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Carlos Tevez en Boca: la última historia del 10, un regreso marcado entre el éxito y los conflictos internos
El capitán y referente xeneize fue clave para la conquista de los últimos campeonatos conquistados con Miguel Angel Russo, pero no pudo con la Libertadores y, desde que volvió de China, sumó también problemas con Barros Schelotto, Alfaro y Riquelme
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Carlos Tevez se fue de Boca. Ejecutará la opción de cláusula unilateral y, sin más, no será más jugador del xeneize. Esa bomba que se rumoreó en cada receso en el que debía definir su continuidad, esta vez explotó con el final de su historia en el club de sus amores. La partida a China, a fines de 2016, dejó heridas multiplicadas, pero retornó rápido a vivir el vértigo del mundo azul y oro y a conquistar una Copa Libertadores que se negó. Ya nada fue igual: por momentos, dejó de ser un intocable. La actual gestión de Juan Román Riquelme y Miguel Ángel Russo disfrutó del mejor nivel del ídolo en su tercera etapa, con dos títulos incluidos, pero también sufrió cortocircuitos sobresalientes.
Aquella forma de -prácticamente- escapar a Oriente, con apenas un video casero con el que se despidió de los hinchas, provocó una herida enorme en ellos, compañeros y en el cuerpo técnico de aquel entonces, el de Guillermo Barros Schelotto. La idolatría había perdido un gran crédito en los hinchas. Por eso, el retorno para su tercer ciclo se produjo apenas un año después: lo económico (podía ganar muchos más millones de dólares de los que terminó ganando) era muy chiquito en comparación al hambre que le generaba Boca.
Pero, claro, habría consecuencias. Con mala cara, el Mellizo le dio el protagonismo en aquel primer semestre de 2018: de hecho, jugó los 90 minutos de la Supercopa Argentina perdida en manos de River. Pero cuando encontró la oportunidad de un mercado de pases, pidió la incorporación de Mauro Zárate para poder sentar en el banco de suplentes a aquel Tevez que le había soltado la mano en el pasado. Porque Barros Schelotto le había pedido a Tevez que no se fuera a China. Desde ahí, arrancó una estadía sufrida, con más derrotas dolorosas, escasas alegrías y, sobre todo, con revuelos constantes.
Fue tan suplente en un momento, que Guillermo Barros Schelotto lo hizo jugar poco y nada, incluso, en la final superclásica de la Copa Libertadores 2018, aquel trofeo que el Apache quería obtener por segunda vez en su carrera (la primera y única fue en 2003): de los 230 minutos, que incluyeron tiempo suplementario en Madrid, Carlitos estuvo 26 en el campo, jugando 17 de la ida en la Bombonera y 9 en la final en el Bernabéu. El golpe sacó al entrenador de la dirección técnica y el futbolista aprovechó para dar detalles de lo que sintió.
“Si él seguía (por Barros Schelotto), no me veía en Boca otro año. Sentía que no iba a jugar pasara lo que pasara. Para no entrar en conflicto, me comí muchas cosas que en otro club no me comería. Sufrí falta de respeto”, bombardeó Tevez a fines de 2018 poco después de una de las derrotas más dolorosas de la historia azul y oro.
Quizás, todos esos dardos los lanzó confiado de que había llegado un técnico que, en su presentación, lo puso en el altar: Gustavo Alfaro había asegurado que Tevez era “nuestro abanderado”. Se intuía, entonces, que el delantero sería permanentemente el primer nombre de los once que salían a la cancha. No obstante, le soltó la mano ante su bajo nivel y Mauro Zárate volvió a imponerse en casi todo el ciclo.
El día que más se expuso su inconformismo fue en aquel superclásico por el torneo local en el que Alfaro prefirió las titularidades de los atacantes Jan Hurtado y Franco Soldano (jugando en el polémico puesto de volante por la derecha). El semblante de Tevez no esquivó una seriedad que evidenciaba enojo mientras caminaba al vestuario con la noticia confirmada. Y su caminata al campo del Monumental, cuando el DT decidió su ingreso en el epílogo del complemento, expuso aún más que la relación se había roto.
“Fue la única cara de culo que le puse. Se me había faltado el respeto. Llegaste, dijiste que era tu emblema y capitán, pero tardaste dos partidos en ponerme en el banco. Así se hace difícil agarrar confianza, te dan un palazo”, sentenció una vez que el ciclo estaba cumplido, con otra derrota ante el millonario en la semifinal de la Libertadores 2019.
Quizás, lo más acertado (y contradictorio) de Alfaro como entrenador de Boca fue convencerse de que “la carrera de Tevez no está terminada. El que cree eso se equivoca”, tal como le dijo a LA NACION en una entrevista. No lo puso en práctica, pero se vendría una etapa de contrastes en el que le daría la razón al ex conductor de Arsenal, Atlético de Rafaela y San Lorenzo, entre otros.
Porque lo mejor (y lo peor) estaría por venir. El entonces oficialismo de Daniel Angelici, su amigo, había perdido la presidencia en la elección frente a Juan Román Riquelme. Rápidamente, los recuerdos generaban un clima tenso. “Me tocó vivir un año y medio en el que, cuando nosotros perdíamos y River ganaba, Riquelme salía a elogiar al equipo de Gallardo y matar a nuestros jugadores. Como jugador e ídolo de Boca lo respeto, pero fuera de la cancha deja mucho que desear”, había sido su descargo mientras vivía aquellos días en Shanghai.
La promesa de campaña de la actual gestión, en la que “los ídolos se retiran en el club y Tevez se va a quedar hasta cuando quiera”, sumado a que el Apache había preferido no jugar políticamente, formó un comienzo pacificador. Con todos, incluso con el Consejo de Fútbol que Román formó junto a Jorge Bermúdez, Raúl Cascini y Marcelo Delgado y que escogió a Miguel Ángel Russo como el DT.
“Nosotros sabíamos que nos podía rendir. Lo charlamos con él, lo entendió y se puso a disposición de lo que le dijimos: ‘¿Cuánto creés que te queda? ¿Uno, dos, diez años? Bueno, disfrutalos’”, detalló Cascini ante este diario sobre el primer contacto con Tevez. Esa reunión brindó confianza de verdad: seis goles y una asistencia en los siete partidos que definieron la Superliga 2020 y un nivel personal que no se había visto en años. Figura absoluta. La ovación de la Bombonera reaparecería más convencida que nunca. Pero...
Tevez se confió. Olfateó el aire ganador de una nueva etapa y se dejó llevar, pese a que era cuestión de tiempo la explosión de una interna indisimulable, incluso, con semejante título obtenido en la cara de River. Porque Boca es así: cuando más paz debería vivir, se autodestruye. Y más con nombres tan rutilantes. Apareció la pandemia, la máquina que era el equipo de Russo se apagó y llegó un momento importante: la renovación de su contrato, la novela que destapó la olla.
Pareció un discurso preparado para salir al ataque el que emplearon Bermúdez y Cascini en el comienzo de esa negociación: “Cuando nosotros llegamos al club, Tevez era un ex jugador”, repitieron la frase en entrevistas separadas y en diferentes medios de comunicación. Tevez lo reprochó puertas adentro, pero el sismo se replicó con el colombiano como portavoz.
El último gol de Tevez a River
“Reconforta que haya medios independientes sin compromisos que aborden el tema con tacto y coherencia. La verdad prevalece siempre donde la mentira hace muchos esfuerzos por aparecer”, escribió en un tweet en el que citaba un artículo que trataba la supuesta estrategia de Tevez con Angelici para llegar a ser presidente, mientras el jugador pertenecía al plantel. Y, horas después, volvió a golpear: “Claro que nosotros esperamos la renovación de Tevez. Lo que no podemos aceptar es el oportunismo político y que se le mienta al hincha”, insistió en la red social.
El ahora ex capitán del xeneize, entonces, no se quedó callado y contraatacó con altura: “Hay que arreglar el contrato puertas adentro. Yo voy a seguir en Boca y a donar todo mi sueldo a una entidad sin fines de lucro”, dijo sin darle importancia al dinero. Cosa que no cayó bien en la directiva, ya que dicen que en un primer momento había pretensiones de varios ceros. Lo cierto es que la guerra había comenzado. Y el final ni siquiera fue hoy, con el anuncio de la salida.
Para que el fuego cruzado cesara, Riquelme levantó el teléfono y se puso al frente de la negociación. Llegaron muy rápido al acuerdo y eso es lo que hace ruido: todo lo anterior se podía haber evitado, pero -evidentemente- eran jugadas necesarias para avivar el fuego y desgastarse mutuamente.
Desde ya, el equipo nunca volvió a ser el mismo, más allá de la obtención de la Copa Diego Maradona. Tanto en la eliminación de la Copa Libertadores pasada, por la goleada sufrida ante Santos en semifinales, como en la derrota del lunes en la semifinal de la Copa de la Liga, por penales ante Racing, se observó al mismo Tevez: desganado, fastidioso y sin poder siquiera meter su ejecución, que impactó en el travesaño.
Carlitos siempre quiso irse ganador de Boca. De la Libertadores, claro, cosa que no logró. El momento, quizás, era con aquella imagen fantástica en la que convirtió el gol de la consagración ante Gimnasia. Sin la gente en los estadios hace 15 meses, la mala relación con los ex jugadores y en un Boca que no ilusiona a nadie, Tevez no tiene más fuerzas y por eso dice adiós.
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