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Copa América. Lautaro Martínez, el chico que quería ser como el papá pero tenía demasiado talento
RÍO DE JANEIRO.- "A las 7 despierta a los compañeros con el desayuno listo. A las 8 diagrama la práctica con Scaloni. Al mediodía le explica al piloto cómo llegar a Belo Horizonte". Las redes sociales, entres tantas otras cosas, pueden ser también una oda al ingenio. Desde que salió impregnado de elogios del Maracaná, ese templo mundial que no conocía, Lautaro Martínez es un disparador que estimula ideas.
Tal vez de alguna de esas frases se ría con Nicolás Otamendi en el mediodía caluroso de Jacarepaguá, en los suburbios de la gran ciudad. Los dos están sentados al sol en el campo de entrenamiento de Fluminense, a unos metros de los compañeros que eligen la sombra para protegerse de los 30 grados de este sábado de invierno, unas horas después de que la selección haya dado otro paso en la Copa América. Más lejos, los suplentes animan la práctica en un ejercicio con pelota en espacios reducidos. El juego de Lautaro, sus goles, están en reposo. Hasta el martes.
Ese perfil del chico que hace todo, bien retratado en las bromas tuiteras, es parte central del armamento que lo hace avanzar sin pausas en su carrera. Porque, antes que el 10 de Internazionale de Italia, el nene que nació y creció en Bahía Blanca quería ser defensor como Mario, su papá. De ese rústico lateral, cuentan los que vieron debutar en Liniers –en la liga del Sur– a ese adolescente de 15 años todavía rubio, aprendió a marcar. Por eso se tira al piso a barrer, por eso presiona como lo hace, por eso comete faltas. Tres le pitó Wilmar Roldán contra Venezuela en el Maracaná, y una incluso le valió la tarjeta amarilla: Martínez es un toro que encara lo que le pongan adelante.
El apodo lo acompaña desde que vivía en la pensión de Racing, a la que llegó para ser suplente de Brian Mansilla: no tardó nada en ganarse un puesto en sexta división a la par de su nuevo amigo, uno de los que lo bautizó. Toro lo llaman los diarios deportivos italianos ahora que es popular y su imagen vende: ahí está esa figura embravecida que le sirve de logotipo a su propia marca. Parte de los nuevos hábitos de quien va camino a convertirse en una estrella: en "Milano", como pronuncia, lleva un año de su nueva vida, al amparo de los consejos de Javier Zanetti y las charlas telefónicas que sigue manteniendo con Diego Milito. Pero adonde vaya, Martínez sigue siendo de Racing: mira los partidos de la Academia en las madrugadas y no les pierde pisada a sus viejos compañeros.
El gol que le anotó a Qatar en Porto Alegre llegó a los dos minutos de partido, después de que interceptara un mal pase de un defensor y castigara de zurda. Ese fue el origen visible de la jugada. El otro, menos valorado, lo descubrió hace años Cecilia Contarino, la psicóloga de las divisiones juveniles de Racing. En un test de concentración debía ordenar en diez minutos los números del 1 al 100 mal colocados en una cuadrícula: Lautaro sacó 97 puntos, más que cualquiera de los 200 chicos del club, un récord que todavía le pertenece. Esa capacidad de estar metido es una virtud que Martínez exprime cuando el rival no está a su altura.
En el Sudamericano Sub 20 de Ecuador, en el verano de 2007, su nombre despegó de los comentarios entre los socios que iban a ver los juveniles al predio Tita Mattiussi en Racing. En su primer torneo oficial con la Argentina terminó goleador, en buena parte gracias a sus gritos agónicos, que le dieron a la selección el pase al Mundial. Otra vez: estar concentrado todo el partido es un plus que paga en efectivo al comienzo y al final, se convence con hechos.
Lautaro Martínez siempre pensó que iba a ser futbolista profesional. Por eso buscó el consejo de una nutricionista cuando vivía en la pensión del club y eliminó grasas, dulces y gaseosas de su dieta. En el departamento milanés que comparte con Agustina Gandolfo, su novia, los platos que ellos mismos elaboran no se despegan de esos mandatos. Tampoco se ven golosinas aquí, en la habitación que comparte con Matías Suárez en el hotel de Barra de Tijuca que la selección dejará este domingo. El siguiente destino, Belo Horizonte, lo pondrá cara a cara con Marquinhos y Thiago Silva, los centrales de este rocoso Brasil, el único sobreviviente del torneo que no recibió goles.
Habrá que ver cómo los muerde este chico con el 22 en la espalda, que cumplirá 22 años el 22 de agosto. Hace algo más de un año, sus primeros contactos con el fútbol del primer mundo le dejaron sensaciones amargas. Debutó en la selección mayor en un contexto irremontable: la selección ya perdía 4-0 ante España en Madrid cuando Jorge Sampaoli lo mandó a la cancha. Nada bueno podía ocurrir en esos 31 minutos que tuvo en esa noche de marzo, en el Wanda Metropolitano. La Argentina perdió 6-1 y el chico volvió al país frustrado: "El fútbol no es para mí", llegó a autoflagelarse en una práctica en esos días, después de que Otamendi, Rojo y Fazio no le permitieran desplegar su habitual juego de espalda al contrario. Se quedó fuera de la lista del Mundial, que sí ocupó Gonzalo Higuaín, y masticó la amargura en silencio.
El bajón pasó rápido, el autocastigo también. Martínez ahora tiene una temporada entera encima peleándose con centrales del fútbol de Europa. En ese tiempo jugó 35 partidos en Internazionale, en los que fue titular en solo 17. Gritó 9 goles, dio dos asistencias y se ganó 7 amonestaciones: el Toro embiste también en el Calcio. Barcelona le sigue los pasos y, según un rumor, estaría en condiciones de pagar por él 112.000.000 de euros.
Es solidario con sus compañeros y, dice, disfruta siéndolo afuera: alguna vez nacerá la Fundación Lautaro Martínez, asegura. En ella podría pedir clemencia Wuilker Fariñez, el buen arquero venezolano: se enfrentaron tres veces y el goleador le anotó cuatro. Uno con la Sub 20 en el Sudamericano de Quito, uno en Madrid en un amistoso en marzo y uno el viernes, en el coliseo carioca.
Si definió al del Maracaná como "el partido más importante" de su vida, en el Mineirao deberá actualizar el mensaje. Este portento físico de 1,74 metro no necesita que Scaloni le confirme que será titular contra los dueños de casa.
Su frustrada primera vez contra el ídolo
En el debut de la Argentina en la Copa América, Martínez se quedó con las ganas de jugar por primera vez contra su ídolo. Es que su referente, admite desde siempre, es Falcao, un delantero que les pelea a los defensores como él aprendió a hacerlo también. Pero en Salvador, Falcao fue titular y Lautaro nunca salió del banco, a pesar de la derrota argentina.
Fue el único de los cuatro partidos que no jugó. Titular contra Paraguay, Qatar y Venezuela, nunca completó los 90 minutos: Scaloni lo cambió dos veces por Di María y una por Dybala.
Es el goleador del ciclo de este entrenador. El que le anotó a Venezuela fue su sexto tanto, el segundo en la Copa (el anterior, a Qatar). Lleva seis goles en 11 partidos desde el que le marcó a Irak, en un amistoso. Y no necesita entrar demasiado en contacto con la pelota para castigar: ante Venezuela la tocó solo 21 veces y dio 7 pases, según Opta. Eso sí, remató en tres oportunidades, tantas como Messi: la primera fue un taco que empezó a darle la clasificación a la Argentina.
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