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Christian Bragarnik, el empresario del fútbol que está bajo la lupa explica sus negocios: “Mi trabajo es transparente”
El agente que representa a jugadores de 12 de los 30 equipos de Primera y a técnicos también, da su versión de su paso por el Querétaro de México, club señalado por sus vínculos con el narcotráfico
El misterio amaga con esfumarse con el apretón de manos. Christian Bragarnik , el empresario de moda en el fútbol, dice que es un tipo normal. Casi no concede entrevistas y apenas tres o cuatro fotos suyas circulan Internet. Nunca podrá dudarse de que entiende el juego. “Aprovechá. De esta cara hay pocas”, le comenta al fotógrafo de LA NACION. A los 45 años está en la cima de un negocio millonario: es manager de jugadores y directores técnicos, y asesor deportivo de entidades en la Argentina y en el exterior. Sin papeles, Bragarnik maneja el fútbol de Defensa y Justicia; contrato mediante, lo mismo hace en Arsenal. Sus representados están por la mayoría de los clubes del país, en tantos lados que los colores no tienen fronteras para él. El discurso locuaz y el tono firme sostienen la charla. Hay argumentos. “Christian Bragarnik. Abogado”, se lee en la puerta de la oficina en Puerto Madero.
Un dedo en la sien hace más brillante la joya. “No pasa nada”, se lee en un anillo al estilo Julio Grondona , que inmortalizó la frase “Todo pasa”. “Siempre lo relacionan con Don Julio, pero nada que ver. Cuando ascendió Defensa había una canción muy popular que cantábamos todos: No pasa nada, no pasa nada… siempre estuvimos en las buenas y en las malas. Me gustó”, cuenta Bragarnik.
–De todas maneras es sugestivo.
–En la vida estamos para copiar, pero no es una situación de él. Tal vez se puede copiar un anillo con una frase, pero la frase es un lema de vida para mí. Un día te odian, al siguiente te aman. Hay que tomarse la vida más light. La cabeza lo es todo.
–¿Cómo te llevabas con Grondona?
–Compartí pocas situaciones. Era una persona que, sinceramente, admiraba por lo que había logrado. Se mantuvo al frente de la AFA, del fútbol mundial, durante 35 años por una gran capacidad. Es muy difícil opinar sobre cómo se manejaba. Nadie pudo demostrar nada. No sé si por su capacidad o porque no lo había.
Mariano Monrroy fue el primer futbolista que vendió. La historia empezó en 2001. “Tenía un videoclub y empecé a grabar partidos por mi pasión. Después me dediqué a editar videos de futbolistas. Él vino por un trabajo personal y, cuando lo vi, pensé… este chico se vende solo. Así fue: se lo llevó a Querétaro de México”.
–¿Por cuánto?
–Alrededor de 400.000 dólares. Fue la primera venta grande de Arsenal y mi primer aprendizaje. Después me invitaron a trabajar en México, donde me quedé algunos años.
–¿También en Querétaro?
–Sí. Buscaban gente porque se mudaban de ciudad. Empecé a trabajar y a los seis meses era el presidente.
–¿Cómo fue eso?
–México tiene otra idiosincrasia del trabajo. Acá, si hay que trabajar 12 o 14 horas se lo hace. Allá se cumplen los horarios. Creo que fue por empeño, capacidad. Fui vicepresidente y, después, presidente.
La experiencia azteca es una parte sensible en la carrera de Bragarnik. Tiempo después se ventilaron los vínculos del narcotráfico con parte de la sociedad anónima que manejaba Querétaro y las suspicacias alrededor del directivo argentino se volvieron inevitables.
–¿Cómo explicás lo que pasó?
–A mí me contrató una sociedad anónima. Después me enteré que la mayoría de los accionistas se dedicaba al narcotráfico. Y bueno… fui un empleado que trabajé en lo mío. Estuve al frente de ese equipo, fui a las reuniones en la Federación, vendí y compré jugadores. Después [en 2004] se disolvió el club. No era un investigador privado para evaluar las situaciones particulares. ¿Cómo se le explica eso a la gente? La imaginación vuela rápido. Me tocó estar justo en ese lugar y no me arrepiento de haber ido a trabajar a una empresa de fútbol. Quedará la imagen de que una rama de aquella familia estaba vinculada con el narcotráfico, pero yo fui a trabajar en el fútbol.
–¿No pensaste en irte ni bien te enteraste?
–Fue una de las causas por las que me fui. Estuve tres o cuatro años y volví a la Argentina porque ya no estaba cómodo. Si me hubiera dedicado a eso que se decía, me habría quedado.
–Y ahora tenés un vínculo con Tijuana.
–Sí. Soy abogado en derecho deportivo y asesoro al club, que me paga un salario. Ahí se vuelve a lo mismo. Ante mi anterior situación en México y, con lo que Tijuana significa en la Argentina, el ingenio popular también inventa cualquier cosa con el tema del narcotráfico.
Bragarnik se reposicionó en su regreso al país y, poco a poco, edificó el imperio. “Vine con la gran experiencia de haber manejado un club y con muchos contactos. Me dediqué de lleno a representar jugadores, a asesorar clubes, a todo lo relacionado con el fútbol. Primero me acerqué a El Porvenir. Hicimos buenas cosas, pero el equipo descendió. Había formas que no iban conmigo y me corrí. Después se dio lo de Defensa y Justicia , con el asesoramiento en el club”. Más tarde llegaron la controversia en Colón, tras la activa participación durante el mandato de Germán Lerche , y los contactos con Godoy Cruz , donde una y otra vez negó ser socio de su amigo José Mansur .
–¿Cómo es tu trabajo en Defensa y Justicia?
–Asesoro en toda la parte profesional. A partir del éxito del club me encariñé y soy como un dirigente, más por el bien del club que por el bien personal. Eso no pasa en otros lados. Mi trabajo es transparente, más allá de que se quiso vender otra imagen.
–¿Qué diferencia hay con un gerenciamiento?
–Mucha. Si un día el presidente [José Lemme] me dice que no tengo nada que ver… listo. Es todo verbal.
–¿Con los otros clubes es igual?
–Con Arsenal firmé una situación legal. Hice aportes por la situación en la que está el club y por la relación con Julito Grondona. En ocho meses acomodamos bastante el club.
–Además, tenés jugadores y entrenadores por todos lados, ¿no es chocante?
–Cuando uno duerme tranquilo, no. No hay nada contradictorio en lo que hago, salvo para la imaginación de los demás.
–¿Sos el representante de moda o el dueño del fútbol?
–Eh... No soy el dueño del fútbol. Que estoy en muchos clubes y que participé en muchas situaciones, es real. Pero bueno… la tarea es así. No obligo a nadie, me buscan… Por ejemplo, en Independiente, cuando llevé al DT (Jorge Almirón) sólo se contrataron dos jugadores míos (Víctor Cuesta y Juan Martín Lucero) y se decía que todos eran míos. Cuando él se fue llegaron muchos más. Uno trabaja, gestiona y evalúan los clubes. El balance que hago es si el jugador, además de deportivamente, también rindió en lo económico. A veces te dicen: Este vino a robar o trajo un burro. Ahora, si costó uno y se lo vendió en más de uno, ya no se perdió. Claro que después están los gustos personales.
–Cuando Almirón estaba en Independiente, otro DT tuyo (Diego Cocca) dirigía Racing, ¿cómo viviste ese morbo?
–No fue tanto para mí, sino para mis representados. Cocca fue el más criticado y salió campeón. Almirón ganó el clásico, pero terminó yéndose. De eso no se habla. Cuando Cocca se fue de Racing se especulaba con que ya tenía algo arreglado, y estuvo siete meses sin trabajar. No es cómodo que hablen mal de uno, pero empecé a entender las reglas del juego. Trato de aislarme de este mundo de los medios porque si no te come. Si uno se mete a escuchar el día a día, a contestar las agresiones, no se puede.
–Si te ponés del otro lado, ¿entendés las suspicacias?
–Me tocó estar del otro lado: fui futbolista.
–Pero, cuando jueguen Defensa y Arsenal, por ejemplo, es lógico pensar mal.
–Fui jugador. Aunque amateur, compartí vestuarios. Creo en el jugador de fútbol. Es muy difícil convencer a un grupo por una situación en particular. Sí puede ser que una situación favorezca a ambas partes. Por ejemplo, si empatando los dos se salvan, psicológicamente van a manejar el partido, pero no por un soborno.
–¿No hablarías con ellos?
–No, perdería mucha credibilidad. El mundo del fútbol tiene una publicidad terrible. Después, ¿cómo me pararía delante de un jugador?
–¿Sentís que hay una mala imagen tuya?
–Siempre digo que camino tranquilo por todos lados. De entrada, con la prensa, se hizo una imagen negativa. Tal vez no hablar generó eso. Además, estar en muchos lados hace que sea más fácil cargar las culpas en mí. Convivo con eso.
–¿Por qué el silencio?
–Porque estamos en una época en la que es difícil reconocer que al otro le va bien por el esfuerzo. Siempre es más fácil decir que le va bien porque hizo algo sucio o feo. En general pasa eso en la Argentina. Por más que diga mi verdad, no voy a poder cambiarlo. ¿Para qué luchar por algo que yo estoy tranquilo?
–¿No es un mecanismo de defensa?
–Puede ser…
–¿Por qué no estás en las redes sociales?
–Porque no me dan ningún plus. Mi logro es que me reconozcan mis jugadores y que se den cuenta de cómo trabajo. Sólo soy un complemento de los jugadores. El día que pierda la humildad y que no entienda que soy un complemento tendré que pensar qué estoy haciendo.
–Cuándo se hablaba tanto de vos ¿no te daban ganas de defenderte?
–No tenía sentido discutir con el periodista que le traslada ciertas cosas a la gente. Esa no la cambiás más. Era meterme y darle importancia a lo que querían buscar. En la Argentina, si a un tema no se le da bola en una semana se acaba. Vos me dirás que mancharon mi imagen. Pero yo estoy tranquilo…
–¿El que calla otorga?
–No, no creo que sea así. Mi entorno, mis amigos saben cómo me manejo.
–¿Sos un hombre frío?
–Sí, me costó, pero entendí que –por momentos– esto es muy injusto. Si uno quiere ayudar o colaborar, no se retribuye de la misma manera. Entonces empecé a aislarme de lo pasional.
–¿Por la calle te conocen?
–Por suerte, no.
–¿Te molestaría que lo hicieran?
–No. Me ha tocado en alguna situación, pero en general paso inadvertido. Voy a la cancha que quiero.
El equipo ideal
LA NACION armó el siguiente equipo con algunos de los jugadores representados por Bragarnik:
Gabriel Arias (Defensa y Justicia); Bruno Pittón (Unión), Emmanuel Aguilera (Tijuana, México), Víctor Cuesta (Independiente) y Damián Pérez (Tijuana, México); Gonzalo Castellani (Boca), Iván Marcone (Lanús) y José Luis Fernández (Rosario Central); Franco Jara (Pachuca, México), Gustavo Bou (Racing) y Darío Benedetto (Boca).
Entre los DT más exitosos están Diego Cocca (Millonarios, Colombia), Jorge Almirón (Lanús) y Eduardo Coudet (Rosario Central).
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