ritmo y de potencia", y es difícil evitar preguntarse si lo ven de ese modo porque es negro. Las investigaciones de Cynthia Frisby de la Universidad de Misuri han demostrado que los medios de comunicación suelen caracterizar a los atletas negros como "físicamente dotados de manera innata, aunque carentes de inteligencia y de una sólida ética del trabajo".
En su libro, Pitch Invaders: The Modern Black Football Revolution ("Invasores del campo de juego: la revolución del fútbol negro moderno"), Stella Orakwue escribió que los jugadores negros son juzgados "no en base a su individualidad sino en base a características de grupo inventadas, confinadas en mitologías".
"Yo no lo veo así", dice Lukaku. "Jugadores como Thierry Henry, Nicolas Anelka, Marcus Rashford, Anthony Martial son categorizados como talentosos. Ocurre que algunos jugadores siempre son vistos de una manera en particular."
Sea cual sea la razón, para marzo Lukaku ya no soportaba más en el Manchester. Quería irse, "empezar de cero", "reconstruir" su reputación. El club accedió a venderlo al Inter de Milán, que Lukaku admiraba cuando era niño, cuando honraban su plantel dos de sus héroes, los delanteros brasileños Ronaldo y Adriano.
Lukaku dice que no guarda rencores. "El Reino Unido fue bueno conmigo", dice. "Pero tenía que dar un salto."
El campeonato más difícil del mundo
Cristiano Ronaldo fue el último jugador en aparecer en el túnel del estadio Giuseppe Meazza. Juventus, su equipo, estaba en Milán para enfrentar al Inter de Lukaku en su imponente y emblemático estadio. En esa época de comienzos de octubre, ambos clubes estaban invictos. Ambos estaban haciendo una campaña impecable en lo más alto de la Serie A. Cuando Ronaldo vio a Lukaku, fue directo a saludarlo.
"Me dijo que este es el campeonato defensivo más difícil del mundo", dice Lukaku. "Me dijo que había hecho goles en todos lados, pero que acá era el lugar más difícil de hacerlos. Y si Cristiano Ronaldo piensa que es difícil, entonces debe ser extremadamente difícil."
A primera vista, Lukaku parece haber demostrado que Ronaldo estaba equivocado: lleva 10 goles en sus primeros 16 partidos para el Inter y ha entablado una rápida e intuitiva complicidad con su compañero en el ataque, el argentino Lautaro Martínez. No obstante, insiste en que el relato exploratorio de Ronaldo es correcto.
"Es más difícil que en Inglaterra", dice Lukaku. "Allá el fútbol es más intenso, pero acá todo depende del patrón de juego." Dice que el éxito que ha tenido en sus primeros meses en el Inter es producto de rigurosas horas de entrenamiento en el terreno de juego, y de otras tantas estudiando atentamente videos, intentando descubrir una debilidad en sus oponentes.
Lukaku llegó a disfrutar la vida fuera de la cancha con la misma facilidad. Tiene un don para las lenguas: antes de llegar a Italia, hablaba seis lenguas, y también podía arreglárselas con el alemán. Dice que le llevó "dos o tres semanas" de práctica intensiva para llegar a un nivel de fluidez razonable en italiano. "Ya nadie me habla en inglés", dice.
Le gusta vivir en Bosco Verticale, un innovador complejo de departamentos con balcones adornados con vegetación. Entre sus vecinos hay muchos de sus compañeros de equipo, y organizan cenas de equipo o ejercicios de fortalecimiento de vínculos afectivos un par de veces por mes. Lukaku disfruta trabajar con Antonio Conte, un director técnico al que admiraba en secreto desde 2016, y que había intentado incorporarlo cuando se fue al Manchester United.
Lukaku insiste en que disfruta su paso por el Inter y su vida en Milán. Dice que en la vida cotidiana, la gente es "relajada", y que percibe un contraste entre lo que ocurre en los estadios del país y lo que le ocurre en la calle.
Pero eso no mitiga lo que ha tenido que soportar en su trabajo, al hacer goles: lo que sucedió en Cagliari y sus repercusiones; el flujo constante de historias de abuso racista sin castigar o incentivado tácitamente; una tapa innecesariamente provocadora o una campaña antirracismo llamativamente equivocada. Lukaku disfruta de su vida, pero sabe que en ese contexto sería comprensible que un jugador negro no se sienta bien recibido.
Dice que sencillamente ese no es su caso. De ninguna manera se siente amedrentado y no va a permitir que eso le amargue su experiencia en Italia. Pero eso no significa que esté preparado para tolerarlo, o que crea que otros deberían verse forzados a soportarlo o a esperar pasivamente a que mejore la educación y la ignorancia se disipe.
"Hay que seguir fortaleciéndose", dice Lukacku. "Hay que seguir luchando." No puede mantenerse en silencio, así que hace lo que siempre hizo: da un paso al frente y habla.
New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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