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Selección argentina: cómo hizo Lionel Messi para salir del encierro de su habitación y construirse como líder
"La primera vez que lo vi fue en Budapest". Ni una persecución por el Puente de las Cadenas en algún pasaje de una novela de espionaje, ni un encuentro amoroso a orillas del río Danubio. Es la memoria de Roberto Ayala que retrocede 15 años y viaja hasta Hungría. Ahí lo conoció a Lionel Messi. "Muchos jugadores lo cruzaban por el lobby del hotel sin saber quién era. Desde ese día, cada vez que lo enfrentaba en una práctica pensaba en cómo sacarle la pelota. Yo tenía que razonar lo que él hacia espontáneamente. Primero pensaba en llevarlo a la pierna inhábil para obligarlo a resolver con dificultad con la derecha, pero igual se las ingeniaba. Porque una de sus virtudes era, y es, que siempre mantiene el control de la pelota. Entonces, en algún momento me ganaba la impotencia y, sí, iba al bulto. Sí, claro que le pegué más de una patada. Era un chico, pero en algunas reacciones ya se le podía notar que cuando le llegara el momento de asumir roles protagónicos iba a estar a la altura", rememora el ex defensor apenas se le menciona el apellido Messi. Y aparece una hendija para escarbar.
Habla el hombre que tuvo el privilegio de llevar más veces la cinta de capitán de la selección argentina, distinción que un día le arrebató..., Lionel Messi. Todo comenzó en aquel amistoso contra Hungría, en 2005, la tarde en que José Pekerman mandó al rosarino a la cancha y salió expulsado un minuto después. Messi tenía 18 años, Messi hoy tiene 32. Ayala era su compañero, Ayala hoy integra el cuerpo técnico que, tal vez, conduzca los últimos trazos de Messi en la selección. Messi, entonces, no era líder ni capitán. Ahora es capitán, líder y dueño. Ayala le explica a LA NACION la transformación desde adentro. Progresiva, sorprendente para la mayoría. Un viaje a la intimidad de un liderazgo que estaba agazapado.
"En los inicios, cuando fuimos compañeros, prácticamente ni hablaba. Es más, salía a entrenar porque era obligatorio sino se quedaba en su habitación. Me acuerdo que en su primer Mundial, Alemania 2006, que sería el último mío, Leo compartía la habitación con Oscar Ustari. Pekerman los había reunido porque venían juntos del Mundial juvenil, un año antes, y se pasan los días ahí metidos en interminables campeonatos de jueguitos y habilidades, con una pelota, con medias, con un bollo de papel o con lo que fuera", detalla Ayala, que jugaría una veintena de partidos con Messi, hasta mediados de 2007, cuando el zaguero cerró su carrera tras perder la final de la Copa América de Venezuela.
Messi crecería en la cancha, pero se demoraría su protagonismo en el grupo. Ejemplo a mano: Mundial de Sudáfrica 2010, Maradona le avisó dos días antes del choque con Grecia, que cerraría el grupo, que iba a llevar el brazalete. Sería el capitán más joven de la historia de la selección en los mundiales. Messi lo aceptó sin desbordes ni entusiasmo. En la ciudad de Polokwane, instantes antes del choque, llegó el calvario: encabezar la arenga. Juran que nunca lo habían visto así. El profe Fernando Signori alguna vez contó: "Se puso muy nervioso, se trababa intentando decir algo. Terminamos ayudándolo entre todos". No era el momento, todavía.
Ayala pone todo en contexto. "Pero es lógico, hagamos memoria. Cuando debutó en la selección todavía quedábamos Heinze, Crespo, Sorin..., yo de la etapa de Bielsa, y se sumaban Riquelme, Cambiasso, Milito... Después llegó Diego de técnico y su simbolismo, Verón, y ni hablar lo que iba a representar Mascherano desde ahí. Bueno, pasó el tiempo. Es lógico, son etapas", explica. Probablemente el quiebre se haya dado a partir del ciclo de Alejandro Sabella. No fue casual que empezara a lucir la cinta sin miedos, contenido por ese círculo de amigos que tanto daría que hablar.
Casi no queda ninguno de ellos. Mascherano ya no está. Ahora, definitivamente debía ser él. Entonces, ¿los líderes nacen o también se hacen? "Siento que naturalizó el proceso de ser capitán. Ahora es natural para él. Quizás en otro tiempo no lo era, no lo sé, tal vez en otros años se encontró con la cinta y tuvo que llevarla. Ahora lo hace con tranquilidad, y la lleva bien. A su manera, claro, cada uno con su perfil y carácter. No es Ruggeri, no, pero, ¿por qué tendría que serlo? Todos cambiamos con los años, yo no fui el mismo desde que debuté en la selección hasta que me fui. Podría decirlo el ‘Coco’ Basile seguramente, que me llevó como sparring en 1993 y estuvo en mi último partido en 2007. Ni siquiera hoy soy el mismo que cuando jugaba. La experiencia cuenta, los años te van marcando. ¿Cuántos partidos lleva Leo en la selección argentina? Bien, ya son 138. ¿Y cuántos cómo capitán? Mil, hace tiempo que me pasó a mí. Bueno, todo eso no es gratis, se capitaliza en mil aprendizajes. Te puedo asegurar que le sobra carácter. Y al mismo tiempo es amable, se interesa por sus compañeros. Está pendiente de ellos, les pregunta por tal o cual situación de sus clubes, les demuestra que está al tanto de lo que les pasa. Imaginate, viene Messi y te dice: ‘¿cómo estás de la lesión en el isquio por la que te perdiste las dos últimas fechas con tu club?’... Y, es importante", grafica Ayala.
"Creo que es más sencillo de lo que todos creen: entendió la función y la disfruta. Se acerca mucho a los jugadores, se ríe con ellos, se mezcla, se convierte en uno más, siendo quien es. Scaloni siempre les dice a los muchachos que lo traten como a uno más, pero claro que entendemos que no es sencillo, es Messi; a lo mejor, para muchos, es hasta su ídolo. Entonces iba a ser importante el rol que asumiera Leo. Quizás, convenía que él bajase, digamos, que él se acercara. Y lo hizo desde el primer día: él los carga, él los busca, y eso rompe el hielo enseguida. Si el mejor te busca, quiere estar con vos, charlar, compartir cosas..., listo, ya está. El liderazgo futbolístico lo tuvo siempre, ahora también es un líder dentro y fuera de la cancha. Messi es una palabra respetada en el vestuario de la selección", agrega el ex zaguero de Valencia.
Y Ayala suma otro punto que no le había visto como compañero: "En la previa de los partidos también se involucra y habla mucho. No era así. Habla mucho de fútbol, de movimientos, se acerca a sus compañeros y les marca el lugar adónde deben estar, hacia dónde tienen que ir… Les habla de características de los rivales, por ejemplo; naturalmente, en cuestiones del juego está mucho más involucrado que en otra época".
Claro que también aparecieron los desbordes, las reacciones, los excesos. Acusaciones y desplantes en la Copa América de Brasil, conductas reprochables. Algunos cruces con rivales en los últimos amistosos. "Sí, hubo detalles, no estuvo bien –acepta Ayala–. Tendría que haberlo manejado de otra manera, pero es un jugador, está caliente, a mil pulsaciones. A mí también se me salió la cadena varias veces cuando jugaba; no lo quiero justificar, estuvo mal. Pero la culpa principal fue nuestra, del cuerpo técnico, se nos escapó a nosotros lo que pasó en la Copa de Brasil. Tendríamos que haberlo convencido, por ejemplo, de que era conveniente subir a buscar la medalla del tercer puesto. Yo lo siento como una culpa nuestra".
Ayala vivió la transformación, del primer día a la actualidad. "Pero mirá cómo somos los argentinos: cuando no cantaba el Himno era un traidor y no quería la camiseta, ¿no? Y ahora que reaccionó con más vehemencia, digamos, que canta el Himno y algunos descubrieron que también putea, igualmente recibe cuestionamientos. ¿Eso no hablará más de nosotros que de Messi? Tal vez, después de todo lo que le ha tocada vivir, simplemente esté buscando aceptación". Un viaje increíble en 15 años: el chico que no quería salir de la habitación, ahora va cuarto por cuarto descolgando su póster.
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