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Chelsea, campeón del Mundial de Clubes: venció 2-1 a Palmeiras en el alargue con el VAR como protagonista
El belga Romelu Lukaku y el alemán Kai Havertz anotaron para el equipo inglés; Raphael Veiga había convertido el 1-1 transitorio; todo se definió en el minuto 114
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Chelsea, de Inglaterra, se consagró campeón mundial de clubes tras vencer por 2-1 a Palmeiras, de Brasil, en tiempo suplementario. El belga Romelu Lukaku y el alemán Kai Havertz convirtieron para el campeón de la Champions League. Raphael Veiga, de penal, había señalado el 1-1 transitorio para el vigente bicampeón de la Copa Libertadores. Sobre el final, los brasileños se quedaron con un jugador menos por la expulsión de Luan.
Fue una final entre dos equipos que buscaban su primera corona mundial, cada uno con sus armas. De un lado, el fútbol de posesión de Chelsea, con Romelu Lukaku como pivot y referencia ofensiva, más la garra de N’Golo Kanté y el panorama de Mateo Kovacic. Del otro, Palmeiras y el autobús en el arco de Weverton. Un equipo de autor (Abel Ferreira), inspirado en la filosofía de José Mourinho. Con un gen particular: la rigurosidad para defender. El entrenador portugués no negocia ni el despliegue ni la actitud. Si debía perder, que fuera con los dientes apretados.
En esa batalla de tintes ajedrecísticos comenzó a prevalecer el talento individual del equipo inglés. No tuvo oposición hasta llegar a la zona de tres cuartos de cancha. Al entrar en zona de definición, la vista se les nublaba a los futbolistas de azul. Por eso, nadie se sorprendió cuando, en el umbral del entretiempo, Thiago Silva se hartó de esperar que un compañero se desmarcara y remató al arco desde 40 metros. Weverton se estiró todo lo que pudo y despejó al córner. Fue la mejor jugada del equipo de la Premier.
Palmeiras había tenido la suya en un acercamiento colectivo que tuvo al tándem Dudú-Rony como protagonistas estelares. Ese primer tiempo no tuvo más, porque los brasileños se empeñaron en destruir lo poco que inventó su rival y porque a los británicos les faltaron ideas. El espectáculo siempre tuvo intensidad, aunque le faltó peligro cerca de los arcos. Era una final sin emociones.
En el segundo tiempo una jugada colectiva de Chelsea (la primera con relativa profundidad) desbloqueó el marcador. Lukaku pivoteó, Hudson Odoi fue hasta el fondo y la torre belga convirtió mediante un frentazo inatajable. Ni dos Wevertons podrían haber sacado ese balón. Parecía, entonces, que Palmeiras debía cambiar el guión y transformarse en lo que no es: un equipo ofensivo, que busca el arco rival en todo momento. No está en su esencia.
El gol de Chelsea
¡Un animal del área! Tremendo gol de Lukaku para el 1-0 de Chelsea.#MundialDeClubes #MundialDeClubesxTNTsports pic.twitter.com/Ovlv86UUY5
— TNT Sports Argentina (@TNTSportsAR) February 12, 2022
Pero Chelsea apenas pudo disfrutar diez minutos de la ventaja conseguida. Porque Thiago Silva cometió un error impropio de su currículum y metió la mano cuando no correspondía. VAR, penal, zurdazo de Raphael Veiga y empate de los brasileños, expertos en sacar petróleo cada vez que se deciden a explotar territorio enemigo. Con el 1-1, todo volvía a empezar.
Chelsea, dominante, hizo gala de su billetera. Thomas Tuchel, su entrenador, llegado horas antes del partido en un avión privado luego de perderse la semifinal por haber dado positivo de coronavirus, mandó a la cancha al alemán Timo Werner, un delantero de clase mundial, para encontrar el gol que le diera el título. También ingresó Saúl, un futbolista formado en Atlético de Madrid. Los de azul volvieron a tener la iniciativa; los de verde (hoy de blanco), a su trabajo habitual: defenderse. Tanto, que en ocasiones se replegó con diez de sus jugadores en el área. Afuera, sólo el 9, su Llanero Solitario.
El empate de Palmeiras
Tremenda jerarquía de Raphael Veiga para meter el penal del 1-1 de Palmeiras#MundialDeClubes #MundialDeClubesxTNTsports pic.twitter.com/kQ1N6VxdTg
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En ese contexto, Chelsea siempre estuvo incómodo. Salvo en la jugada del gol, que consiguió habilitar a Lukaku entre los zagueros brasileños, nunca encontró la forma de asociarse y dejar a los suyos mano a mano ante Weverton. Mucho volumen de juego; pocas ocasiones claras. Era, en definitiva, el partido que había pensado Ferreira: su equipo replegado en campo propio y listo para salir de contragolpe con los dientes afilados como si fuera un animal famélico. Pensó (y pensó bien) que a la última línea del equipo inglés le costaría el retroceso en velocidad. Por eso Palmeiras no fue partenaire, sino protagonista del partido. Jugó a lo suyo y llevó al campeón de Europa al alargue.
Antes de la prolongación, más millones a la cancha: Tuchel dispuso los ingresos del marroquí Hakim Ziyech y el francés Malang Sarr. El entrenador alemán buscaba renovar la energía de sus futbolistas. Y apelaba a la inspiración de Ziyech para que el ex futbolista de Ajax sentenciara la historia. Si Palmeiras apostaba a su bloque, Chelsea se encomendaba a sus individualidades. Dos estilos, dos maneras distintas de entender (y jugar) una final.
El trámite del partido no se modificó. Palmeiras se replegó aún más y Chelsea concentró a sus soldados en el área brasileña. Pero congestionar el área rival con delanteros no significa ser más profundo. El equipo inglés monopolizaba la pelota, la trasladaba e inquietaba. Pero le faltaba el penúltimo pase, esa asistencia que dejara a un futbolista azul en posición de gol. Palmeiras estaba llamado a resistir, porque para eso se había preparado. Mientras, el reloj jugaba a su favor: los penales estaban cada vez más cerca.
A siete minutos del final, una jugada cambió la historia. Otra vez, una mano. Otra vez, el VAR. Ahora lo sufrió Palmeiras. Luan, el infractor, se tomó la cabeza, incrédulo. Había hecho un partido para la historia, imperial en las alturas. Kai Havertz, que alguna vez fue el joven maravilla del fútbol alemán, engañó a Weverton y anotó el 2-1. Ahora sí, Chelsea daba un paso de gigante para ser campeón del mundo.
El penal de Luan sancionado por el VAR
Jugado, Ferreira tiró todas las fichas que le quedaban: Deyverson (delantero) por Marcos Rocha (defensor). Y Gustavo Gómez (ex Lanús) a cabecear todo lo que sobrevolara el área del equipo inglés. No hubo tiempo para más y Chelsea fue campeón.
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