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Historias mínimas de Atlanta: la camiseta especial, el admirador de Gallardo y la ilusión de jugar contra River
Esta noche, el conjunto de Villa Crespo intentará repetir las noches de gloria que supo gozar en los 64 años en que estuvo en la primera A; de la B Metropolitana a codearse con el equipo de Marcelo Gallardo
Los sueños no tienen dueño. Ojo con creer que son patrimonio de unos pocos. Quién puede arrogarse el derecho a decirle a alguien que no debe ilusionarse con aquello que parece imposible. La boheme, que nació en Francia, era sinónimo de hombres que llevaban una vida vinculada a los sentimientos y con poco apego a lo material, por qué no creer que por ahí, en San Juan, anda un Bohemio pensando en una quimera. Corazón de Villa Crespo, ahí en la calle Humboldt, Atlanta es un pedazo de historia del fútbol argentino. Si alguno cree que es un caído del catre que simplemente se conformará con quitarle el pavonearse a River, es porque desconoce la grandeza del club que supo disfrutar de las andanzas de Palito Candau y de Gómez Voglino en el fútbol grande de estas tierras, allá por los 70.
No se asusta el Bohemio. Sabe que la empresa es compleja. Recuerda y se le eriza la piel con ese gol de Fernando Lorefice, en la B Nacional, cuando el 8 de abril de 2012 le dio en las cancha de Vélez un cachetazo a River, que antes lo había humillado con un 7-1 del que tampoco se olvida. Les hierve la sangre a esos 2500 locos que juntaron los pesos para viajar a San Juan, esperando que llueva el milagro que les permita llegar a ese fin de mes futbolero que desde 1984, cuando jugó por última vez en primera, lo cubre con las últimas monedas. Será, en definitiva, como recuperar algo de esos 64 años de permanencia en la máxima categoría. Y como para rememorar aquel momento de 2012, esta noche, en el estadio Bicentenario, el Bohemio presentará una camiseta –de edición limitada– que recordará aquel partido en Liniers. Una mueca de felicidad. Tendrá el tradicional color azul y amarillo, las franjas verticales, un pequeño detalle en blanco (como la de 2012) y un parche conmemorativo.
Atlanta pretende dejar atrás, al menos por una noche, el mal acumulado. No quiere ni recordar esas fajas que se veían en todo el club, en 1997, que decían “Secretaría N° 22, Club Atlético Atlanta Asoc. Civil s/quiebra”. Ahora es tiempo de disfrute, después de tanta lucha, de un andar sin pausa para recuperar la sede, un guiño del destino lo vuelve a poner ante River.
Y no importa que el presupuesto mensual del fútbol del Bohemio sea de 1.200.000 pesos, mientras que Marcelo Gallardo y los suyos tienen una billetera que les permite contar mes a mes tantos billetes que pierden la cuenta (se calcula que tiene un presupuesto total mensual de unos$ 50.000.000). No se detiene en ese asunto el conjunto de Villa Crespo, porque ahora respira un poco más aliviado: el hecho de llegar a esta instancia le permitió quedarse con un cheque de la Copa Argentina por 1.420.000 de pesos. Si avanza a las semifinales, el premio será de 2 millones.
La pelota no es sólo de los poderosos. El fútbol es un universo en donde las historias se igualan. Porque es real que Ignacio Scocco es uno de los delanteros más talentosos del fútbol local, que anduvo por Europa quemando redes. O que Leonardo Ponzio, el capitán de los millonarios, escribió también parte de su historia por España. Cuando la pelota se pone a rodar no cuenta nada más. Porque Atlanta no sabe de esos lujos, pero sí sabe de sacrificio. Y ahí anda Adrián Martínez, el goleador. El pibe que no hizo inferiores, que debutó en la primera a los 22 años y que estuvo preso durante seis meses en la Penitenciaría Nº 21 de Campana. En 2014 lo detuvieron por una acusación falsa y estuvo tras las rejas: “A mi hermano le pegaron un par de tiros y la gente del barrio (Las Acacias, en Campana) le prendió fuego la casa a los agresores. Por ese hecho, a mí y a mi papá nos metieron presos. Estuvimos seis meses encerrados, hasta que resolvieron dejarme libre de culpa y cargo”.
Martínez, hincha de River, antes fue recolector de basura, anduvo en las cancha de la C y hoy es el centrodelantero del Bohemio, tiene el mismo deseo que Scocco o Ponzio: llegar a la semifinal de la Copa Argentina.
No hay equivalencias, es verdad. Uno de la primera B Metropolitana y otro de la elite. Los distancian las preocupaciones, porque Atlanta quiere volver, al menos, a la B Nacional, y River está enfocado en levantar una vez más el cetro de América, con la conquista de la Copa Libertadores. Pero quién puede arrebatarles a los dirigentes de la entidad de Villa Crespo la ilusión. Quién puede decirles a esos hinchas, que tienen funciones más protocolares, que el esfuerzo de 14 horas viajando en ómnibus para ir a ver al Bohemio a San Juan no vale la pena. La Copa Argentina le dio al club 35 pasajes en avión, por eso los jugadores, cuerpo técnico, utileros y el presidente, Gabriel Greco, tuvieron un privilegio “de primera”. La plata no alcanza para más.
La posibilidad de dar un pequeño paso hacia la reconstrucción de la historia está en las manos de uno grupo de jugadores que se restrega los ojos por lo que está por vivir. “Se viene un encuentro soñado contra River, no lo podemos creer. Nuestro principal objetivo es ascender a la B Nacional, pero nos merecemos enfrentar a un equipo de esa jerarquía. Hay que disfrutar”, dice Fabricio Pedrozo, el delantero que marcó el primer tanto ante Belgrano.
Se potencia su ilusión cuando revisa lo que logró en esta Copa y advierte que junto con Estudiantes de Buenos Aires, son los dos únicos equipos de la B Metropolitana que lograron meterse entre los ocho mejores de la historia de la competencia. Es cierto que a los más grandes el pasado les regaló el privilegio de ver a Griguol, Artime o a Ribolzi, pero cómo no disfrutar de estos pequeños placeres cuando el sol suele encapricharse con darle en la cara a otros.
Y Francisco Berscé, al que se lo recordaba en Villa Crespo por su paso como arquero del club, en la temporada 2000/01, tiene en sus manos la posibilidad de convencer a sus muchachos de que no hay jerarquías esta noche. Incluso para él vale la prédica, porque es un confeso admirador de Marcelo Gallardo. “Dentro de la cancha la admiración tiene que quedar de lado. No hay táctica para controlar la jerarquía individual. Sabemos que tenemos que hacer un gran partido”, reflexionó Berscé.
Y así va el Bohemio, atado a una ilusión, sabiendo que lo suyo es sufrir, aunque, quién sabe, quizá sea una de esas jornadas épicas, una de esas en las Juan Gelman y Don Osvaldo Pugliese se junten, apuren un café y griten algún que otro gol de Atlanta.
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