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River igualó con Cerro Porteño, selló la clasificación y jugará con Boca en las semifinales de la Copa Libertadores
River, campeón vigente y con la ventaja que le otorgaba el triunfo por 2-0 de local en la ida, cerró la serie en Asunción al igualar 1-1 con Cerro Porteño y en las semifinales de la Copa Libertadores se encontrará con Boca, que eliminó a Liga de Quito. El superclásico argentino volverá a darse en el torneo continental, tras la final del año pasado.
Otra vez River pisó fuerte en el terreno continental y accedió a las semifinales de la Copa Libertadores, como había hecho en 2015, 2017 y 2018. Dejó en el camino a Cerro Porteño, al que eliminó por un global de 3-1 (victoria en Núñez 2-0 y empate en Asunción 1-1) y ahora se encontrará nuevamente con Boca. Eso potencia la situación, pero sobre todo demostró, una vez más, que el equipo de Gallardo tiene entidad propia y que funciona como una estructura casi indestructible, capaz de jugar sus mejores partidos sin Pity Martínez ni Juan Fernando Quintero y dejando su sello en un terreno complejo como Asunción sin Pratto, Ponzio, Pinola ni Enzo Pérez. Este River parece superar sus propios nombres, se supera a sí mismo.
El 1-0, de Haedo Valdez
En la previa, River debía estar más preocupado por demostrar que lo vivido ante Talleres (derrota 0-1, en el Monumental) había sido una excepción en su recorrido triunfal, debía centrarse en eso antes que en el clima adverso que podría sufrir en su visita a la Olla de Asunción. No es la primera vez que un adversario lo iba a hacer sentir visitante al conjunto de Marcelo Gallardo, el tema era si iba a encontrar rápidamente los argumentos de siempre para salir victorioso.
Porque el River de Gallardo se acostumbró a vivir bajo presión. La propia, por ese chip activado por su entrenador para reinventarse siempre, por más que haya ganado muchos títulos y que sienta que nada podría superar haber vencido a Boca una final de Copa Libertadores en Madrid, y también la presión que le hicieron sentir en este recorrido en la Bombonera, el Cilindro de Avellaneda, el Libertadores de América, Belo Horizonte (el histórico 3-0 a Cruzeiro, luego de haber perdido en Núñez 0-1 en 2015), Porto Alegre (triunfo en el descuento ante Gremio, en 2018), Monterrey (ante Tigres, con quien luego jugaría la final, en la etapa de grupos de la Copa 2015 revirtió un 0-2 para ponerse 2-2). Lo proyectado por Cerro Porteño este jueves iba a tratar de sorprender a River, pero el equipo millonario no se iba a encontrar con nada que en su recorrido internacional de los últimos años no hubiera visto.
En ese contexto, mostró los dientes de entrada, al punto que a los 30 segundos ya puso un futbolista en posición de gol (Matías Suárez), aunque el arquero Juan Pablo Carrizo logró cerrar la jugada como un líbero. Con Pinola en el banco (los centrales fueron Robert Rojas y Martínez Quarta), el volante centro fue Bruno Zuculini, ante la suspensión de Enzo Pérez. Gallardo buscó reforzar el juego aéreo defensivo ante los pelotazos largos que iba a buscar Cerro Porteño para el doble 9 Larrivey y Haedo Valdez. Y arriba también sorprendió la ausencia de Lucas Pratto, hasta hace poco un intocable para Gallardo, aunque el delantero nunca volvió a ser el mismo tras la lesión. Entre Suárez y Borré tenían la responsabilidad de ser las principales referencias ofensivas.
El 1-1, de De la Cruz
Pero Cerro Porteño golpeó de arranque y vía el juego aéreo (una de las virtudes del equipo paraguayo): Haedo Valdez se tiró de palomita tras un centro desde la derecha de Larrivey y le agregó más clima a la serie. River pareció aturdido durante unos minutos, pero el partido se jugaba con intensidad y fricciones, a tal punto que en una pelota dividida Haedo Valdez terminó cabeceando a su propio compañero Aguilar, lo que derivó en un pique a favor de River. El propio delantero paraguayo vio la tarjeta amarilla –vía observación del VAR– por una plancha en la mitad del campo de juego ante Palacios que era una jugada de expulsión, aunque el chileno Julio Bascuñán no lo entendió así.
Cada balón en los pies de Cerro Porteño terminaba con un pelotazo largo para Haedo Valdez y Larrivey, por lo que entre el triángulo Robert Rojas, Martínez Quarta y Zuculini debían estar muy atentos para no dejar ni un centímetro de ventaja. Y en una de esas acciones, Rojas dudó, dejó picar la primera pelota y terminó cabeceando al córner ante la presión de Haedo... Fueron los momentos de mayor confusión y dudas en el equipo visitante. Y en otra búsqueda parecida, Pachi Carrizo puso bien el cuerpo y Armani terminó achicando y salvando el mano a mano lo que hubiera sido el segundo. Pero River también está preparado para sobrepasar mentalmente este tipo de situaciones.
El entretiempo pareció reacomodar las ideas de River. El equipo de Gallardo no había generado casi nada, pero encontró en un golazo de De la Cruz la tranquilidad necesaria, con una volea desde afuera del área que se metió en el ángulo derecho; el uruguayo, hasta ahí de flojo partido, se tuvo fe para patear con alma y vida tras un rebote de un mano a mano que Carrizo le había desviado a Suárez. La clasificación global estaba 3-1. Y los dirigidos por Miguel Angel Russo –por ese gol de visitante– debían convertir tres tantos más, para imponerse 4-1 si pretendían llegar a las semifinales de la Copa...
Eso le dio a River la inyección anímica que necesitaba para terminar de hacer pie en el partido. Y hasta lo pudo haber ganado. Terminó teniendo el control total del encuentro. Y ya se puso a pensar en Boca, algo que se transformó en una costumbre para el equipo de Gallardo.
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