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Cambio de paradigma: del Racing positivo al que se inventa los problemas y se echa sal en sus heridas
Una frase de Víctor Blanco, que en septiembre cumplirá 8 años como presidente, encendió el debate en la Academia; desde la salida del manager Diego Milito, el club no paró de fabricar contratiempos
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El próximo septiembre Víctor Blanco llegará a los ocho años en el cargo de presidente de Racing. Pasará a ser el segundo presidente que más tiempo en continuado estuvo al mando del club en sus 118 años de historia. Acaso por esos antecedentes sorprende que encienda un debate con una declaración fallida, justo cuando el equipo atraviesa un presente delicado. “Hubo momentos muy difíciles, en el cual al hincha de Racing le costaba ponerse la camiseta -dijo Blanco al programa radial Esperanza Racinguista- y hoy vemos que por todos lados están las camisetas. La gente anda con orgullo y ese orgullo no hay que perderlo”.
A través de las redes sociales, las respuestas llegaron de manera inmediata y hasta se sumaron tres futbolistas campeones con la Academia en distintas épocas, como Maximiliano “Chanchi” Estevez, Ezequiel Videla y Hugo Lamadrid, hoy representante por la minoría. La frase causó desencanto en hinchas y socios que hace casi 18 meses no pueden ir a ver a su equipo. Pero es, sobre todo, una muestra más de que en el último año la Academia revivió una vieja costumbre de inventarse los problemas.
Uno de los sellos distintivos de los años de gestión de Blanco marca que Racing cortó una tendencia autodestructiva que lo identificó durante al menos cuatro décadas. Un grupo de socios le puso a eso un nombre: Racing Positivo, una suerte de búsqueda de soñar con el mejor escenario posible para cambiar la mentalidad de un club atravesado por una cultura fatalista, convencido de que todos los males caían siempre en la mitad celeste y blanca de Avellaneda.
Bajo ese paraguas, acompañado de la solidez financiera e institucional, llegaron los tres títulos (2014, Superliga 18/19 y Trofeo de Campeones 2019) y las siete temporadas consecutivas con clasificaciones a torneos internacionales (Libertadores en 2015, 2016, 2018, 2020 y 2021; Sudamericana en 2017 y 2019). En 2019, Eduardo “Chacho” Coudet se animaba a decir que era el “mejor Racing de los últimos 25 años”. Y nadie lo discutía.
Aquello parece haber tocado su techo el 9 de febrero de 2020, el día de que la Academia se llevó el clásico ante Independiente con nueve jugadores y el gol agónico de Marcelo Díaz después de comerse una banana en pleno campo de juego. La inercia de todo ese movimiento alcanzó para, después del parate por la pandemia, eliminar al Flamengo, campeón defensor de la Libertadores, en el Maracaná.
El mayor mérito que suele resaltar Blanco es que cambió la manera en que se contaba a Racing: de aparecer en los medios solo por deudas o crisis, pasó a tener presencia por motivos más alentadores, como ventas de juveniles, triunfos o títulos. En el último tiempo, la Academia volvió a ser noticia por polémicas que se generaron puertas adentro del propio club. En julio pasado, por caso, fue cuando se difundieron las imágenes de seis jugadores del plantel entrenando en un predio en Rosario cuando AFA había prohibido los entrenamientos para futbolistas.
Unos meses después, ya en competencia, trascendió una sensación de mal clima luego de que Sebastián Beccacece parara un entrenamiento para sacar al staff del club que siempre formaba parte de las prácticas. “Es extraño que se haya viralizado eso, que es falso. El Racing anterior, el de los problemas, no va a volver porque nosotros no le vamos a dar espacio”, decía en noviembre pasado el ex DT.
Al poco tiempo llegó el episodio que terminó de dar vuelta la página del Racing Positivo: la salida de Diego Milito, el mayor ídolo del club de los últimos cincuenta años, que se despidió con un video que se hizo público justo en la previa del choque clave de Racing ante Flamengo. “Intenté convencer al presidente de romper con antiguas estructuras del club y dejar atrás viejas políticas del club de los años 90, las cuales padecí”, decía el ex número 22.
La renuncia del director deportivo y su secretaría técnica, más allá de su trabajo entre 2017 y 2020, marcó la salida de quien era, como alguna vez definió Coudet, “la voz creíble en el club para la gente”. La ida de Milito se selló con la derrota en La Bombonera, el último 23 de diciembre: aquella noche la disputa de proyecto de club que tenía con algunos dirigentes se volvió física en el vestuario visitante.
Las elecciones, unos días antes de aquella eliminación de Copa Libertadores ante Boca, habían dado una muestra de que la salida del ídolo no cortaba la confianza del socio para Víctor Blanco: más del 71% de los 6758 socios que se acercaron a las urnas votaron al oficialismo. Para su nuevo mandato que durará hasta 2024, Blanco decidió convocar a Rubén “Mago” Capria como mánager, en una función que aún hoy sigue difusa. “La tarea encomendada -se presentó Capria- es asesorar futbolísticamente a la institución y a la directiva”. Capria propuso a Juan Antonio Pizzi como entrenador, que en su presentación como DT no estuvo escoltado por el presidente, de viaje durante el último enero.
El final de Pizzi fue el peor: se fue después de una derrota en el clásico de Avellaneda. Una ajustada caída por 1 a 0 que, por los movimientos posteriores, pareció un terremoto. Aunque los ocho meses del ciclo de Pizzi fueron tortuosos. No sólo por las derrotas por goleada en las finales (5 a 0 ante River, en la Supercopa Argentina; 3 a 0 ante Colón, por la Copa de la Liga). Sobre todo porque siempre sintió la desconfianza de los dirigentes. Lo dijo cuando aún tenía el buzo de técnico: “Creemos que hay una campaña descarada e irrespetuosa hacia nuestro trabajo”. Y también en la despedida: “Nunca me pasó tener tan poco contacto con la dirigencia”.
Para suplantar a Pizzi, el club apostó por el trinomio Claudio Úbeda, Carlos Arano y Juan Ramón Fleita, tres hombres de la casa. Un cuerpo técnico que se armó de apuro en 48 horas para estar a cargo del equipo, al menos, hasta diciembre. Y que no tuvo su presentación, como suele ocurrir cuando hay un nuevo técnico. La confesión del presidente Blanco de la semana pasada, contando que tanteó a Javier Mascherano para saber si le interesaría ser el entrenador de Racing sin consulta previa al mánager Capria, parecía el último episodio de la saga en donde se fabricó sus propios problemas. Pero no. Se agregó la desafortunada frase que generó que otra vez Racing se eche sal en sus heridas.
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