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Un padre, un hijo, un gol: cuando un abrazo es la noticia del partido
Hace un año y medio, el periodista y escritor Ariel Scher se preguntaba: "Los abrazos, ¿son o no son una noticia? ¿Qué tiene que hacer un abrazo para ser noticia?". La respuesta a esa segunda consulta pública, bien podría haber sido: conmover. La Gata Fernández tuvo la respuesta: metió un gol que recordará bastante menos que su celebración. Un festejo para toda la vida.
Hoy a la tarde, en la cancha de Quilmes, hubo uno que cumplió ese requisito. Es que Gastón Fernández, después de abrir el marcador, se olvidó de todo el escenario que lo rodeaba y se dejó ser. Corrió, después señaló a un alcanzapelotas, ambos corrieron y cuando llegaron a la meta, esa que eran ellos mismos formando un todo, se abrazaron. Se abrazaron fuerte. Sonrieron mucho. Fueron felices. ¿Quién era el otro protagonista de tanto amor? Lautaro, alcanzapelotas por un rato e hijo todo el tiempo. Hijo de la Gata, claro.
#TNTSports | Fierrazo de la Gata Fernández que dejó parado a Ibáñez para darle la ventaja al Pincha desde el vestuario, en la primera del partido. #Estudiantes [R] #Lanúspic.twitter.com/dpDdA5Detg&— TNT Sports LA (@TNTSportsLA) 1 de diciembre de 2018
"¿Y en el partido qué pasó?", se preguntará usted que se conmueve con los abrazos, aunque también se emociona con la pelotita. Estudiantes y Lanús comenzaron el encuentro con la ambición de los que se saben en deuda. Los dos equipos salieron, casi sin recaudos, disparados hacia delante.
Esa actitud desenfrenada y por duplicado tuvo consecuencias lógicas. Primero golpeó el Pincha, cuando los hinchas albirrojos aún ingresaban al estadio. El gol del 1-0, el que provocó el abrazo, fue todo de Fernández: enganchó y sacó un potente remate desde afuera del área que esquivó piernas, manos y se metió bien pegado al palo izquierdo del arquero Matías Ibáñez.
El Granate no demoró su respuesta, que fue casi inmediata. Tras un centro desde la derecha, un cabezazo de Nicolás Pasquini y un rebote en un defensor local, apareció Lautaro Acosta para definir y poner el 1-1. No crean que después de esa acción, alguno aminoró su marcha. Nada de eso. Ambos continuaron con su búsqueda constante y el partido se tornó de ida y vuelta. A los dos les faltó lo mismo: puntería.
En el complemento se cuidaron un poco más, es verdad, aunque ambos podrían haber desnivelado. ¿Las más claras? Dos de Lucas Albertengo a través del juego aéreo (una chocó con un arquero volador y la otra salió apenas desviada) y un tiro de Acosta que desvió Mariano Andújar y luego pegó en uno de los caños.
El 1-1 los dejó con ganas de más. El Pincha y el Granate quedaron insatisfechos; hambrientos. Pero vale, ¡cómo que no!, volver a ese retrato: el del abrazo de hoy que –en realidad– será un abrazo para toda la vida.
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