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Champions League: Barcelona fue humillado por Mbappé, y también por dos ex: Luis Enrique y Dembelé
Paris Saint Germain goleó 4-1 y se clasificó a las semifinales; revirtió la derrota de la ida y tras estar en desventaja 1-0 antes del cuarto de hora; dos goles de Mbappé; fue clave la expulsión de Araujo
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Barcelona volvió a sus peores pesadillas europeas. Revivió noches aciagas, de derrotas que calan hondo y dejan heridas. Como en una película de terror, en la eliminación ante Paris Saint Germain sobrevolaron los fantasmas de las duras derrotas ante Bayern Munich, Liverpool, Roma y Juventus. También Paris Saint Germain había sido su verdugo hace tres años, con el mismo resultado que este martes: un 4-1 que lo sacó de la Champions League a los revolcones.
Los 3000 hinchas franceses, incluido el núcleo ultra, festejó en Montjuic, pusieron el ruido ante la pesadumbre final de los hinchas catalanes. Paris Saint Germain está en las semifinales, etapa que no alcanzó en los dos años que reunió a Messi, Mbappé y Neymar. Enfrentará a Borussia Dortmund y Kylian Mbappé sigue en carrera, con la posibilidad de tener una salida con gloria si finalmente conduce al equipo a la conquista de la primera Champions. Después decidirá su futuro, muy probablemente vinculado a Real Madrid.
Por ahora, sigue siendo la primera espada ofensiva, en este caso muy bien acompañado por el juvenil Bradley Barcola -el primero en provocar el desbarajuste defensivo de Barcelona- y Ousmane Dembelé, para mayor pesar de los culés, que vieron cómo el delantero por el que pagaron 135 millones de euros sin una contraprestación futbolística equivalente, en esta serie fue una de las figuras del PSG, autor de un gol en la ida, otro en la vuelta y protagonista del penal que le cometió Cancelo.
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Barcelona tiró todo por la borda. La confusión en el campo fue una extensión de la que tuvieron algunos de sus hinchas en las adyacencias del estadio, cuando antes del cotejo le arrojaron cohetes y bengalas al ómnibus que trasladaba al plantel de Barcelona, pensando que era el de PSG...
Como en eliminaciones anteriores, Barcelona dejó pasar el tren, se infligió un daño cuando estaba para salir fortificado. Dilapidó la victoria por 3-2 de la ida en el Parque de los Príncipes. Salió con un plan conservador en la revancha, cedió la iniciativa, prefirió no defenderse con la pelota, si bien tenía a Pedri, Gundogan y De Jong para ejecutar el plan.
La estrategia le funcionó porque en su primer ataque a fondo se puso en ventaja: el juvenil Lamine Yamal desbordó a un endeble Nuno Mendes y puso el centro para que lo conectara Raphinha. El brasileño pintaba para ser el hombre de la serie, con la suma de tres goles en dos encuentros. Barcelona ganaba 1-0 a los 12 minutos del primer tiempo. Escenario más que favorable, las perspectivas invitaban a la ilusión. Las preocupaciones eran de PSG, que había empezado con Mbappé de centro-delantero, la ubicación que menos le agrada.
Pero Barcelona se empezó a meter en problemas, de los que no solo no supo salir, sino que los agravó a medida que lo fue atrapando el nerviosismo y la impotencia. El quiebre definitivo fue a los 28 minutos del primer tiempo, el momento bisagra que cambió la historia de la eliminatoria. Ronald Araujo quiso salir con un pase profundo por adentro y al segundo se encontró corriendo hacia atrás para intentar frenar la corrida de Barcola, a quien tumbó en la entrada al área al tomarlo levemente por los hombros. El árbitro István Kovács cobró infracción en la puerta del área y expulsó al zaguero uruguayo por impedir una acción manifiesta de gol. El uruguayo se resistía a salir, exigía la revisión en el VAR. Quizá intuía la debacle que le esperaba a su equipo.
Xavi rearmó la línea de cuatro con el ingreso de Iñigo Martínez por Yamal. Respetó la trayectoria y la experiencia de Robert Lewandowski, que no estuvo certero en los remates que le quedaron, y sacrificó la frescura y atrevimiento del juvenil. Luego, Xavi reconoció que dudó en sustituir a Yamal. El curso del cotejo demostró que la decisión del entrenador no fue la más acertada.
Barcelona se dispuso a una resistencia a la que no suele estar acostumbrado, porque su ADN futbolístico tiene otro registro y este equipo tampoco traía credenciales de ser un muro defensivo. Luis Enrique había acertado con la inclusión del eléctrico Barcola, que cruzó la asistencia para una estupenda definición de Dembelé. Más sal para la herida de Barcelona.
Con el 1-1, el equipo catalán se seguía clasificando, pero en el ambiente flotaba la sensación de que la serie estaba en el aire, PSG se veía en situación de dar el golpe. Y lo asestó con un remate de media distancia de Vitinha que encontró a toda la defensa local en babia, sin presionar a nadie en un movimiento surgido en un córner. Demasiadas concesiones.
La ventaja envalentonó más a PSG, percibió bien que su rival estaba aturdido. Y también descontrolado, como lo demostró Xavi, que fue expulsado tras protestar e insultar por un supuesto foul no sancionado a De Jong. “El árbitro estuvo muy mal, se lo dije. La expulsión de Araujo fue determinante. Para mí fue demasiado la tarjeta roja”, expresó en la conferencia de prensa Xavi, que el domingo afrontará el clásico ante Real Madrid por la Liga, en uno de sus últimos siete partidos en el club, ya que en febrero anunció que no continuará tras el final de la temporada.
Al partido le llegó su “momento Mbappé”, que metió el penal del 3-1 con un fuerte remate cruzado y sentenció la serie con el 4-1, tras una primera tapada de Ter Stegen y un despeje de Kounde que le volvió a caer al atacante francés. “Mbappé fue un auténtico líder desde el principio hasta el final. Vitinha también, Ousmane... Ha sido un partido fantástico de todos ellos”, expresó Luis Enrique.
A algunos hinchas locales se le caían las lágrimas en las tribunas. Habían pasado de la ilusión a otro desencanto. Barcelona no obtiene la Champions desde 2015, con el tridente Messi-Suárez-Neymar y Luis Enrique en el banco. Ese mismo Luis Enrique que ahora no se ahorra ninguna expresión de euforia en el banco de suplentes de PSG. Saltó, gritó y se abrazó. Ni los ex tuvieron piedad con el derrumbe de Barcelona.
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