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La definición de la Copa Diego Maradona: Boca pone en juego con Banfield su futuro inmediato
Boca es un interesante capítulo de la psicología, un clásico asunto de diván. Está a horas de poder alcanzar una nueva estrella en su extraordinaria historia de títulos y leyendas, pero se queda atado, angustiado por lo que no pudo ser. La Copa Libertadores es la meta de los grandes del fútbol argentino, es cierto. Todo lo demás –absolutamente todo– queda relegado a un costado. Sin embargo, para el club más popular de nuestro medio, se convirtió en una obsesión, algo parecido a lo que le ocurría a San Lorenzo, hasta que abrazó esa copa maldita en 2014. El caso xeneize es diferente: suma seis, solo superado por Independiente y no consigue ese objetivo desde 2007, cuando tenía a Miguel Russo como entrenador –hoy, en el mismo espacio- y Román Riquelme en el campo de juego –hoy, en el escritorio-, una situación que lo lastima. No lo puede superar, siquiera, con nueve de los más variados títulos locales en todo este tiempo.
La intimidad xeneize
[R] ¡Así fue el viaje del plantel de #Boca rumbo a San Juan!#VamosBoca [R] pic.twitter.com/b0D60TFz7h&— Boca Jrs. Oficial (desde [R]) (@BocaJrsOficial) January 16, 2021
No puede enfocarse. Y si lo logra, no lo disfruta en toda su plenitud. La derrota contra Santos por 3 a 0, en Brasil, por las semifinales de la Copa Libertadores, reabrió una herida enorme, potenciada por la apatía global. No pareció un equipo típico xeneize, con fútbol, garra y corazón. Perdió –fue abofeteado, solo salvada la dignidad del resultado por un par de atajadas de Andrada– casi sin competir. Esa marca se extiende en el tiempo con la brutal contracara de River, eyectado en la misma instancia, pero al borde de la hazaña contra Palmeiras y con el orgullo intacto del ciclo de Gallardo. Extrañamente en el campo internacional, Boca sufre a la sombra de River en los últimos largos años. Las semifinales de 2019 y, sobre todo, la finalísima de 2018 así lo certifican.
Sin embargo, River está de vacaciones: no le alcanzó la nafta para llegar a la definición que este domingo tendrá Boca, a las 22.10, ante el jovial Banfield, en San Juan, por la Copa Diego Maradona. No sólo eso: el equipo xeneize, con la bandera de Carlos Tevez, en un final de fiesta y furia, le arrebató al equipo millonario el último torneo local. De algún modo, lo celebró en sus narices. Ahora mismo, tiene la ocasión de volver a salir campeón –se sabe, solo uno, entre 24 aspirantes– de un torneo de dudoso valor, es cierto, creado a las apuradas, también es verdad, pero nadie más que el ganador disfruta de ese privilegio. Boca lo tiene a tiro –si empatan en los 90 minutos, habrá penales– y, sin embargo, sabe de antemano que tiene sabor a poco. Que el hipotético júbilo en Cuyo no se asemejará en nada a lo que podría haberle dado la sensación de pisar el Maracaná.
Es un fascinante juego de hipótesis psicológicas, porque si ganar no alcanza, ¿qué ocurriría si pierde, dos encuentros decisivos, en menos de una semana? Queda la sensación, entonces, en el peligroso camino en el que ingresó nuestro fútbol, en el que lo único que importa es la Libertadores, que todo queda reducido a una mínima expresión. Al menos, en los grandes. Tal vez, la excepción sea Independiente, justamente el Rey de Copas, que no se consagra en el ámbito doméstico desde el Apertura 2002. Hasta River, el más ganador de nuestro fútbol, desprecia lo autóctono por los triunfos internacionales conseguidos con Marcelo Gallardo en la conducción. Ni el Rojo –vencido, también, en la Sudamericana demasiado pronto–, ni el Ciclón –los gigantes que se habían ilusionado con este experimento– están en San Juan. Es Boca, (casi) siempre Boca.
Izquierdoz y los kilómetros recorridos
Carlos Izquierdoz hace una reflexión de este escenario. "Llevamos un año y días con Miguel (Russo). Ganamos un título, llegamos a una semifinal de copa otra vez, como en los últimos tres años, pero quedamos afuera y nos dolió. La ilusión era importante, por eso nos duele. Tuvimos un mal día y quedamos afuera... La gente de Boca está enojada, por eso vamos a poner el pecho en donde sea. Estamos en otra final ahora y queremos ganarla. Tenemos el mismo sentimiento que la gente, ahora tenemos que demostrar en la cancha", asume.
Y fue más allá, en referencia a la actitud mostrada en Brasil. Los jugadores fueron juzgados, incluso, por los kilómetros recorridos. "Después les voy a pasar los datos del profe para que vean si corrimos o no... Podemos debatir lo que es jugar bien o jugar mal, pero son gustos y hay que analizarlo. Nosotros creemos que venimos haciendo las cosas bien, si no, no estaríamos acá. No sentimos que futbolísticamente estemos mal. Sí hay cosas que corregir. Sabemos que si perdemos va a venir la crítica. Es Boca y es lo que vende: lo tenemos clarísimo. A nosotros lo que realmente nos molestó es quedar afuera de la Copa, no lo que hablan".
Un triunfo oficia de momentáneo bálsamo reparador y hasta podría exhibir la estrella número 70, más allá de que en esa cifra se cuentan títulos de menor valor, entre profesionales y amateurs. Una derrota pondría en el ojo de la tormenta hasta a Román Riquelme, señalado en las últimas horas por Alexis Mac Allister y Pol Fernández, entre otros casos. Y en la travesía de responsabilidades, la lista es enorme: Miguel Russo fue señalado por su (falta) de audacia, Toto Salvio por sus rendimientos en el tramo decisivo y… casi toda la estantería. Carlos Tevez, que llegará a San Juan el mismo día de la definición por un problema personal, representa todo un desafío. A punto de cumplir 37 años y desgastado por no haber alcanzado la séptima.
El Taladro es la revelación de la Copa Diego Maradona. Con Martín Payero y Giuliano Galoppo como estandartes, Javier Sanguineti, el creador, lo define así: "Banfield es un equipo duro, difícil y que lastima. Es corredor e inteligente, pero también tiene buen pie y sabe jugar al fútbol. Los jugadores entendieron la mejor forma de llegar y eso es una virtud: ser directos, rápidos y dejar al rival mal organizado".
El título estelar del Taladro, dirigido por Julio Falcioni, fue justamente en la Bombonera, el 13 de diciembre de 2009, cuando dio la vuelta olímpica a pesar de caer por 2 a 0 con Boca, con tantos de Martín Palermo.
La caravana de la alegría
¡Gracias por el apoyo, Familia Banfileña! [R][R][R] pic.twitter.com/f1oEheAnuj&— Club A. Banfield (@CAB_oficial) January 16, 2021
El plantel de Banfield está tasado en unos 22 millones de euros, según los sitios especializados, pero es una verdad a medias: el mejor cotizado es Agustín Urzi, con 9 millones, que cerca estuvo de ser transferido, pero perdió chispa y suele sufrir con las lesiones. El juego de las diferencias con Boca es brutal. El plantel de la Ribera vale unos 95 millones. De los 28 jugadores del Taladro, apenas siete (Luciano Lollo, Rodrigo Arciero, Jonás Gutiérrez, Alejandro Cabrera, Luciano Pons, Mauricio Cuero y Fabián Bordagaray) no se formaron en las entrañas de la entidad. El sentido de pertenencia se respira en todos los rincones. El mejor ejemplo es Jesús Dátolo, que a los 36 años entiende perfectamente cuál es su espacio.
Banfield juega por la historia, Boca juega para escapar de la depresión. El premio, además, será un lugar para la Libertadores 2021, aunque Boca ya está clasificado. Un campeón de verano, en San Juan, luego de un año imposible, prólogo de un 2021 con emociones fuertes. Y todo lo que falta, todavía.
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