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Con una gran asistencia del Pipi Romagnoli, San Lorenzo venció a Colón y se recuperó
El enganche dejó solo a Villalba, quien puso el 2 a 0 final y liquidó el partido; Matos había abierto el marcador en el primer tiempo
Es un caso ejemplar. Una prueba reveladora de qué está hecho este campeonato multicultural. Excesivo, perturbador. Una democracia despareja, como las que andan marchitando sueños por este lado del mundo: la de los ricos y la de los pobres. Todos juntos, mezclados. Los que tienen respaldo en la historia y un plantel estelar y los que trastabillan en su reseña y en sus fundamentos de ahora mismo. El Nuevo Gasómetro es testigo. San Lorenzo anda a los tumbos, luego del doloroso traspié en la final de la Recopa, no sólo por el resultado, sino por los apuntes tácticos, estratégicos y anímicos que enseña la derrota. Se desvive, otra vez, por la Copa Libertadores: el jueves venidero conocerá a Danubio , en Montevideo. El bautismo doméstico, entonces, se nutre de una formación con algunos titulares, con varios suplentes. Jóvenes o experimentados que exigen pista: al Ciclón le sobra material. No precisa tanto, intuye, si el adversario es Colón , el regresado a primera, con apellidos más propios para la lucha apasionada del ascenso que para la cúspide del fútbol nuestro.
No hay equivalencias. No hay ni una sola. Ni suspenso, ni misterio. San Lorenzo va a ganar por peso específico. Juega feo. Las ideas frescas se quedaron en la primera final de la Copa: en Asunción, en aquel 1-1 contra Nacional, cuando jugó verdaderamente bien por última vez. Convencido, seguro, campeón. Se perdió en el aire ese equipo, más allá de algunas figuras extraviadas. Le sobra, sin embargo, material para empezar algo nuevo. Y bueno. Con sus intermitencias, con sus desvaríos, con los suplentes (Franco, Fontanini, Quignon, Barbaro), le pasa el trapo al raquítico elenco santafecino. Mostaza Merlo puede ser una cosquilla: su estilo conservador no va a ayudar a Colón a pasarlo bien en primera. El fondo de la cuestión, sin embargo, es otro. No se trata de un estilo, de un DT, es más profundo. Abarca al torneo, este encuentro es el prólogo del libro del campeonato desigual: los ricos rara vez se quedan sin el postre. Los pobres rara vez van a consumir las cuatro comidas.
Invita San Lorenzo a ser lastimado. Abre la puerta de sus tropiezos defensivos, el mismo equipo que supo hacer de la solidez, un culto de su personalidad. Colón, la verdad, no se da cuenta. O no tiene con qué: sus soldados están preparados para batallas de ocasión, no se sienten cómodos en las luchas bravías. Así le pasará a tantos otros. A Crucero, a Sarmiento, a Unión. Un tercio de protagonistas estelares, un tercio de actores del sube y baja y el tercio final, el de los artistas callejeros que andan pidiendo limosnas por las calles. Ahí está Colón. San Lorenzo le hace precio porque está un poco confundido. Y porque está metido en sus propias trampas, como saber qué sistema de juego se acerca más fácil y más directo al objetivo. Cauteloso o arriesgado. El Patón Bauza siempre fue la imagen del equilibrio. Con esa premisa, el Ciclón conquistó América. Nadie, pero nadie, se inmutó. Las desventuras de los resultados, ahora, lo señalan con el dedo. Resulta un debate interesante, que aún se debe el fútbol argentino: cómo ganar. O si el resultado debe cubrirlo todo. O si ganar la Libertadores, rodeado de penurias en todos los demás ámbitos, habilita la verdad irrefutable. O si, en realidad, todo se trata de resultados: cuántos hoy en día se quejan cuando el equipo suma victorias y ensaya vueltas olímpicas sin el sabor dulce del paladar.
El interior de San Lorenzo analiza, piensa, debate. Lo provoca la austeridad del Patón Bauza rodeado de la abundancia del plantel. Mientras, gana un partido esencial, que no tapa, que no borra, el despiste del Mundial de Clubes ni la deslucida final contra River. Tiene un nudo en los botines que destraba con dos asistencias sensacionales. La primera, de Quignon (un cinco zurdo y desfachatado), que aprovecha Matos , de cabeza primero y en el rebote, más tarde. Romagnoli , luego, se disfraza de Bochini: Villalba acaba con el partido. Un partido de primera, con equipos de dos categorías.
El gol de Matos
El tanto de Villalba
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