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Cómo Claudio Tapia, en menos de tres años, construyó su poder para llegar al sillón de Grondona
El presidente de Barracas Central, líder de Ascenso Unido, será reconocido como nuevo conductor del fútbol argentino el 29 del actual; sus vínculos con las categorías menores y el respaldo mutuo con Segura fueron factores determinantes
Para los dirigentes del ascenso y del interior, Claudio Tapia no es Chiqui, sino El Comandante. O El Líder. Allí, en las bases de la pirámide del fútbol argentino, el yerno de Hugo Moyano construyó un movimiento que, luego de 16 años de trayectoria como dirigente de la C y la B Metropolitana, lo catapultará a la presidencia de la AFA . Todo un hito para Ascenso Unido, ese grupo que nació como un hashtag en las redes sociales y se transformó en plataforma política. Esa unidad de quienes lo siguen hizo posible que Tapia llegue al gobierno.
Tapia comenzó a construir su candidatura en el aire. “En los viajes a Brasil, para acompañar al seleccionado en el Mundial de 2014, Chiqui se sentaba con los dirigentes del ascenso y los escuchaba a todos. Prestaba su oreja tanto si fueras Chacarita o Claypole; tanto si estuvieras en la B Nacional como en la D. Le daba igual que fueras amateur o profesional. Rico o pobre”, relata un compañero de la primera hora. A fines de 2014, Tapia hacía cuentas. Grondona ya había fallecido y su heredero era Luis Segura. En 2015 habría elecciones y él comenzaba a calzarse el traje de candidato del ascenso. Había que ver si los clubes más importantes de Primera encontraban a un candidato propio. Segura, después de todo, era Grondona.
Apareció Marcelo Tinelli, y con él la polémica por el famoso artículo 50 del reglamento, que en principio prohibía la candidatura presidencial del animador. Entre mayo y agosto de 2015 los días se hicieron insoportables. Segura gobernaba sin poder ni consenso. Los clubes más grandes le dejaban poco margen de maniobra. Sus decisiones eran cosméticas. Y había que tomar la determinación de fondo: dejar jugar o no a Tinelli. Segura vaciló. En algún momento pensó en renunciar a la presidencia y a una eventual candidatura. Le habló Tapia: “Estamos aquí por usted [Tapia jamás lo tuteó]. Es el capitán de nuestro barco. Nos vamos a quedar. Aunque Tinelli piense que nos va a ganar, no lo hará nunca”. En aquella reunión había más testigos. Uno de ellos le preguntó a Tapia cómo le iban a ganar las elecciones al animador. Se hizo silencio. La pregunta se repitió. “Si viene cualquier dirigente –elucubró Tapia– y quiere reinterpretar el artículo 50 a su favor, en la AFA lo sacan a patadas. Pero es Tinelli. Tiene prensa. Y tiene poder. Lo que hace es injusto”. Ese día, Segura supo de primera mano que tenía en Tapia un aliado. Devolvería el favor días después.
Ladrillo por ladrillo
El 18 de agosto de 2015 toda la Primera División se había congregado en un hotel céntrico para escuchar a Tinelli y sus hombres. En el edificio de la AFA quedaban “Cinco Apóstoles” (tal como los bautizan en Ascenso Unido): Carlos Coloma (Quilmes), Daniel Ferreiro (Nueva Chicago), Fabián Lovato (San Telmo), Alfredo Dagna (Olimpo) y el propio Tapia. Había que contrarrestar la demostración de fuerzas de los más poderosos. Ferreiro y Lovato se pusieron manos a la obra y comenzaron a llamar a sus aliados de la B, la C, la D... “Vinieron 50 dirigentes, cada uno acompañado por tres o cuatro personas. Hubo gente hasta del interior”, recuerda Ferreiro. Ese día nació el Ascenso Unido. Ese día comenzó la campaña para que algún día, Tapia pudiera ser presidente de la AFA.
En la oficina de Pascual Caiella (vicepresidente de Estudiantes), a pocas cuadras de la AFA, Matías Lammens y Marcelo Tinelli negociaron con Moyano y Luis Fernando Segura (hijo de Luis). Acordaron modificar el artículo 50, y habilitar a Tinelli para ser candidato. A cambio, adelantaron las elecciones, que se celebrarían a comienzos de diciembre. Tapia fue quien leyó en la reunión del comité ejecutivo el texto del pacto. Ese día se sintió presidenciable por primera vez. Sería una postulación efímera.
En los días siguientes, los cancilleres del tapismo (Ferreiro y Lovato, acompañados por Martín Camarero, de Brown de Adrogué) comenzaron a hacer cuentas. “Nos faltaban siete votos de Primera. Y no los íbamos a conseguir de ninguna manera: esos siete eran de Segura”, evoca Ferreiro. Junto a Diego Turnes (quien después de dejar River volvió a su club de siempre, Barracas Central, para acompañar a Tapia), le dijeron al Comandante que debía bajarse. No tenía sentido presentarse para perder. O para atomizar los votos y darle la presidencia de la AFA a Tinelli. Tapia depuso su candidatura y resolvió apoyar al histórico hombre de Argentinos Juniors. Segura lo premió con la vicepresidencia segunda de la AFA, y lo ungió como el único interlocutor válido para los clubes del ascenso. Desde ese cargo, Tapia construyó el poder que le faltaba para llegar a la presidencia.
El líder de Ascenso Unido sabía que la D, la C y la B Metropolitana –su categoría– le pertenecían. La primera división estaba lejos. Eran los ricos, los que recibían millones de la TV y recelaban del ascenso. Tapia apuntó a la B Nacional, la verdadera electora de la AFA. “La B Metro, C y D votan al aparato. La Primera tiene sus candidatos. Queda la B Nacional, la más heterogénea de todas las categorías”, dice un conocedor de la política del fútbol argentino.
El descenso de Nueva Chicago desde la Primera fue un guiño del destino. Daniel Ferreiro (número dos del club de Mataderos) se transformó en el inesperado presidente de la segunda categoría. Mientras estaba en Primera, Ferreiro y Sergio Ramos (presidente de Chicago) le habían prometido su apoyo a Tapia. Fue durante un almuerzo en el sindicato de los encargados de edificio (Suterh), de Víctor Santa María. Desde su nueva posición, estratégica, Ferreiro podría articular los votos que le garantizaran la presidencia al yerno de Hugo Moyano.
El envión final
Ni la postergación de las elecciones, en junio de 2016, ni la llegada del Comité de Regularización a la AFA, cambiaron la idea de Tapia, quien en sus declaraciones públicas antepuso el “nosotros” al “yo”. Sería el candidato de un movimiento, siempre y cuando el Ascenso Unido así lo quisiera. Hace unos días, durante la elección de los asambleístas, Ferreiro hizo su trabajo. La B Metropolitana, la C, la D, el Torneo Federal y las Ligas del Interior habían elegido a los asambleístas de Tapia. Y habían decidido votar en bloque por él en las elecciones. Tapia necesitaba los seis votos de la B Nacional. Hubo discusiones, porque los dirigentes de los clubes del interior llegaron a la AFA cuando todo estaba cocinado. En protesta, se fueron de la reunión. No importó, porque Ferreiro ubicó a seis de los suyos. Seis votos más para Tapia. “Gracias”, le dijo Chiqui aquel 2 de marzo. Topadora Ferreiro había cumplido con su palabra.
Con Boca, Independiente y Racing de su lado (más Olimpo, Huracán, Rosario Central, Lanús, Gimnasia y Estudiantes de La Plata y Unión de Santa Fe), parecía imposible que la Primera División armara una segunda lista para disputarle el sillón de Grondona. Lo intentaron con Hernán Lewin (ex presidente de Temperley) y con Raúl Gámez (Vélez). Hubo cartas de seis clubes para pedir una Asamblea que retrasaría el calendario electoral. Pero el viernes pasado la AFA confirmó la fecha del 29 de marzo para las elecciones. Y una sola lista de candidatos homologada, con Tapia a la cabeza. El 29 de marzo, el ascenso llegará al gobierno del fútbol argentino. Resta saber si tendrá el poder.ß
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