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Copa de África: Mohamed Salah quiere revancha para convertirse por fin en “la cuarta pirámide” de Egipto
La estrella de Liverpool busca el título que se le escapó en dos oportunidades con su selección
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“Cada paso que doy en el campo con la camiseta de mi país tiene un valor inapreciable. Estoy muy feliz de poder jugar este torneo y quiero ganarlo”. Para Mohamed Salah, “El Faraón”, “La cuarta pirámide”, “El orgullo de los árabes” y unos cuantos adjetivos más que expresan el mismo grado de admiración, la Copa Africana de Naciones que comenzará este sábado en Costa de Marfil llega en el momento indicado. Líder de la tabla de goleadores de la Premier League (junto a Erling Haaland), abanderado del renacido Liverpool que comanda el campeonato inglés y envuelto en los elogios de su entrenador, Jürgen Klopp, el delantero egipcio afronta también el desafío con una innegable sed de revancha.
La selección de Egipto puede alardear de ser la máxima ganadora de la competición, con siete títulos, pero desde 2010 que no levanta el trofeo y, peor aún, las tres ediciones más recientes sólo sumaron frustraciones. Dos finales perdidas, frente a Camerún en 2017 y Senegal en 2021, y una dolorosa eliminación ante Sudáfrica en la edición 2019 celebrada en el país del Nilo.
Todas esas ocasiones tuvieron un factor común: la estrella de la que más se esperaba siempre fue Salah, quien debutó con el equipo nacional en 2011, justo un año después de la última vuelta olímpica, y en ningún caso logró descollar como suele hacerlo en Anfield Road. Si se les suman la desgracia sufrida en la final de la Champions League 2018 (lesión en el hombro provocada por el español Sergio Ramos), que le impidió enseñar todas sus virtudes en el Mundial de Rusia; y la caída por penales ante Senegal en el partido decisivo de la clasificación para Qatar 2022, las ganas de desquite se explican por sí solas.
Esta vez, el destino parece abrirle los brazos al número 11 del Liverpool. Klopp modificó su rol en el equipo, y el rendimiento del jugador avala la decisión. “Salah siempre demostró ser capaz de hacer cosas diferentes, pero nosotros aprovechábamos sobre todo su velocidad en ataque mientras que el armador de juego era Firmino”, analiza el técnico alemán de los Reds: “Ahora tenemos a Darwin [Núñez] para correr arriba. Por eso le pedimos a Mo que cambiara su posición, y él ha sido lo suficientemente inteligente como para adaptarse enseguida. Entiende mucho mejor los espacios, sabe cómo los rivales reaccionan ante él y abre huecos para los compañeros. Hoy es un futbolista de clase mundial en todas las fases del juego, importante aunque no haga goles porque es una amenaza permanente para los contrarios”.
Los números, por otra parte, se ocupan de remarcar que retrasarse unos metros en la cancha no alejó al delantero egipcio de las redes adversarias. Desde que comenzó la temporada, ha festejado 22 tantos propios y brindado 9 asistencias, si se toman en cuenta los 29 partidos oficiales disputados con su club y su selección.
La relación con el gol ha sido una constante desde el comienzo de la carrera de Salah. De hecho, fue lo que obligó a El-Shishini, su primer entrenador en la categoría sub16 del modesto El Mokawloon de El Cairo, a alterar su percepción inicial y trasladarlo a la otra punta de la cancha. “En ese equipo había cinco laterales izquierdos, y Mo era uno de ellos. En un partido de la liga juvenil de la ciudad ganamos 4 a 0, y él desperdició cinco mano a mano con el arquero. Cuando entré al vestuario estaba llorando. Pero yo no había visto los goles que se perdió sino su capacidad para gambetear hasta llegar a enfrentar al arquero. Así que a partir de ese día decidí ponerlo de extremo derecho. Al final de esa temporada había marcado 35 goles”, recuerda aquel técnico que puede exhibir con orgullo la medalla de haber formado al mejor futbolista de la historia de su país.
Porque Salah es a Egipto lo que Diego Maradona y Lionel Messi juntos son para la Argentina. La afirmación puede sonar exagerada, porque Mo no ha alcanzado nunca los niveles de juego de los dos genios surgidos de nuestras canchas, ni ha levantado una Copa del Mundo, pero en su tierra conjuga a la perfección la identificación popular que siempre despertó Diego y la admiración absoluta por todo lo que exhibe Leo desde hace casi dos décadas.
“Su influencia es enorme, simplemente increíble. Su humildad, dedicación y sus buenas obras hacia los pobres lo han convertido en una de las figuras públicas más populares y adorables del país. Hay carteles, fotografías y murales por todas partes: cafés, cafeterías, centros comerciales…”, afirma Khalid Yousif, presidente del club de seguidores egipcios del Liverpool, y agrega: “Escuelas, centros comunitarios y calles en todo Egipto llevan su nombre. Los mayores lo ven como a un hijo, los de mediana edad como a un hermano o un amigo, los niños como un modelo a seguir, y todos lo vemos como un héroe”.
Semejante veneración se asienta sobre cuatro pilares. Uno, por supuesto, son sus éxitos futbolísticos en Europa. Otro es su alto nivel de religiosidad, muy por encima del que suelen demostrar otros deportistas musulmanes (su hija se llama Makka, nombre femenino de la ciudad santa de La Meca). Pero los dos factores quizás más alabados son su generosidad para ayudar a los más necesitados, y una rectitud moral que ha conocido muy pocos baches pese a los largos años bajo los focos de todo el país. Salah ha donado un hospital y una escuela a Nagrig, el pequeño pueblo rural donde nació, además de ayudar económicamente al municipio en otras muchas obras; colabora en campaña benéficas y/o solidarias siempre que ocurre algún suceso trágico en su país. Y no duda en expresar públicamente sus sentimientos proárabes. Por ejemplo, al manifestar su apoyo al pueblo palestino en el actual conflicto con Israel en Gaza.
¿Qué le falta al goleador del Liverpool para que se erija una estatua con su figura junto a la esfinge de Giza? Ganar un título con su selección. La duda, como viene ocurriendo en los últimos años, es si cuenta alrededor con un equipo que lo ayude a sostener la ilusión. Egipto ocupa actualmente la quinta posición entre los países africanos en el ránking FIFA (está 33º en la tabla general). Tiene por delante a Marruecos, el gran favorito en la cita marfileña, Senegal, Túnez y Argelia.
Pero desde que el portugués Rui Vitória -ex técnico de Benfica, Al-Nassr y Spartak de Moscú- tomó el mando del equipo en julio de 2022, el rendimiento general ha mejorado y de los 13 encuentros disputados venció en 11 y solo perdió 1 (en Etiopía, sin Salah).
Aunque lejos del nivel de su gran estrella, el plantel presenta dos caras muy notables. Todos los atacantes se desempeñan en Europa. Además de Salah, Omar Marmoush está en Eintracht Frankfurt (Alemania), Mostafa Mohamed en Nantes (Francia) y Mahmoud Trezeguet en Trabzonspor (Turquía). De mediocampo para atrás, en cambio, todos juegan en el fútbol local, ya sea en Al-Ahly (campeón de la Champions africana 2020, 2021 y 2023), Pyramids o Zamalek. El fiel de la balanza es Mohamed Elneny, experimentado volante central que suma 159 encuentros y ocho temporadas en Arsenal, de Inglaterra, aunque en las últimas dos su presencia en el campo ha sido cada vez menos frecuente.
Unos y otros, en cualquier caso, descansan en lo que pueda hacer Mo Salah, “El Faraón”, “El orgullo de los árabes”, el goleador que desde el sábado y hasta el 11 de febrero pugnará por levantar el trofeo que le falta y ganarse para siempre el amor incondicional de su gente.
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