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Copa América y Juegos Olímpicos: del equipo de todos al que se hundió en la indiferencia
En 18 días, el fútbol argentino en el nivel de seleccionado pasó de la gloria de un título a una eliminación de un Sub 23 que no se sobrepuso a las ausencias y falta de apoyo
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En solo 18 días, el fútbol argentino en el nivel de seleccionado pasó de ser campeón de la Copa América en una final en el Maracaná a quedar eliminado prematuramente en los Juegos Olímpicos de Tokio, bajo la lluvia fina que cayó en el estadio de Saitama. El contraste en los resultados también es un reflejo del diferente potencial entre un plantel y otro, de la posibilidad de contar con lo mejor en un caso y de arreglarse con lo que quedó en el otro. De la atención prioritaria que acompañó a un equipo y de la mirada de soslayo en que se movió el otro. Se tome un enfoque u otro, no deja de ser el fútbol argentino.
Quizá el único punto de contacto fue la reminiscencia olímpica que tuvo el gol de Ángel Di María a Brasil con el que le hizo a Nigeria para ganar la medalla dorada en Pekín 2008, último gran suceso del fútbol argentino en unos Juegos, que le dio continuidad al primer escalón del podio en Atenas 2004. Otros tiempos. Luego sobrevino el desierto: no se clasificó a Londres 2012 y se despidió en la etapa de grupos en Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020.
Además de Di María, en aquel campeón olímpico estuvieron Lionel Messi y Sergio Agüero, presentes 13 años después en el título de la Copa América. Sergio Romero, Mascherano, Gago, Banega, Riquelme y Lavezzi fueron otros componentes de aquel plantel que dirigía Sergio Batista, mucho mejor pertrechado que su hermano Fernando en lo referente a la tropa que llevó a Tokio.
Cuesta proyectar que algunos de los futbolistas que perdieron ante Australia (0-2), le ganaron ajustadamente a Egipto (1-0) y empataron con España (1-1) sean en un futuro piezas determinantes de un seleccionado mayor que se destaque en una Copa América o un Mundial.
El gol de Belmonte ante España
La prematura eliminación no era un destino inexorable, pero se convirtió en una amenaza latente desde el pobre debut contra Australia. No había mucho resto para reparar ese agujero inicial, más allá de que en los últimos cinco minutos frente a España hubo una reacción anímica que lo acercó a un triunfo que hubiera rozado lo milagroso. Apenas el carácter y la rebeldía, dos señas de identidad a las que suele recurrir el fútbol argentino cuando anda corto de juego y recursos, carencias evidentes en este Sub 23.
“No fue una decepción, para nada. Tengo bronca y tristeza, pero estoy orgulloso de estos jugadores. Estamos trabajando en un proyecto. Lógicamente teníamos el sueño de llegar lo más lejos posible, pero esto no termina acá. El camino se inició hace cuatro años con los seleccionados juveniles”, expresó en la conferencia de prensa Batista, cuya próxima misión será el Campeonato Sudamericano Sub 20, que se debió disputar a principios de este año y fue pospuesto para finales a causa de la pandemia.
La Argentina fue a los Juegos Olímpicos bajo el condicionante de que los clubes estaban eximidos reglamentariamente de ceder a los jugadores, por disposición de la FIFA, que nunca hizo fuerte alianzas con el Comité Olímpico Internacional. Así las cosas, se dependía de la capacidad negociadora de la AFA o de la buena voluntad de los clubes. No ocurrió ni una cosa ni la otra. La AFA cumplió en lo logístico de la preparación del plantel, pero no pudo satisfacer los deseos del entrenador en cuanto a las convocatorias. No hubo representantes de Boca, River, Racing e Independiente. Tampoco de Rosario Central y Newell’s. La “generosidad” corrió por cuenta de Vélez, Lanús y Banfield, clubes que cedieron dos futbolistas cada uno. Aunque no faltaron los reproches al ver que algún jugador no era aprovechado, como en el caso de Thiago Almada. “Lo llevaron de paseo”, disparó este miércoles su compañero Federico Mancuello.
La clasificación a los Juegos se había conseguido con la medalla dorada en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, con una formación compuesta por segundas y terceras opciones de convocados. Esa competencia fue un buen trampolín para Nicolás González, que luego se hizo habitual en las citaciones de Lionel Scaloni.
Cuando los Juegos de Tokio todavía estaban en pie para 2020, antes de la postergación por la pandemia, Batista había dado una lista previa de 50 jugadores, con varios nombres que las circunstancias y las negativas lo obligaron a ir descartando. Estaban, entre otros, Montiel, Cristian Romero, Foyth, Senesi, Lisandro Martínez, Capaldo, Nicolás Domínguez, Palacios, Zaracho, Lautaro Martínez, Nico González, Julián Álvarez. Individualidades que hubieran elevado el chato nivel en Tokio. Menos trabas tuvo España, que pudo contar con cinco jugadores que unas semanas antes habían disputado la Eurocopa: Simón, Eric García, Pau Torres, Pedri y Olmo. Brasil tiene a Richarlison, en una formación liderada por Dani Alves, que a los 38 años va por uno de los pocos títulos que le falta a su notable carrera.
Del cupo de tres futbolistas mayores de 23 años, solo se ocupó uno con el arquero Jeremías Ledesma, quizá el más destacado en el balance de los tres cotejos. En vía muerta quedaron los pedidos por Lucas Alario, Enzo Pérez y Carlos Izquierdoz. Para establecer un paralelo, cabe recordar que Marcelo Bielsa llevó a Atenas como mayores de 23 a Roberto Ayala, Gabriel Heinze y Cristian González.
Más allá de las carencias, se esperaba algo más de la Argentina. Los dos goles en el torneo –uno del zaguero Medina y otro del volante Belmonte-fueron con la pelota detenida. Las llegadas con juego elaborado se contaban con los dedos de una mano. Al centro-delantero Gaich le llegó poco juego y quedó aislado, lo cual acentúa alguna de sus limitaciones técnicas en el retroceso; Alexis Mac Allister estuvo por debajo de las expectativas y tampoco los extremos Barco, De la Vega y Urzi hicieron la diferencia. La dupla central Nehuén Pérez-Medina, fuertes y ágiles, tienen un margen de evolución. Poco gobierno del juego y fluidez en la salida aportaron en Vera y Payero. De los laterales, De la Fuente, Herrera, Ortega y Bravo, poco para rescatar.
Y quedó la paradoja de Thiago Almada, con un puñado de minutos en tres partidos en un equipo al que no le sobraba talento ni gambeta, mientras Vélez cierra su transferencia a Atlanta United en 15 millones dólares.
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