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Con titulares o suplentes, Boca no controla los partidos porque le falta lo más importante: un número 10
Quedó expuesto en el injusto empate contra Mineiro y ahora, con la segunda línea del plantel, en el 1-1 con Unión: en Santa Fe el equipo xeneize empezó al ataque y terminó refugiado, sin la pelota.
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Juan Román Riquelme hace un curso de dirigencia en vivo y en directo y Edwin Cardona juega a las escondidas. Boca los necesita lúcidos, convencidos, firmes. El equipo los precisa: juega sin un número 10. No se trata de un mensaje de romanticismo a los viejos enganches, a los enlaces que supieron agigantar las luces de nuestro medio. Sin un 10 –del estilo de Román, del colombiano o de algún actor de reparto–, al conjunto xeneize le cuesta manejar la pelota, tener el control del espectáculo. Con titulares o con suplentes, Boca es una formación que no tiene un líder futbolero, ese hombre que frota la lámpara mientras el resto corre, mete, va y vuelve.
El concepto va más allá de la supuesta decisión de archivar la camiseta número 10 –la que maravilló vestida de Riquelme– por las desventuras, las idas y las vueltas de Cardona, que, más allá del cuidado de su físico y de sus deslices fuera del campo de juego, es un jugador imprescindible. Tal vez no se haya dado cuenta de su real dimensión. Riquelme, con la palmada de cuando saludó a Carlos Tevez en la puerta del adiós, podría decírselo. Juzgarlo, primero, por no volver a tiempo. Y luego, inmediatamente, convencerlo. Porque Edwin es algo así como un heredero.
Se notó frente a Mineiro, más allá de que Boca debió ganar, con VAR o sin él, en el primer encuentro copero. Se notará este martes, en el desquite, si por protocolo o decisión aleccionadora, Boca sigue jugando en puntas de pie, sin Cardona o un intérprete de sus características. En realidad, no tiene uno igual. Un 10.
Resumen de Unión 1 vs. Boca 1
Alguien que piense, que frene el balón. Que entienda el juego. Que, si decide dejar de atacar, sepa exactamente qué hacer. No acabar acorralado por –ejemplo– un Unión entusiasta, que se lo lleve puesto... con lo puesto. Aun con suplentes y juveniles, a Boca no puede escapársele el triunfo a nueve minutos del cierre. Sin embargo, así ocurrió este viernes. Terminó 1 a 1 en Santa Fe, en la apertura del Torneo 2021. El equipo xeneize empezó muy bien y terminó muy mal. Era agresivo, audaz y, concluyó atosigado.
Miguel Russo –es verdad– dispuso una mayoría de suplentes. Entre ellos, Valentín Barco, de 16 años, que tuvo una destacada actuación. Boca no supo manejar el partido, más allá de la juventud de varios de sus futbolistas, y Unión consiguió una justa igualdad. Había empezado a todo ritmo Boca. Profundo, incisivo, como sin darse cuenta de que sus mejores intérpretes no eran parte de este desafío. Con Javier García en el arco; con el regreso de hombres que en otro tiempo tuvieron mayor presencia, como Lisandro López, Carlos Zambrano y Jorman Campuzano, y con la presentación de Nicolás Orsini como clásico número 9 de área, el equipo xeneize sorprendió a Unión.
Y convirtió antes de cumplirse el cuarto de hora: una habilitación precisa de Campuzano encontró por la banda izquierda a Agustín Obando, cuyo zurdazo fue inatajable. Unión estaba confundido, y Boca se soltó más con espacios y ambición. Era un Boca original en tiempos de Russo: audaz, libre, volcado casi todo el tiempo al ataque.
De a poco, Unión escapó de su letargo. Avanzó con más decisión y encontró algunos desacoples en el sistema defensivo xeneize. Es que Boca se preparó, al menos durante la primera parte del espectáculo, para atacar, para ser protagonista. Al perder la pelota, permitió que el equipo santafesino descubriera espacios. Pero al local le faltó fortaleza en los metros finales. Cambió la postura, le faltó explosión.
La segunda parte tuvo más adrenalina. No se notó que ambos equipos atravesaban la primera parte de la competencia, luego de una dura pretemporada. Unión se animó cada vez más y convirtió a García en figura. Boca se retrasó varios metros y se lanzó en busca del contraataque. No se dieron tregua.
En los minutos finales, Boca se sostuvo en las manos de su experimentado arquero y en los ingresos de algunos supuestos titulares: Marcelo Weigandt, Cristian Pavón y Esteban Rolón. Se retrasó demasiado, pareció otro equipo que aquél del comienzo, cuando era extrañamente valiente, audaz. El local buscó, insistió con una propuesta noble –siempre el balón por abajo–, con sentido colectivo. No tuvo prepotencia en los metros finales, y acaso le faltó la cuota de malicia imprescindible cuando del otro lado de la frontera se para un gigante.
Las atajadas de Javi García
Hasta que un centro de Imanol Machuca encontró a Fernando Márquez en las alturas. El cabezazo fue letal. Y era lógico: Unión lo había acorralado, aun con sus intermitencias. Boca no se recompuso ni con los intentos de Pavón. Fue apagándose rápidamente, como si fuera una vela de bajo costo. Porque no tiene un 10 o un capataz con voz de mando, que pare la pelota y tome el control.
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