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Leandro Chichizola, tres años en la vida de un pibe
La gente del club San Justino creía tener el futuro base del equipo de básquet en ese pibe corajudo, perseverante y con gran personalidad. Las tardes completas se consumían en el parquet y la ilusión de representar al club en los planteles superiores se construía a pura pasión. Pero un día, esa misma vehemencia se hizo protesta ante un fallo arbitral y el sueño del play maker sufrió un paréntesis de dos años de suspensión que obligó a buscar otros horizontes. Su agilidad para el salto, su seguridad de manos y su arrojo, le hicieron creer que podía ocupar el arco el día en el que el titular brilló por su ausencia. A partir de allí todo cambió para siempre. La pelota modificó su tonalidad del naranja al blanco, el aro fue reemplazado por los tres caños y las redes del canasto se transformaron en otras más grandes y profundas. Primero Unión de Santa Fe y luego el largo camino de inferiores edificaron la escalera para escalar hasta llegar al profesionalismo.
El presente le sonríe. Esa cara de adolescente tardío denuncia la vitalidad de su juventud. Ese peinado que bien podría transformarlo en uno de los integrantes de cualquiera de los grupos musicales, cuyo objetivo son las chiquilinas incapaces de manejar sus hormonas, marcan a pleno la tendencia de la moda. Sigue siendo un pibe, por eso y aunque algunas cosas le fueron ocurriendo demasiado rápido, Leandro Chichizola no deja de avisarle a su rostro que la emoción puede tomarlo por asalto, como el amago de algún gran delantero del planeta fútbol.
Con solo veintiún años debió asumir el fierro caliente del arco "millonario" en parte de la última campaña antes del oscuro descenso. Pasaron tres años de aquel "blooper" de 2011 con forma de pifia ante Santiago Silva. Tiempos en los que "Chichi" estaba llamado a ser el sucesor de jóvenes como Costanzo, Lux y Juan Pablo Carrizo al que debía reemplazar, pero que se presentaron con una urgencia desmedida . Fueron meses tensos, cargados de nerviosismo, histeria y desilusión. El final no podía ser otro que el de la caída y él se hundió arriba del barco.
Sobró paciencia para aguantar la etapa de Vega en la B Nacional, la llegada de Barovero y la vuelta al banco para abonar el eterno mote de "gran promesa".
El desgarro del ex arquero de Vélez, le posibilitó ocupar el arco del conjunto de Núñez, pero ahora los tiempos y la confianza parecieron ser muy diferentes desde un principio. Un penal atajado con gran pericia a Guido Carillo, le posibilitó a su equipo rescatar un empate en su visita a La Plata y una volada abajo y bien contra el palo para desmentir que a los ángulos rectos los arqueros nunca llegan, le ahogó el grito al pelado Furios en la excursión por Bahía Blanca en la que nuevamente se sumó de a uno.
La obra cumbre lo enfrentó cara a cara con Saja. Recordó un antecedente de otro choque por Copa Argentina y a la hora de elegir, se quedó con la punta izquierda. El remate seco fue amortiguado por sus manos y su cuerpo y la fortuna lo acompaño en el rebote en el travesaño. Todo lo que vino después atravesó su mente como un video clip, pero ni la adrenalina del momento ni la emoción del final lo sacaron de su alegría homeopática.
La inestabilidad del equipo que estaba para golear y terminó obligándolo a escribir una página épica para su carrera, puso al joven de San Justo en una de esas escenas que se recordarán como indispensables si el final del largometraje tiene forma de vuelta olímpica.
River se aprovechaba de la fagilidad de Racing, pero ese cierre taquicárdico con un partido incendiario en el cuarto de hora final, sumados a la lesión de Mercado, la expulsión de Maidana y la quinta amarilla de Rojas terminaron de calificar como "pirrica" a una victoria que no parecía correr peligro.
Cuatro partidos jugados y cuatro puntos nacidos de su cosecha personal, podrían llegar a marcar la diferencia en un final que se aventura cerrado y emocionante. Con su rendimiento, y ante la posible vuelta de Barovero, pondrá a Ramón en un aprieto a partir del cual el entrenador deberá tomar una decisión sensible. Chichizola solo quiere atajar. Por ahora no pide más que eso.
En San Justino todavía se lamentan por el base que se perdieron para el equipo de básquet. En Núñez apuran los trámites para la renovación contractual y mientras tanto disfrutan de un arquero con presente soberbio y futuro prometedor.
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