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Coronavirus. Brilla en Manchester United, no se olvida del "club del desayuno" y colabora con 2.000.000 de chicos para que no pasen hambre
La historia completa puede desprenderse de la conversación que lo comenzó todo. Hace unas semanas, Marcus Rashford estaba sentado en su casa con su familia, viendo las ráfagas noticiosas que empezaban a nublar el panorama. País tras país iba cayendo en cuarentena debido al coronavirus: primero Italia, luego España, luego Francia. Parecía que sólo era cuestión de tiempo antes de que el Reino Unido siguiera la tendencia. Como el resto de nosotros, Rashford y su familia empezaron a especular sobre lo que podría pasar después.
Pero mientras conversaban, Rashford se dio cuenta de que cada vez pensaba menos en cómo la crisis podría afectarlo a él en la actualidad –una estrella de la Liga Premier, un nombre reconocido, un atleta multimillonario, la joya local de la corona del Manchester United– y más en cómo habría afectado al Rashford del pasado.
Lo que sucedió después, en términos de velocidad y escala, fue extraordinario. En pocas semanas, Rashford pasó de buscar organizaciones benéficas que trabajaran para enfrentar el hambre a respaldar con ímpetu una campaña que, hasta el momento, ha ayudado a alimentar a más de dos millones de niños británicos.
Para ilustrar lo rápido que ha crecido la iniciativa: cuando Rashford aceptó tener una entrevista por Zoom a finales del mes pasado, la cifra de niños beneficiados se situaba en 1,3 millones. Para el momento en que se produjo la entrevista, informó con orgullo que la cifra había alcanzado los 1,76 millones. Alrededor de una semana después, Rashford publicó en sus redes sociales que el total había sobrepasado los 2 millones.
Aquellos tiempos en los que no sobraba nada
Pero todo eso sucedió porque, aun con el cambio radical que ha tenido su vida en los últimos cinco años, el reflejo de Rashford todavía es el de concebir las cosas desde la perspectiva de su modesta vida pasada.
Rashford recuerda todo, claro como el agua. Recuerda el número de las rutas de los autobuses que tenía que tomar para ir de su casa, en Northern Moor, en el lado sur de Manchester, a entrenar con la academia del United en Salford, al este de la ciudad: "La 41 hasta la ciudad, luego la 143 hasta Salford". Recuerda lo conmovido que estuvo cuando una de las amigas de su madre se ofreció a llevarlo en su auto, aunque eso significó que ella tuviera que desviarse de su camino a casa.
Recuerda el ritmo de esos días: su madre, Melanie, salía de la casa rumbo al trabajo a las 8 de la mañana. Él llegaba un poco más tarde al colegio para lo que se conoce en el Reino Unido como "el club del desayuno", donde a los niños que no habían podido comer en sus casas se les ofrecía avena, huevos, pan y jugo de naranja.
También recuerda que, de su grupo cercano de cinco amigos, tres comían almuerzos preparados y traídos desde sus casas. A menudo le pedía a uno de ellos que "convenciera a su papá de que le pusiera en el almuerzo un bizcocho adicional para él". Recuerda que sus comidas del colegio eran pagadas por el Estado y que había un estigma social –uno que no entendía– en ser un niño que comía gratis en el colegio.
Recuerda que algunos niños de su escuela "la pasaban mucho peor", porque sus padres tenían problemas de depresión, drogadicción, desempleo o sencillamente "nunca estaban presentes". Las vidas familiares de esos niños hicieron que se sintiera como uno de los afortunados.
Que él recuerde estos detalles no debería ser una sorpresa. Los futbolistas envejecen de una manera peculiar. En algunos aspectos, parecen eternamente jóvenes, la consecuencia de una vida casi exclusivamente brindada al ejercicio de su profesión, despojados de todas las experiencias que no están directamente relacionadas con el rendimiento en la cancha. Desde otro punto de vista, parecen viejos prematuros: adolescentes y adultos jóvenes desgastados por el tipo de presiones intensas que pocos de nosotros encontramos tan pronto en nuestras carreras.
Rashford es un ejemplo de esto. Tenía 18 años cuando, en 2016, se metió de lleno en la historia del fútbol: anotó dos goles contra el Arsenal en su debut con el Manchester United en la Premier League. Cuatro meses después, ya había sido convocado a la selección de Inglaterra para jugar la Eurocopa. Desde entonces, se ha convertido en una estrella constante en el firmamento de la Premier y, posiblemente, en la figura central del United, si bien no es oficialmente el capitán del equipo, hasta cierto punto es un símbolo de su alma.
Y, a pesar de todo lo que ha hecho, Rashford tiene sólo 22 años. "El día después de su debut, regresó a la escuela", dijo John Shiels, director ejecutivo de la fundación caritativa del Manchester United.
La mayoría de los amigos de Rashford están "terminando la universidad", dijo, y dan los primeros pasos en sus carreras, que podrían durar décadas. Sabe que su carrera activa como jugador de fútbol no durará mucho. Es una vida condensada. Así que recuerda cómo eran las cosas antes, porque –en otras palabras– no ocurrieron hace tanto tiempo.
Saber valorar todo lo que consiguió
"Siempre dije que si alguna vez estaba en condiciones de hacer la diferencia, lo haría", comentó Rashford. Nunca subestimó los actos de generosidad que se le presentaron. Es por eso que les dedica tiempo a los hinchas y se toma fotos con ellos, dijo. Cree que un acto pequeño como ese podría cambiar una vida.
Las causas que elige apoyar tienden a ser las que están cerca de sus afectos: ha sido juez en un concurso de poesía, ha aprendido el lenguaje de señas, ha alentado a los niños a leer. La Navidad pasada, Rashford comenzó una iniciativa para que la gente done canastas con artículos esenciales a tres organizaciones benéficas que trabajan con personas sin hogar en Manchester. "Es un chico de Manchester", dijo Shiels. "Esas cosas significan mucho para él".
Esa también fue la razón por la que en marzo –cuando empezó a pensar en cómo habría sido para él la cuarentena cuando era chico, en lo que habría significado no poder ir al colegio–, su siguiente pensamiento se centró en los niños que, como él, dependían de sus escuelas para comer.
"Realmente no tenía otra alternativa más que ir al club del desayuno", dijo. "Pero lo disfruté. Estaba con mis amigos desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, cuando llegaba mi madre. Los colegios están obligados a darle a los niños la clase adecuada de alimentos, la comida que realmente necesitan, a diferencia de un almuerzo empacado en casa, que puede tener cualquier cosa. Sé que hay un estigma al respecto, pero nunca tuvo sentido para mí, de verdad".
El deseo de ayudar a los chicos... como era él
Y fue así como esta historia comenzó. Rashford investigó. Alrededor de 1,5 millones de niños tienen derecho a comidas escolares gratis en Inglaterra, y hasta 700.000 más viven en condiciones de pobreza, pero no tienen acceso a este tipo de programas, de acuerdo con The Children’s Society, una organización benéfica que ayuda a niños vulnerables. "Es de verdad impactante", afirmó.
Tenía apenas una idea vaga. "Queríamos ayudar, pero realmente no sabíamos por dónde empezar", dijo. Por experiencia ha aprendido que tener dinero y el deseo de ayudar no es suficiente, que hay miles de complicaciones imprevistas.
Antes de llegar a FareShare revisó otras organizaciones benéficas que podrían haber cumplido los requisitos. "Queríamos llegar a la mayor cantidad de personas posible", dijo Rashford. Hizo una donación y comenzó a promover el trabajo de FareShare tanto como pudo. Pero no fue una acción fugaz: Rashford recibe actualizaciones cada unos pocos días para saber cómo progresa el esfuerzo. Rashford dice que le preocupa más el número de niños a los que ha llegado la iniciativa que la cantidad de dinero que ha ayudado a recaudar. Esa primera conversación fue hace unas ocho semanas. Desde entonces, FareShare ha duplicado la cantidad de alimentos donados y ha recibido muchas donaciones de efectivo.
Al mismo tiempo, la demanda de sus servicios es tres veces mayor que antes de la pandemia. Según un informe de la Food Foundation, 200.000 niños en Gran Bretaña han perdido comidas durante el confinamiento, mientras que otro medio millón de niños que normalmente dependía de las comidas escolares gratuitas no han recibido algún sustituto.
A Rashford no le gusta recibir crédito por sus esfuerzos para intentar cerrar esa brecha. Rápidamente pasa a elogiar a los supermercados que han donado alimentos o a las "grandes compañías" que han contribuido. "Yo no hice que sucediera", dijo. "Sólo di el empujón extra que se necesitaba".
Su labor no ha terminado. Rashford afirmó que seguirá buscando otras maneras de ayudar, incluso luego del fin de la cuarentena y cuando los colegios hayan abierto de nuevo. Pero, por ahora, ha logrado lo que se había propuesto, lo que estaba en el centro de la conversación que lo comenzó todo: el Rashford actual ha sido capaz de ayudar al Rashford del pasado.
Fuente: The New York Times
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