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Más Cafferatas que Tevez: un viaje a la pirámide salarial del fútbol argentino
En la cima de la pirámide del fútbol argentino hay 288 jugadores. Son los que ganan más de $500 mil por mes y equivalen a apenas el 7,57% de los 3800 profesionales con contrato vigente en el país. En la base de la pirámide, en cambio, están quienes cobran el sueldo mínimo ($20 mil) de la primera C, la menor de las categorías que paga un salario por patear una pelota. La diferencia entre ambos extremos es de al menos 25 veces, y se corporiza en las imágenes que más atracción generan en las redes sociales, las que se corresponden con los menos: autos importados, casas de varias plantas en barrios privados y vacaciones en las mejores playas del mundo. Mientras unos eligen cómo vivir, los otros sobreviven; mientras unos pueden estar seis meses sin cobrar, los otros necesitan el sueldo para garantizarles un plato de comida a los suyos. Son, estos últimos, los miles que no tienen millones de likes en Instagram.
Carlos Tevez, con sus múltiples transferencias, su carrera europea y su doble regreso a Boca, simboliza al futbolista argentino exitoso, que puede jugar sin cobrar. Que puede vivir sin cobrar. El Apache es uno de los 288. En el otro extremo está Ariel Cafferata, el hombre que fue noticia por quebrarle el récord de partidos con la misma camiseta en la historia del fútbol argentino a un tal Ricardo Enrique Bochini. Cafferata no es enganche, sino defensor central. Y no es símbolo de Independiente, sino de Deportivo Laferrere, que hoy milita en la Primera C.
Al borde de los 40 años, Cafferata es uno de los tantos trabajadores de la pelota que se buscan la vida en las canchas argentinas. "Creo que ningún jugador de la C puede vivir sin cobrar", dice en diálogo telefónico con LA NACION. La conversación transcurre por celular, porque internet le funciona mal y se corta, justo en tiempos de pandemia. "Si cobraste un mes, tenés para pagar las cuentas, las cosas y después ya no te queda nada. Nosotros vivimos como un empleado común que gana prácticamente sueldos mínimos. No ganamos locuras. Y es difícil vivir", dice el hombre que tiene a la camiseta del club del oeste bonaerense como su segunda piel. Y que en sus horas libres atiende un bar: "Cafferata Café", comprado con los ahorros de toda una vida.
El fútbol doméstico tiene muchos más Cafferatas que Tevez. Más trabajadores anónimos cuyo Mundial es llegar a fin de mes que multimillonarios acostumbrados a llevar una vida cinco estrellas. Llegar a ser profesional ya es un éxito en un país donde apenas uno de cada 100 chicos que empieza en novena división de algún club termina en primera. Y donde el talento con la pelota es casi una commodity: 972 argentinos juegan en ligas extranjeras, según un relevamiento del Centro Internacional de Estudios Deportivos. Sólo Francia (1027) y Brasil (1600) exportan más futbolistas que la Argentina.
La pausa momentánea de la actividad y la suspensión de los descensos en todas las categorías puso un enorme signo de pregunta sobre los salarios de los futbolistas del ascenso. El 30 de junio se vencen cerca de 2100 contratos (el 55% de los convenios vigentes) de los estratos más bajos de la pirámide y todo apunta a que los clubes se achicarán. Cientos de futbolistas perderán su fuente laboral. A menos que se sienten a negociar con los dirigentes y consigan arreglos particulares. Los planteles de Huracán y de Independiente, en la Superliga, documentaron atrasos salariales anteriores al coronavirus. El gremio de futbolistas sostiene a las intimaciones judiciales como un arma para cobrar las deudas, en algunos casos millonarias. En el ascenso, en cambio, importa el futuro. Por eso hay acuerdos particulares para evitar que más familias de futbolistas queden en la calle el 1 de julio.
Las escalas de un mundo desigual
Cafferata, que vivió más de una tempestad, compara el presente sin fútbol desde mediados de marzo con la quiebra de su club, Laferrere, un proceso que duró ocho años (1997-2005). "No cobrabas. No te dejaban ir. Las pasé todas. Lo de ahora es prácticamente lo mismo. Cuando estábamos en quiebra tampoco sabíamos cuándo jugábamos. Íbamos a entrenarnos y por ahí no podíamos porque no teníamos ropa. Estábamos parados como ahora", recuerda el Chino, el hombre que debutó en primera en 1998 y lleva casi 664 partidos (23 goles) con la camiseta de Laferrere.
Entre el abismo que separa a Cafferata de Tevez hay distintos niveles. Un rival de Cafferata puede llegar a percibir cerca de $50 mil cada 30 días si es que tiene trayectoria en la C, o si bajó desde una categoría superior. Más arriba, el sueldo promedio de la B Metropolitana se ubica en los $35 mil, aunque haya contratos más altos, que pueden trepar hasta los $70 mil. En el Federal A el promedio gira en torno a los $40 mil, dependiendo de la inversión que haga el club para ascender. Puede haber contratos de $100 mil. Un escalón más arriba está la Primera Nacional, la antesala de la Superliga, donde pueden llegar a pagarse hasta $350 mil (o incluso más) en algún número 9 que garantice goles. Pero un sueldo normal para un titular bordea los $90 o 100 mil. El mínimo, por convenio, es de $28 mil.
En la Superliga hay de todo. Son 958 contratos para 24 equipos. El sueldo mínimo es de $34500. Hay 250 futbolistas que ganan hasta $40 mil. Unos 150 que perciben entre $40 y $90 mil. Cerca de 80 entre 90 y $200 mil, y alrededor de 200 entre $200 y $500 mil. Por encima de esa franja están los 288 jugadores que más dinero cobran en el fútbol argentino, y son quienes superan el medio millón de pesos mensuales.
"Estamos viviendo una situación que no esperábamos y que tampoco estábamos preparados para soportar o sobrellevar, porque la verdad es que es inexplicable", grafica Cafferata, quien desde hace unas semanas compagina el entrenamiento en la terraza de su casa junto a uno de sus hijos con el delivery de su café. Como Cafferata, los jugadores del ascenso se transformaron a la fuerza en polirrubros: Darío Carpintero, símbolo de Sacachispas, es barrendero. Y Augusto Yovino, arquero de Leandro N. Alem, maneja un taxi. Dos botones de muestra de un universo extendido: además de salir a la cancha, todos ellos tienen la obligación de ganarse la vida cuando el fútbol no alcanza.
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