Champions League: Ángel Di María de enganche y Nicolás Otamendi siempre al límite en el infierno de Belgrado

Una noticia buena y una noticia mala. La buena es que Ángel Di María mantiene el colmillo afilado en el fútbol mundial. Es la figura de Benfica, que pisa fuerte en la Champions League en su presentación. La mala es que... a los 36 años, podría ser un indispensable en el campeón del mundo, pero ya decidió cerrar su capítulo en la selección argentina.

Di María juega lo que vale. Sin embargo, entendió perfectamente cuándo decir adiós, algo que no comprenden buena parte de los futbolistas profesionales. Una lástima, si se toman en cuenta las últimas tareas del seleccionado nacional.

Di María es la clave del triunfo de Benfica, que se impuso por 2 a 1 sobre Estrella Roja en el infierno de Belgrado, en “el pequeño Maracaná”, en su presentación de la nueva Champions League. Al igual que su equipo, de mayor a menor, aunque con una curiosidad: su posición en el campo de juego. Como en buena parte de su trayectoria, tomó nota del contexto desde el ángulo derecho, como un falso wing, desde esa banda hacia al centro. Sin embargo, su verdadera intención fue otra.

Se disfrazó de enganche. Un enlace contracultural, con envíos largos y profundos, con conducción desde la derecha hacia al medio, con sociedades con Benjamín Rollheiser (de buena tarea) y con el turco Kerem Akturkoglu. No fue el dueño exclusivo del liderazgo creativo, tampoco de la pelota parada, pero le dio un sentido distinto al juego.

Con los años, evidentemente, todos los fuera de serie prueban variantes, alternativas de ataque en este caso. Di María seguirá siendo un delantero vertiginoso por las bandas (mantiene su esencia, más allá de la edad), pero le agregó conocimientos tácticos en los últimos diez años. Uno, el presentarse como alternativa en la creación, improvisando desde el centro hacia los costados.

El conjunto portugués se impuso con goles de Kerem Akturkoglu (Di María creó el prólogo de la acción) y de Orkun Kokcu (un sensacional tiro libre; el otro ejecutante era, justamente, el rosarino) y el valiente elenco serbio descontó cerca del final, a través de Milson.

El capitán del conjunto visitante, como siempre, es Nicolás Otamendi, mariscal de a ratos y al límite en casi todo el escenario. Estuvo a un desliz de cometer un penal, como ocurrió en otro infierno, en Barranquilla, en el 1-2 frente a la noble y aguerrida Colombia. Juega sin tener cuidado, con la experiencia de su capacidad técnica que, a veces, le juega una mala pasada.

Todo ocurrió en el estadio Rajko Mitic, el campo de Estrella Roja, donde entran 50.000 hinchas según los registros oficiales, aunque siempre parece que hay miles más. Entre los elementos que convierten al Rajko Mitić en un templo especial, cita un reciente informe de Relevo, además de su diseño circular y la pista de atletismo, sobresale el pasillo que conecta los vestuarios con el césped.

En los últimos años recibió el sobrenombre de “túnel de los horrores”. Unos 100 metros de recorrido tenebroso por un pasadizo y escaleras grafiteadas que adelantan el infierno. “Es uno de los campos donde más sentí la presión de la hinchada rival. En el túnel vas escuchando a los fanáticos, se hacen notar. Había visto pocas cosas así”, afirmó tiempo atrás Marc Valiente, el único español que pasó por Partizán (2018-19) y que sufrió el Maracaná como visitante.

Estrella Roja, además, presume de su túnel como elemento esencial para atraer a los turistas a los tours, con música y color. Di María no le tuvo miedo. Jugó como siempre y hasta en una nueva posición.

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