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Carlos Bianchi. Los secretos del último DT argentino que supo ser campeón del mundo: dos clases tácticas de cómo le ganó con Vélez y Boca a Milan en Japón
El último equipo argentino que logró ser campeón del mundo en el nivel clubes fue Boca, en 2003 (venció a Milan). El anterior a ese, Boca, en 2000 (superó a Real Madrid). El anterior al anterior, Vélez, en 1994 (batió a Milan). En los tres casos, el entrenador fue Carlos Bianchi. Para encontrar otro DT de un equipo argentino campeón del mundo a nivel clubes hay que viajar a 1986, con Héctor Veira, que condujo a River en el triunfo ante Steaua de Bucarest. El que más cerca estuvo en los últimos tiempos fue Alejandro Sabella con Estudiantes, frente al Barcelona de Messi en 2009.
El Virrey, que este 26 de abril cumplirá 71 años, está respetando el aislamiento obligatorio que dispuso el Gobierno junto a su esposa Margarita en su casa de Barrio Parque. Por lo general, a esta altura de año ya estaba ubicado en París, donde solía viajar desde fines de febrero para quedarse hasta septiembre. Pero esta vez decidió permanecer en Buenos Aires. Está atento a las recomendaciones gubernamentales. Tanto él como su esposa están, por edad, en el grupo de riesgo y deben extremar las medidas de precaución.
Sigue de cerca todo lo que sucede con el coronavirus a nivel mundial. "No hay que joder con esta enfermedad", les dice a todos sus familiares y allegados. No sale de su casa. Entre una de sus vecinas y sus hijos Mauro y Brenda se encargan de llevarle provisiones; también cuenta con un servicio de delivery que le entregan verduras, carnes y pescados. De repente le suena el teléfono y recibe noticias desde Nueva Jersey, donde las novedades son alarmantes porque la gente empieza a ver morir a los vecinos del propio edificio. También está al tanto de las miles de personas que repatrió Francia. Bianchi toma sus precauciones, en su interior cree que en esta parte del mundo habrá que estar alertas hasta junio. No sale de su casa, pero igual se las arregla para hacer algo de ejercicios.
Y sigue pensando en fútbol, en partidos, jugadas. En ese sentido, mantiene el amor por la pelota como cuando recibió el primer regalo de niño. El 11 de marzo pasado estaba frente al televisor, como de costumbre, mirando Liverpool-Atlético de Madrid, la revancha. El equipo inglés estaba ganando 2-0 y lograba la clasificación cuando ya iban cinco minutos del primer tiempo suplementario.
Pero el entrenador Jürgen Klopp (que hasta allí solo había reemplazado a Chamberlain), resolvió hacer dos modificaciones en el minuto 105 y sacó a Henderson y Wijnaldum; a los 113 sustituyó también a Firmino; él y Wijnaldum habían sido los autores de los goles del partido. Bianchi se llevó la mano a la cabeza. Algo no estaba bien (para Liverpool). En los 97, 106 y 121, Llorente -por duplicado- y Morata anotaron para dar vuelta el resultado. Fue 3-2, Diego Simeone y Atlético ponían de rodillas al último campeón y seguían en carrera en la Champions League 2020.
"El fútbol está en los pequeños detalles: el que menos se equivoca es el que gana", les dijo –entre otras cosas– al plantel de Vélez en la charla técnica que realizó el 1° de diciembre de 1994 ante Milan, en Japón. Dato curioso: frente a Milan en 1994, Bianchi no hizo cambios. Tuvo siempre, corriendo cerca suyo, para ingresar a José Sánchez y Marcelo Herrera, pero no hizo cambios.
Frente a Milan, ya como DT de Boca, en 2003 sólo hizo una modificación, y la misma estaba proyectada de antemano: Carlos Tevez por Guillermo Barros Schelotto, a los 15 minutos del segundo tiempo. El reemplazo se hizo a los 27 de esa etapa. No hubo más sustituciones, por más que el encuentro finalizó en el alargue (120 minutos) y los penales.
"Fueron situaciones distintas", recordó Bianchi hace un tiempo. Una cosa fue con Vélez y otra la final con Boca. Frente al Milan de Fabio Capello (4-4-2), el Virrey aplicó también un 4-4-2 con Chilavert, Almandoz, Trotta, Sotomayor y Cardozo; Basualdo, Marcelo Gómez, Bassedas y Pompei; Asad y Flores. Vélez sacó del medio, pero Boban tardó cinco segundos en robarle la pelota al Pacha Cardozo. Eso no lo sacó del eje a Bianchi, tampoco la amarilla a Almandoz a los dos minutos de juego por una infracción a Daniele Massaro.
Organización, concentración, sacrificio y armonía fueron cuatro pilares en los que se basó el planteo de Bianchi. Vélez fue un equipo corto y con buena presión ante la pérdida de la pelota en zona 2. La posesión era del Milan, pero eso no lo desesperaba al DT argentino, que quería que le doble 9 jugara abierto: Asad sobre el lateral Maldini y Flores sobre Tassotti. Pompei y Basualdo lanzaban las habilitaciones cruzadas, pero el Turco y el Turu también se fajaron con los centrales Costacurta y Baresi en más de una oportunidad. No importaba caer muchas veces en posición adelantada, el tema era aprovechar al máximo esa que uno de los dos recibiera habilitado y de frente al arco rival.
El Milan de Capello tenía un juego largo también, salvo cuando los laterales le generaban un pasaje por detrás a los mediocampistas. Vélez tenía rebeldía y atrevimiento en las incursiones ofensivas de Bassedas, incluso para buscar gambetear dentro del área italiana. El agarrón de Costacurta a Flores le dio a Trotta el penal para el 1-0.
Chilavert tuvo sus apariciones claves ante dos zurdazos de Massaro y Asad puso el 2-0 luego de anticipar al arquero Rossi tras un pase atrás de Costacurta. A los 22 minutos del segundo tiempo fue cuando más cerca parecía que iban a estar de ingresar José Sánchez y Marcelo Herrera. Las apuestas estaban 10-1 a favor de Milan, pero cuanto más pasaban los minutos, más dominador del juego era Vélez. Incluso Bassedas tuvo el tercer gol con un contraataque 3 vs. 3 y Costacurta vio la roja por una falta que le hizo a Asad cuando el Turco se iba de cara al tercer gol.
Bianchi no hizo cambios. Ni siquiera en los minutos finales para dejar correr aún más el reloj. "Teníamos el partido controlado. Vélez ganaba 2-0 y a ellos les habían echado un jugador. ¿Para qué tengo que cambiar algo? ¿Si todo iba bien, para qué cambiar? Un DT tiene que estar muy seguro de lo que está haciendo. Los italianos parecen que están entregados y no se entregan nunca. No iba hacer un cambio para darles una oportunidad", reconocería luego de esa final. Y agregaría puertas para adentro de aquel vestuario ganador: "Yo les dije a los jugadores que ellos (por Milan) iban a jugar al 0-0. Eso era lo que nosotros pensábamos. Y que si era así, nosotros también teníamos que hacerlo".
¿A qué se refería el Virrey? Entendía que a los italianos, salvo excepciones, les gusta jugar de contraataque. Y que están esperando el menor descuido propio para hacerte daño. Esperan, parece que no están en condiciones de generar nada y, de repente, zás, convierten un gol. (Este pensamiento recobraría valor cuando vio el gol que Jon DahlTomasson le hizo a Abbondanzieri tras un pase de Pirlo, en 2003).
Hay dos variables que manejan los entrenadores con respecto a los cambios. Y en esas también se apoya Bianchi. La primera, si el jugador es suplente es porque no está a la altura del titular (no está mejor del que arranca jugando) y la segunda, es que una cosa es el ritmo físico con el que entra un jugador desde el banco, pero otro muy distinto es el tiempo que tarda en "entrar" en el ritmo del partido. Son situaciones diferentes. Y un suplente que ingresa, por más que tenga muchas condiciones, tarda siempre algunos minutos en entrar en el ritmo del partido, en alcanzar la misma intensidad que le está exigiendo el desarrollo.
Frente al Milan de Carlo Ancelotti (4-3-1-2), en 2003, Bianchi salió con un 4-4-2: Abbondanzieri; Perea, Schiavi, Burdisso y Clemente Rodríguez; Matías Donnet, Cascini, Battaglia y Cagna; Iarley y Guillermo Barros Schelotto. Casi no hizo cambios. Sólo uno, el ingreso de Tevez por el Mellizo, a los 27 minutos del segundo tiempo. Hubo 120 en juego, y luego sólo Pablo Jerez estuvo cerca de ingresar ante una molestia física del lateral derecho Perea.
"Con Boca, jugando ante Milan, el plan estaba todo programado. Contra Independiente nosotros sufrimos la lesión de Tevez, que estuvo 45 días sin fútbol. Guillermo también llegaba con lo justo, venía de una lesión y jugó solo un par de partidos previos, intercalados, en los últimos días anteriores al viaje. Se los dije antes del partido. [Guillermo, vas a arrancar vos, pero a los 60 entra Carlos] Iarley: lo saqué después del partido con River (2-0) que jugó muy bien. Le dije vos ahora no jugás hasta la Intercontinental. En Japón jugó los 120’. Es así: con las cosas claras uno duerme tranquilo". Y así fue. Eso se dio también porque el partido estaba empatado, si Boca hubiera estado perdiendo quizás salía un volante y pasábamos a jugar 4-3-3, pero eso ya estaba hablando y pensado desde antes", recordó Bianchi hace un tiempo.
Luis Amaranto Perea fue amonestado a los cinco minutos por una falta sobre Seedorf. Pero eso no sacó del eje a Bianchi. ¿Pensó que había riesgo de expulsión, encima con la posibilidad del "partido largo"? No. Sólo Jerez estaba como relevo para ese puesto, pero iba a ingresar en caso de que el central colombiano (devenido en lateral) no pudiera seguir por una cuestión muscular, no porque lo condicionara la amarilla. Boca fue un equipo corto entre líneas para jugar y presionar en zona 2.
El DT había hablado con Schiavi y Burdisso, sobre todo, porque Milan tenía como fórmula de ataque los lanzamientos largos de Pirlo a las espaldas de los centrales para habilitar a Shevchenko y Tomasson.
Para eso fueron claves la cantidad de anticipos defensivos de Schiavi y Burdisso sobre ellos y cómo dieron el paso adelante otras veces para achicar en tiempo y forma. Así fue que a Milan le cobraron 7 posiciones adelantadas. Una de ellas, en el gol anulado a Inzaghi tras un tiro libre de Pirlo. El gol de Tomasson fue la confirmación de lo que (cree Bianchi) de los equipos italianos: fue de contraataque, tras un muy buen pase (larguísimo, a la altura de la mitad de la cancha) de Pirlo a la espalda de Burdisso.
La jugada había arrancado con una pérdida entre Clemente Rodríguez y Battaglia, en un intento de ataque-proyección por la izquierda. El Virrey se tranquilizó porque Donnet empató a los cinco minutos, tras un rebote de un toque de Iarley tras un centro envenenado de Barros Schelotto desde la izquierda.
La única vez que agarraron abiertos a los centrales de Boca fue en esa jugada y en otras dos que tuvo como protagonista a Abbondanzieri, sacándoles el gol dos veces a Shevchenko, pero el Milan casi no tuvo espacios. La mejor forma de atacar de Boca era con los desprendimientos de Battaglia, que llegaba hasta la puerta del área rival y filtraba pases para Guillermo, Tevez o Iarley, que pivoteaban y entre ellos se generaban chances. El final del segundo tiempo y el alargue se jugó como quiso Boca, imponiendo condiciones física y mentalmente. "La actitud es más importante que el sistema", es otra de las frases predilectas de Bianchi.
Cuando el Virrey se juntaba a tomar café con amigos y otros entrenadores, también solía contar una anécdota sobre una reflexión que le escuchó una vez al italiano Claudio Ranieri (68 años), actual técnico de Sampdoria y que fue campeón de la Premier League con el modesto Leicester, en Inglaterra, aunque se lo tildaba de ser defensivo:
"Me acuerdo que un día le preguntaron a Ranieri ¿cómo estaba en el banco? ¿Qué sentía viviendo los partidos desde el banco de suplentes? Y Ranieri contestó: [¿Sabe cuándo estoy tranquilo en los partidos? Cuando mi equipo no tiene la pelota. Porque ahí están todos concentrados en recuperarla, el equipo mantiene un orden táctico. Si la tenemos… el jugador se distrae en atacar, y trata de querer atacar en todos los intentos y ahí… listo. Ahí es donde el rival te agarra mal parado y te lastima]".
"Contra un equipo italiano, uno está seguro que ganó cuando está superando al rival por un gol de diferencia y el árbitro marcó el final del partido", repite el Virrey hace años. Cuando Bianchi vio que Klopp empezó a hacer modificaciones ante Atlético de Madrid, intuyó que esa jugada podría beneficiar a un Cholo Simeone con esencia italiana en la forma de dirigir y armar sus equipos. Ahí se acordó de los partidos que él disputó ante Milan, en Japón, con Vélez en 1994 y Boca en 2003. Fue al archivo y confirmó la percepción: en 210 minutos de juego sólo había hecho un cambio.
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