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Con Tevez como argumento, Boca encontró un poco de paz, pero es un peligro: su mejor receta es el pelotazo de Andrada a Villa
Un gol y una asistencia de Apache resultaron las razones del sufrido triunfo xeneize, que perdía por un gol en off side y reaccionó con fuerza de voluntad y nada más; en el final, Defensa y Justicia reclamó un posible penal
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Juan Román Riquelme espía de cerca el torbellino dirigencial xeneize: lo ve desde su palco, en plena Bombonera, a pocos metros del campo de juego, rodeado de antiguos camaradas sobre el césped. El vicepresidente no es el único responsable de la intempestiva salida de Mario Pergolini, aunque tal vez tenga mayor influencia en lo que muestra el equipo que lo representa. No es el dueño del club: es quien maneja con su estilo las desventuras del Boca exclusivamente futbolero y que no tiene casi nada de… fútbol. Pero ganó. Logró un triunfo imprescindible ante Defensa y Justicia: cuando todo parece dado vuelta, nada mejor que un poco de orden sobre la mesa.
Todo un símbolo: es la primera victoria de 2021 en la Bombonera, luego de sumar cinco empates y una derrota. Un alivio mayúsculo, que evita seguir hablando -al menos, por unas horas-, de las rencillas de Ezeiza a la Boca, de consejos y dirigentes. Un 2 a 1 contra un noble y aburrido Defensa, que tiene un doble valor: Boca perdía desde los 8 minutos por un tanto en posición adelantada. No entró en el túnel del pesimismo, eso es lo bueno. Lo otro, es todo lo demás. Boca todavía no es un equipo: una sentencia que se repite desde hace un semestre. O dos.
El resumen del partido
“Necesitábamos ganar. La ansiedad, los nervios, nos vamos acomodando, muchos chicos… Nos falta control, desnivel, elegir los tiempos. Y sin gente en la Bombonera es un beneficio para los rivales”, esgrime Miguel Russo, apenas terminado el espectáculo. “Tenemos una excelente relación con Russo, es un hombre que entiende el mundo Boca. Nunca estuvo en duda su cargo en el club, es un gran técnico”, había expresado horas antes el presidente Jorge Amor Ameal, que lógicamente tiene otros conflictos más serios sobre el escritorio que analizar profundamente el trabajo del experimentado entrenador, que consiguió dos títulos domésticos en pocos meses, un mérito extraordinario si se revisan cada una de las producciones.
El pelotazo de Andrada a Villa es la jugada elaborada más punzante de una formación que, evidentemente, no debe darle felicidad al viejo crack y caudillo, hoy dirigente. Román, en cambio, debe sentir alivio por el otro ídolo: Tevez sigue siendo el único que entiende el juego y el concepto global. De número 9, de enganche, casi de volante central: Tevez juega de Tevez y les saca una diferencia tan grande a sus compañeros, que a esta altura causa asombro. Tiene 37 años y suma 92 goles en la Ribera.
Defensa y Justicia le hizo algunas cosquillas, entre toques y cambio de ritmo, suficiente para desconcertarlo, incomodarlo. Boca es capaz de ceder la pelota y el protagonismo en su propia casa frente a un rival con un puñado de años en primera, porque se siente cómodo mezclado en las ráfagas de velocidad por las bandas y alguna idea reconfortante de Tevez. Puede ser defensivo, puede ser audaz: el problema xeneize, en realidad, es que juega a lo que le dejan los rivales. No tiene un plan definido, con la excepción de un tramo en el clásico contra River.
Ameal es un equilibrista: “La aparición de los chicos refuerza la idea del fútbol amateur. Cuando el Consejo dice ‘el que no quiere jugar en Boca, que se vaya’, yo lo suscribo. A la larga, esto va a tener el resultado que queremos”. A la corta, se mantiene en deuda. Ganaba Defensa, por una definición de Bou, que inmediatamente se tomó la cara, incómodo por convertirle a un equipo al que le tiene cariño (“soy hincha”) y en el que nunca tuvo continuidad.
Fue una jugada de salón, pero el tanto debió ser anulado, porque el delantero estaba inhabilitado. Al rato, Tevez selló el 1-1, con un grito de goleador, de número 9, un pescador luego de una jugada detenida. Cuando el Halcón extravió el acelerador, Boca encontró espacios impensados. En uno de ellos, apareció Zárate, que aprovechó una débil reacción de Unsain: el gol fue convertido cinco minutos después de haber ingresado. Sonriente, de buen humor, Mauro juega mucho mejor. La asistencia fue de Tevez, quién otro. Con el VAR, seguramente se habría revisado la definición: el delantero estaba en posición dudosa. También, la última jugada: un (supuesto) penal de Rojo a Frías.
“No me molesta para nada que digan que Román es el dueño de Boca. Con Román hablo todos los días, todos tenemos roles a cumplir y todos sufrimos y sentimos de la misma manera. Para nada, no me molesta”, insistió el presidente, en FM Late 93.1. El dueño del equipo es Tevez, el que resuelve los embrollos de un equipo sin identidad, el que hace olvidar, por un rato, tanto murmullo de escritorio.
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