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Copa América: Lionel Scaloni tiene un problema porque la selección argentina siempre está empezando
El equipo repite sus problemas y no logra asentar una idea sostenida con el transcurrir de los minutos; los cambios atentan contra la identidad
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La Argentina dio un paso al frente en la Copa América. Pero después, dubitativa, volvió sobre sus huellas. Quedó en el mismo lugar. Algo parecido había ocurrido frente a Colombia. Buenas intenciones. Toques interesantes. Jugadas creativas. Y, un rato después, el retroceso, la nebulosa. Las dudas. Los cambios. Un empate –otro– con sensación de bolsillos agujereados. Con la impresión de que todo pudo haber sido mucho mejor. Habrá que empezar de nuevo. Aunque tal vez allí esté el problema: el seleccionado siempre está empezando.
El recambio que impulsó Lionel Scaloni es un hecho con tres años de trabajo. Hay virtudes en nombres encontrados en un muestrario poco recorrido. Esas búsquedas son lo mejor de la gestión. Lionel Messi encontró un lugar preponderante sin sentirse un salvador. El equipo tiene personalidad aún con la ausencia de aquellos viejos caudillos. No se deja llevar por delante. Como anoche, frente a Chile, con Vidal, Medel, Bravo, Isla o Mena, por caso, exponentes de una generación con temple, carácter y rodaje. Nadie escatimó piernas.
Pero el equipo argentino no consigue afirmarse sobre sus pilares. Va y viene. Oscila entre la valentía y los titubeos. Si se lanza decidido, marca diferencias. Eso sí: le falta punch, peso ofensivo. La fortuna resulta esquiva en los metros finales, es verdad. Tan cierto como que Lautaro Martínez no atraviesa su mejor momento frente al arco y que las variantes no garantizan eficacia.
El seleccionado también se pierde en un remolino de planes confusos. Se desinfla si las cosas se tuercen de repente, como en el penal de Tagliafico a Arturo Vidal. O como los errores de Foyth ante Colombia, el jueves último, por las eliminatorias. Así, los adversarios crecen, se envalentonan a la par de las decisiones zigzagueantes que actúan como un estímulo para los demás.
Entonces, Scaloni vuelve a empezar. Sí, otra vez. Sale uno de sus emblemas, Paredes, llamativamente, para dejarle el lugar a Exequiel Palacios. Un rato antes entra Di María, con sus vaivenes con el entrenador a cuestas, por Lo Celso. La falta de contundencia propicia el ingreso de Agüero. No hay caso. Ya cerca del final, lateral por lateral: Molina por Montiel. En ese sentido, la mano del DT no entrega un trazo definido en una hoja de ruta a la que le restan varias escalas. Una identidad que se construye más allá del estado del campo de juego. Lectura errónea. No verlo sería el problema más grave.
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