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Chapecoense-Independiente, Copa Sudamericana 2016: el Rojo quedó eliminado en los penales

El equipo brasileño se impuso 5-4, tras el 0-0 en tiempo regular; Sánchez Miño tuvo la chance de darle el triunfo al Rojo desde los doce pasos, pero falló y luego le atajaron el penal a Tagliafico

Actualizado el 30 de agosto de 2020
LA NACIONAlejandro Casar González
AFP

CHAPECO.- En un mes y medio, Independiente tiró el semestre por la borda. Primero quedó eliminado de la Copa Argentina, luego de perder frente a Defensa y Justicia. Y ayer se despidió de la Copa Sudamericana, que era la última ventana abierta para jugar la Libertadores 2017. Lo hizo luego de fracasar en su intento de hacerle un gol a Chapecoense en dos partidos: 180 minutos de fútbol. No pudo en la ida, frente a su gente. Ni tampoco en Chapecó, Brasil, de donde hasta debió haberse ido con algún gol en contra: su rival, inferior en jerarquía individual, estrelló tres pelotas en los palos. Y un delantero, Bruno Rangel, se perdió un gol imposible abajo del arco de los Rojos.

El Independiente de Gabriel Milito sigue sin aparecer. El sello que pretende imprimir el entrenador apenas se vio en la serie de octavos de final de la Copa Sudamericana. Su equipo tuvo apenas diez minutos de presión en toda la cancha, pases dinámicos, desmarques y triangulaciones. Fueron los primeros compases del partido. Fueron, también, un espejismo. Una muestra: Diego Vera se destacó por su solidaridad, más que por su puntería de cara al gol. Debió retrasarse para que le llegara la pelota, y se transformó en un pivot. El problema es que delante suyo no había nadie. E Independiente, si no era por las bandas, naufragaba cada vez que intentaba acercarse al arco defendido por Danilo.

Al ver que los Rojos no concretaban todo lo que insinuaban, los brasileños se animaron. Una, dos, y hasta tres veces reventaron la pelota contra el arco argentino. Quedarán en las retinas de este equipo catarinense las oportunidades que desperdiciaron Filipe Machado –la pelota picó en la línea, sin ingresar– y, sobre todo, Bruno Rangel: estaba solo en el medio del área chica; su remate se fue al cielo.

Cuando el partido –y la serie– se encaminaba hacia los penales, Milito movió el banco: hizo ingresar a Sánchez Miño, Barco y Benítez. Los dos primeros, para tener la pelota; el último, para perforar por la banda a una cansada defensa brasileña. La apuesta estuvo a punto de convertirse en un pleno: Benítez armó una buena jugada por la izquierda, que Tagliafico no alcanzó a definir.

Pero Sánchez Miño se transformó en villano al patear de manera displicente su penal, el sexto de la serie que decidió el partido. En ese punto, la historia ya era golpe por golpe. El que erraba, se quedaba afuera. Si el ex Boca, Torino, Cruzeiro y Estudiantes de La Plata convertía su disparo, Independiente pasaba. No lo hizo, y les dio a los brasileños otra vida.

Luego patearon (y convirtieron) Matheus Biteco y Toledo. El octavo disparo definió el pleito. Convirtió Tiaguinho. Le tocaba a Tagliafico. Pero el lateral formado en Banfield no pudo con Danilo, el arquero local que, con sus dos manos hacia adelante, entró en la historia de Chapecó. Independiente dirá que Danilo se adelantó más de un metro, y que el árbitro, el ecuatoriano Roddy Zambrano, miró para otro lado. Es justo decir que Zambrano tuvo una pésima tarde-noche. Se equivocó en casi todo: faltas claras, córners y hasta en los minutos que debió adicionar. E incluso debió haber expulsado a Thiego, por una descalificadora falta contra el propio Tagliafico.

Son apenas atenuantes para una producción gris de Independiente, un equipo armado hasta los dientes en nombres, pero que todavía no puede plasmar en la cancha todo lo que invierte: el último eslabón de la cadena de refuerzos es Maximiliano Meza, que parece haber llegado desde Gimnasia La Plata para quedarse en el equipo titular.

Hasta hace unos años, el problema de Independiente era la falta de liquidez. No tenía dinero ni para pagar los sueldos y era noticia por los pasivos multimillonarios. La historia comenzó a cambiar y llegó la fuerte inyección de dinero de la mano de Hugo Moyano, su presidente. El problema es que se sucedieron los entrenadores (Jorge Almirón, primero; Mauricio Pellegrino, después), y el equipo no encontró la identidad que su gente pretende. Llegó Milito y a muchos se les encendió la ilusión. Incluso, repatriaron a un ídolo como Germán Denis desde Italia.

Ni eso parece alcanzarle a Independiente, un equipo al que todavía le cuesta reverdecer en la cancha los logros del pasado. Jugando como ayer, los Rojos están demasiado lejos del bien ganado mote de “Rey de Copas”.

Por Alejandro Casar González
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