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Copa América. Lo que sí, lo que no y lo que tal vez: al ciclo Scaloni en la selección argentina le llegó una hora decisiva
La era del entrenador cumplió 30 partidos, alcanzados en casi tres años; a mitad de camino en el torneo continental y con el Mundial todavía lejos, asoma una etapa de definiciones contundentes
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Todo es extraño en estos tiempos. Que la selección argentina haya tenido un entrenador debutante como tal y que tres años después haya pasado la línea de los 30 partidos es parte de esas rarezas. Tanto como que a esta altura las eliminatorias no hayan llegado a la mitad y el ciclo hasta el próximo Mundial sea el más largo de los tiempos modernos. Valga el juego: ¿qué tiene?, ¿qué le falta?, ¿qué se adivina en el horizonte de la era Scaloni? Vaya aquí un ejercicio de repaso y proyección, en medio de una Copa América que sigue siendo una oportunidad de oro para lanzarse de una vez por todas hacia la consolidación.
Lo que los números pintan
En los 30 partidos que Scaloni cumplió al mando de la selección tuvo a disposición a 79 futbolistas, a partir de la primera convocatoria para jugar ante Guatemala y Colombia en septiembre de 2018, cuando asomaba como interino. Le cabe a él la decisión tajante de haber encarado una renovación necesaria y demorada por sus antecesores. Eso explica, en buena parte, que el número haya sido tan alto: no es fácil ponerse la camiseta argentina y estar a su altura.
De esos 78 citados, 67 jugaron al menos un minuto entre amistosos (15) y partidos oficiales (15). Así y todo, a esta altura los apellidos que pueden catalogarse como titulares indiscutibles para Scaloni son menos de la mitad del equipo. De atrás para adelante, se puede mencionar a Nicolás Otamendi, Rodrigo de Paul, Leandro Paredes, Lionel Messi y Lautaro Martínez. Con un asterisco: nunca como hasta ahora, la posición de Paredes -el que más jugó, con 29 presencias-, estuvo tan en observación. Y eso dice mucho: pocas posiciones como la de volante central marcan el pulso de un equipo. ¿Y el arquero? Hasta este momento, Armani era el dueño del puesto, pero si Emiliano Martínez aprueba el examen que está rindiendo en estas semanas, el cambio de manos habrá llegado para quedarse.
Otro dato: la selección anotó 52 goles, con un promedio que no llega a los dos por partido (1,73). Un poder de fuego recortado si se atiende el peso y la variedad de los delanteros que formaron parte de cada partido. En ningún partido oficial, por ejemplo, anotó tres goles. Y ese número total está ayudado por algunos rivales del subsuelo del fútbol: se contabilizan un 3-0 a Guatemala, un 4-0 a Irak, un 5-1 a Nicaragua y un 6-1 en un amistoso a una Ecuador que no tenía entrenador ni un plantel estable, por ejemplo.
¿Qué es el estilo?
“Hay una idea y eso no va a cambiar. Me interesa la posesión si el equipo tiene la pelota para atacar.” Las palabras del DT, ofrecidas una semana atrás, chocan con el viraje que el equipo dio a partir del partido ante Uruguay en Brasilia, el último viernes. Tanto esa noche como en el último compromiso, el chip cambió desde que Argentina se puso en ventaja. Más ostensible fue frente a Paraguay, un rival que no necesitó dar un paso adelante para que la selección retrocediera. La estadística lo muestra: la posesión de pelota de Argentina fue de un 43% frente a un equipo que no necesitó quitársela. La selección la cedió, al revés de lo que el concepto del entrenador presupone.
Así, la presencia de un jugador de control y pase como Lo Celso, por ejemplo, resulta improductiva. Si el plan es esperar y correr a la contra, conviene otro perfil de volantes. Como lo que Scaloni había planteado en su primer año: un equipo ágil, con extremos veloces, y poca posesión. Incluso para el juego de Messi, esta versión que asoma no es la más favorable. Rodearlo, darle opciones de pase y descarga, jugarle diagonales que le abran camino siempre será más útil para su genio que obligarlo a recorrer 50 metros con la pelota. Fue notable cómo la defendió ante Uruguay, obligando a que lo cortaran con falta, en los últimos cinco minutos. Pero un recurso no puede reemplazar a un plan. Y si el diagrama es esta nueva manera, se necesitará del convencimiento de la tropa. A un año y medio del Mundial, el gran objetivo, lo que queda de esta Copa América darán la medida de si el cambio a mitad del río valió la pena.
La materia Messi
El ciclo de Lionel Scaloni, como el de los anteriores ocho entrenadores de la selección, está atravesado por el peso específico de su tocayo de apellido Messi. Es fácil mensurar ahora cuánto interviene en la gestión de un técnico novel la presencia (o ausencia) de alguien de semejante poder de influencia. Pero, justo es decirlo, no es nuevo. ¿O no se le sigue recordando a Pekerman, el DT que hizo debutar en la selección al joven Lionel, que lo dejó en el banco el día del partido ante Alemania en el Mundial 2006?
Por eso, ninguna apreciación sobre la marcha de estos tres años puede escindirse del magnetismo de Leo. Al principio, por su ausencia: Messi debutó en el ciclo Scaloni al séptimo partido, la noche de un 1-3 ante Venezuela en Madrid, en marzo de 2019. Aquel partido sirvió de muestra sobre lo que sucede cuando él está: todos los técnicos le dan vueltas a la idea de juego para favorecer su presencia, naturalmente. Pero tanto forzó el asunto el DT que jugó por primera vez con una línea de tres defensores, un experimento que salió tan mal que se rompió ya en el primer tiempo. ¿Alguien puede culpar a Messi de ese movimiento? Por supuesto que no. En todo caso, la responsabilidad de encontrar soluciones para incluir en el sistema al mejor de todos es de los que conducen.
Que no es fácil gestionar su humor no es nuevo. La anécdota más fresca lo vuelve a poner sobre la mesa: Scaloni había decidido darle descanso el lunes, ante Paraguay. El plantel sabía que Papu Gómez iba a jugar en su lugar. Pero torcerle la voluntad, aun al borde de los 34 años, sigue siendo imposible: Messi quiso jugar, y jugó. ¿No pudo convencerlo Scaloni de la conveniencia del descanso, después de haber acumulado todos los minutos de cuatro partidos seguidos en 18 días? No, como tampoco en su tiempo pudieron hacerlo Guardiola, Luis Enrique, Valverde. O Batista, Sabella, Martino… Un dato: el 10 es el único futbolista que participó en los 15 partidos oficiales que Scaloni dirigió a la selección, entre las dos Copas América y las eliminatorias.
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