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Copa Argentina: River se reencontró con síntomas alentadores y tres golazos para calmar las aguas
Derrotó por 3-0 a Barracas Central y avanzó a los octavos de final con una producción convincente en San Luis
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Golpe de efecto. River ganó, gustó y goleó en Villa Mercedes, San Luis. Era lo que necesitaba. Un sacudón. Un shock emocional que le permitiera ver el futuro con otros ojos. Porque siempre es necesario un triunfo para reconstruirse. Y lo logró en un duelo clave: venció 3-0 a Barracas Central, avanzó a octavos de final de la Copa Argentina para medirse con Defensa y Justicia y sostiene el sueño de consagrarse por cuarta vez en el torneo. Ya sin Copa Libertadores, sus objetivos locales siguen vigentes. Y el impacto de la victoria se entiende por el contexto negativo, un clima interno difícil y un presente que tras los últimos cuatro partidos sin victorias se había oscurecido.
River logró aire fresco contra Barracas. El equipo de Gallardo volvió a imponerse con firmeza y solvencia en una serie de Copa Argentina -en el ciclo ganó 29 de 33 eliminatorias-, torneo que le sienta bien. Y el volantazo que dio el entrenador en la formación fue todo un síntoma: para salir del pozo, hizo siete cambios con respecto a la caída 2-0 del domingo pasado con Godoy Cruz. Y funcionó.
Solo una variante fue obligada: Zuculini por el desgarrado Enzo Pérez. Mientras que los otros fueron decisiones del DT: Gómez por Mammana, Maidana por Díaz, Martínez por González Pirez, Simón por Paradela, Palavecino por De La Cruz y Barco por Beltrán. Únicamente repitieron Armani, Casco, Aliendro y Beltrán. Y la mejora fue muy clara. Salió a jugar el partido decidido, enchufado, con otra postura. Se notó una clara intención de romper el molde y dejar atrás los últimos cuatro partidos en los que no solo no pudo triunfar, sino que tampoco pudo estar al frente en el marcador.
Esa intensidad que le supo imprimir al partido se tradujo en peligro constante en el área de Barracas. Con buenas conexiones entre Casco, Aliendro y Simón por la banda derecha, constantes proyecciones de los laterales, desequilibrio de Barco, chispazos de Palavecino y un interesante trabajo de Beltrán, el equipo tuvo otra cara. Y abrió el marcador a los 21 minutos con un golazo espléndido de Casco, quien capturó un centro y sacó un remate bárbaro que se coló entre el travesaño y el ángulo del segundo palo del arquero Gagliardo para el 1-0.
En el primer tiempo, lógicamente, se repitieron descoordinaciones defensivas y falencias en el juego aéreo, dos de los puntos que más le han costado a River a lo largo del año. Pero, salvo alguna pelota parada y una apilada de Sepúlveda que derivó en una buena atajada de Armani, no hubo demasiado riesgo en el área millonaria. Y, con el correr de los minutos, pese a un tramo de indecisión tras el gol, el juego del equipo fue evolucionando.
En la segunda parte se acomodó muy bien con otra prestancia en el fondo y mejores combinaciones en ataque: potenció la circulación de pelota, juntó pases, abrió bien la cancha, atacó de una banda a la otra con facilidad y en el primer cuarto de hora le faltó ser más decidido para definir. Ese famoso poder de fuego parecía no resurgir, hasta que los mediocampistas se animaron. Vieron el arco con otro ímpetu. Y la historia se sentenció.
Primero, con la magia de Aliendro, la figura del partido. El jugador más inteligente. A los 20 del segundo tiempo, tras marcarle el pase en el área a Gómez por la izquierda, recibió, enganchó y asistió de taco y de caño a Palavecino, quien definió entre las piernas del arquero. Y luego, a los 28, un bombazo del propio Palavecino al ángulo desde afuera del área derivó en el 3-0 para sellar la goleada. River se destapó, dominó hasta el final el juego y ni siquiera sufrió la expulsión de Martínez, a quien, entre los goles, Andrés Merlos -de mal arbitraje- le mostró la segunda amarilla. Quizás, fue el único jugador que desentonó.
Para River era crucial una victoria. Para empezar a recuperar el vuelo perdido. Para sanar la eliminación en la Libertadores. Para renovar el ánimo. Y para calmar las aguas en un clima interno que empezaba a agitarse. Porque en los últimos días se acrecentaron preguntas, problemas y situaciones entre un Muñeco molesto por el rendimiento de su equipo y por la falta de celeridad en el mercado, futbolistas sin su mejor versión y, en parte, desgastados por la exigencia y dirigentes que han tenido chispazos en el último tiempo con el DT. Al punto tal que, para preservar la intimidad del plantel en un momento crítico, el CT pidió que con la delegación oficial a San Luis solo viajen Jorge Brito, Matías Patanian, Enzo Francescoli y Eduardo Barrionuevo, los dirigentes más cercanos. Nadie más, a pesar de que suelen formar parte del avión integrantes de la CD de segunda y tercera línea.
Así, el 3-0 de River tuvo tintes de rebeldía para empezar a soltarse. Los goles se gritaron con bronca. Fueron tres desahogos. Y ahora tendrá un puntapié inicial del cual agarrarse para serenarse, recomponerse y volver a creer.
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