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Copa América. Rápida y furiosa o lenta y aburrida: por qué a la selección argentina se le rompió el velocímetro
Cuando el equipo de Scaloni acelera es capaz de sorprender y anotar un gol en 8 segundos; cuando no aporta cambio de ritmo ni rapidez en las resoluciones, su aporte ofensivo es casi nulo
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Se apuntó varias veces que la Argentina suele tener dificultades para generar situaciones de riesgo elaboradas. Cuenta con varios futbolistas habilidosos y con capacidad para desequilibrar, pero las asociaciones se ven a esporádicamente, no hay un plan de juego nítido que las potencie. Contra Paraguay, por la tercera fecha de la Copa América, la selección de Lionel Scaloni ganó 1-0 con un muy buen gol de Alejandro Papu Gómez, pero de nuevo pareció algo aislado, fuera de contexto. Y, desde el análisis táctico, potenció una sensación: cuando la Argentina ataca rápido y con espacios, puede ser muy peligrosa pero, cuando hace todo lento y el rival lo espera bien ordenado en el fondo, el equipo aburre y choca contra sus propias limitaciones.
El propio Lionel Messi cae en esa trampa. Porque su aporte también es desequilibrante cuando acelera, pero termina siendo predecible cuando se frena y se queda sin alternativas de pase hacia adelante. Ante Paraguay se pudieron ver varias jugadas en donde, cuando la selección lograba ejecutar transiciones rápidas, golpeó o estuvo cerca de lastimar; cuando avanzaba con el freno de mano puesto, terminaba siendo fácil de controlar por el adversario.
El ataque de la selección en el primer tiempo fue peligroso; en el segundo, demasiado tibio. Argentina generó seis chances de gol, cinco en los primeros 45 minutos. Y eso se dio porque aunque Messi solía retrasarse hasta el círculo central para tomar contacto con la pelota -como se vio en varios pasajes de los partidos en esta Copa América- rompía líneas hacia adelante con aceleraciones o pases verticales.
Un ataque en 8 segundos
Antes del minuto se había dado una jugada en la que Messi terminó pisando el área como falso 9. Y las dos situaciones más claras (el gol de Gómez y el gol anulado a Junior Alonso) en las que fue veloz y vertical, sorprendió a su rival y los finalizadores tuvieron más de una alternativa de pase hacia adelante. En la acción del 1-0, a los 9 minutos, cuando Di María filtra el pase para el Papu, también tenía otros tres compañeros para buscar como referencias, en especial Sergio Agüero y también Nahuel Molina. Ese ataque, a partir que el 10 de Barcelona abre la pelota hacia Di María, se genera en 8 segundos. Y todos actuaron rápido, porque quien le da el primer pase a Messi a la altura del círculo central es el propio Di María. Tocó y fue a máxima velocidad.
Molina, el lateral derecho de Udinese hizo un gran partido, tanto en ataque como en defensa. Y aparece en la foto del gol con un pasaje por detrás interesante, respaldando la acción, como también sucedió en el avance que finaliza en el gol en contra de Alonso, luego anulado. Esas proyecciones de los laterales generan movimientos, distracciones y corrimientos de marcas aunque no reciban la pelota.
La jugada que termina en el remate de Di María desde afuera es un ataque que Argentina fabrica en once segundos. Y luego, a partir del rebote del arquero Silva, resuelve la segunda jugada en tres toques: Paredes-Papu Gómez-Alonso en contra. En el punto penal, esperaban Messi y Agüero.
La selección de Scaloni también suele mostrar dos caras, una en los primeros tiempos y otra en los segundos, cuando se queda demasiado, termina defendiendo muy cerca de Emiliano Martínez y acusa el desgaste de correr mucho detrás de la pelota. Y de un tiempo a otro, además que el equipo perdió una frescura que no fue reactivada ni siquiera con los cambios del DT, la velocidad de ataque ya no fue la misma.
En la segunda etapa ante Paraguay, la única aproximación de la selección fue una jugada de lateral desde la izquierda de Tagliafico para Joaquín Correa (había reemplazado a Agüero) y un rebote defensivo fue tomado por Messi, que pateó desde afuera del área. Desde la fría estadística, eso fue todo. Y eso sucedió porque, más allá del cansancio lógico desde lo físico por la cantidad de partidos acumulados, la velocidad en la toma de decisiones tampoco fue la misma.
El equipo se paró mucho más atrás, algo que pasa a ser normal en la Copa América y las Eliminatorias para la Argentina. Eso, de por sí, les da a los jugadores argentinos muchos más metros para recorrer hacia el arco rival. Y si encima esos intentos terminan siendo demasiado individualistas o forzados, los avances bajan en eficacia. Eso sucedió ante Paraguay, en donde los ingresos de Nico Domínguez, Ángel Correa y Joaquín Correa no le recargaron la energía al equipo. Los ataques ya no se intentaban realizar en ocho o 11 segundos; aunque hubo jugadas de contraataque, pasaban 30 segundos y la selección seguía con la posesión en el mismo lugar, casi sin alternativas para filtrar hacia adelante. Y Messi cayó preso de esa desconexión general.
El juego colectivo de la selección sigue en deuda. Pero, ante Paraguay, se confirmó la apreciación: si encima ataca lento y anunciado, una combinación con nombres de jerarquía se puede transformar en un avance más. Si, en cambio, acelera, le imprime otra velocidad a los cambios de ritmo y busca jugar hacia adelante, puede soñar con hacerle daño hasta a la mismísima Brasil.
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