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Copa América. El debut de la selección argentina no fue el de un candidato que quiere arrebatarle el título a Brasil en su casa
En el empate 1-1 ante Chile dejó pasar la oportunidad de despejar dudas y consolidar un estilo; por tercera vez consecutiva le igualaron un partido que ganaba con un golazo de tiro libre de Messi; nuevamente, los cambios de Lionel Scaloni no sirvieron para lograr un triunfo
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Como si fuera una prolongación de las eliminatorias, la Argentina se sigue buscando y tampoco se encontró en el debut en la Copa América. Pinta bien y se desdibuja. Promete y no cumple. Otros 90 minutos para el diván. No fue la presentación de un candidato que va a arrebatarle el título a Brasil en su casa, sino la de un equipo instalado en una infinita fase experimental, con dudas y desniveles por donde se les escurren los triunfos, situación que de tanto repetirse puede hacer mella en la confianza, a viajar en un claroscuro del que se está demorando demasiado en salir.
La Argentina construye y rompe en un mismo partido, y desde el banco no asoma el arquitecto Scaloni para ordenar los planos y rectificar lo que se tuerce sobre la marcha. Sigue faltando el partido arduo y complicado que se gana a partir de los cambios del entrenador.
Tercer empate consecutivo en diez días, y en todos los casos la Argentina resignó puntos después de estar en ventaja. Ocurrió algo similar a lo de Barranquilla: arriba en el marcador, se repliega, le da ínfulas al rival y no muestra oficio para cerrarse bien y no conceder oportunidades. Abandona el plan más ambicioso, se mete solo en problemas y después pretende recuperar el terreno perdido desde el apuro y el atropello, que magnifican la extendida falta de gol, reflejada en el desorientado Lautaro Martínez y en la escasa lucidez de Nico González para coronar con el gol su productivo desgaste por la banda izquierda.
El resumen del empate 1-1
La Argentina le saca poco rédito a sus virtudes y paga caro sus pecados. La ecuación tiene un poco confundido a Scaloni, que no termina de graduarse como entrenador porque sus reacomodamientos no se traducen en victorias. Diez minutos después del empate de Chile innovó a fondo al quitar a Paredes, su jugador fetiche. La función de volante central no tuvo dueño, se la repartieron entre el ingresado Palacios y De Paul, que por estar en tantos lados muchas veces no ocupa ninguno. Di María, Agüero y Joaquín Correa entraron para ver lo que podían cazar de los ataques en tromba. ¿Por qué no Ángel Correa, que tan bien había impresionado contra Chile por las eliminatorias y viene de un estupendo cierre de temporada en el Atlético de Madrid? No siempre es fácil de entender Scaloni.
Si hay un tiro libre para apuntarle al arco, la opción es única e invariable: le pega Messi. Nada de un ejecutante alternativo o de una acción ensayada con movimientos de distracción para sorprender al adversario. El laboratorio está cada vez más instalado en el fútbol, pero todavía no suprime la impronta individual del N° 10. Ocurre en Barcelona y también en el seleccionado. Aunque sea repetida la fórmula, el remate franco de Messi se mantiene como un recurso insustituible.
Desde que Diego Maradona se fue de este mundo, Messi es puntual para rendirle homenaje cuando hay un recordatorio puntual. Conmebol preparó un video evocativo de Diego que se proyectó sobre la cancha del estadio Olímpico minutos antes del partido. Quizá haya sido inspirador para que Messi ejecutara un tiro libre a lo Maradona a los 32 minutos del primer tiempo. Su ex compañero en Barcelona Claudio Bravo se había estirado todo lo que le daba el cuerpo para desviarle un tiro libre en el reciente encuentro por las eliminatorias. También el colombiano Ospina había sido puro reflejo la semana pasada.
Esta vez, el zurdazo combado por encima de la barrera no fue alcanzado por la volada de Bravo. Fue el 57° gol de tiro libre en la carrera de Messi, siete de ellos con el seleccionado. Su eficacia con la pelota detenida solucionó la falta de definición que había tenido el equipo para resolver las llegadas asociadas.
Le llevó unos diez minutos a la Argentina acomodarse a un campo de juego blando y pesado. De arranque fue testigo de la iniciativa de Chile; recuperaba la pelota demasiado atrás y Paredes se repetía en los foules. El seleccionado empezó a tomar aire por la izquierda, con la salida de Tagliafico y las combinaciones entre Lo Celso y Nicolás González, explosivo y profundo en sus intervenciones. El jugador del Stuttgart asegura máxima entrega, nunca deja al equipo con uno menos.
La Argentina se empezó a encontrar más con la pelota, le imprimía ritmo al partido, pero el que no daba con el arco era Lautaro Martínez. Su falta de puntería y la imprecisión para conectar alguna asistencia privaban al seleccionado del primer gol. El alivio lo trajo Messi, mientras “Dibu” Martínez tenía un atardecer tranquilo, solo veía pasar desviado un remate cruzado de Meneses. Ya tendría tiempo para activarse el arquero que le ganó la titularidad a Armani.
Si bien Chile inquietó poco en el primer tiempo, Martínez Quarta no daba seguridad, perdía la posición con facilidad y no era seguro con la pelota. Algunas veces lo corrigió Otamendi, su compañero de zaga por sexto encuentro en el seleccionado.
Como en otros cotejos de este ciclo, la Argentina se iba al descanso con una imagen futbolística interesante y el envión que suponía estar 1-0. Había sido superior a Chile, era una tarea que necesitaba confirmarse en el segundo tiempo. No lo hizo, abrió margen para las dudas. El equipo trasandino empató con un penal en una jugada que a primera vista parece un choque hasta que el VAR mete el escalpelo para detectar un golpe de Tagliafico a Vidal. No alcanzó la gran atajada de Martínez del penal de Vidal porque el rebote en el travesaño lo tomó Vargas, que se anticipó a un equipo lento de reacción.
Messi después reconoció que faltaron tranquilidad, control de la pelota y jugar más rápido. El día anterior, Leo había dicho que esta copa era el momento para dar un golpe. El golpe se lo pegó la Argentina en el debut.
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