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Bruno Zuculini y el secreto de River: "Ser una familia te da ventaja sobre el resto"
Sábado a la noche. Festejo de cumpleaños adolescente. Se hacen las 12, la música empieza a subir y el lugar se llena. Cuando todo comienza, para uno de los chicos la noche termina. Debe irse, aunque desea quedarse. ¿Cómo no va a querer hacerlo si están sus amigos y la chica que le gusta recién llega? Pero el sacrificio no lo negocia. Se va llorando a su casa. No puede contener las lágrimas por la impotencia. A pesar de todo, en el fondo sabe que es un paso más hacia su gran deseo.
Con 26 años recién cumplidos, hoy Bruno Zuculini disfruta en River, soñando con ser el heredero de Leonardo Ponzio , un gran referente. Y puede hacerlo porque es profesional desde que empezó a jugar a los 7 años. Pasó por Independiente de Escobar y moldeó su perfil en las inferiores de Racing, siempre de la mano de su hermano Franco –actualmente en Colón–, su padre Marcelo y su madre Viviana. Nada fue fácil: viajes de Escobar a Avellaneda todos los días, meriendas con amigos perdidas, pocas horas de sueño y una infancia distinta.
"Mi viejo tenía un auto rural para laburar y nos llevaba en un lugarcito a ambos para entrenar. Fueron momentos lindos pero duros, en una época complicada, llegábamos siempre con lo justo. Somos agradecidos porque mis viejos son los grandes artífices. Franco y yo estábamos preparados porque sabíamos la responsabilidad grande que tenían: dejaban de lado su trabajo, su familia, su tiempo para llevarnos a jugar", recuerda Zuculini con LA NACION.
–¿Volverías a elegir todo ese sacrificio?
–Sin dudas. Uno tiene que aprovechar las chances de la vida y a mí me dejó hacer lo que me gustaba desde chiquito. No podía faltarle el respeto a eso y no tomármelo con la seriedad que merecía. Mis papás nunca me obligaron, pero yo quería aprender y ser mejor. Hay cosas que si aspirás a ser futbolista las tenés que hacer. Muchas veces en inferiores jugás los domingos y la joda está los sábados, pero no te dan los tiempos y tenés que irte a dormir porque al otro día hay que coronar el esfuerzo que hacés vos y tu familia durante la semana.
–Pero te ibas llorando de los cumpleaños…
–Sí, porque cuando quizá caía la chica que me gustaba y veía entrar a todo el mundo, yo me iba después de solo dos horas. Valió la pena porque el esfuerzo tiene recompensa. Dejé cosas de lado, pero ver a mis papás orgullosos y contentos… todo es para ellos. Y siempre con la mentalidad de ser una buena persona y no cambiar mi forma de ser. Además de entrenarme al máximo, quiero ser un pibe sencillo, leal, buen amigo, buen hijo y buen novio. Puedo jugar bien o mal, pero la persona es lo que queda.
Atrás quedó el pequeño Bruno que miraba videos de Maradona con su hermano Franco durante horas. Moldeado por el Ratón Ayala, Luis Zubeldía, Miguel Ángel Russo y Claudio Vivas, hoy admira a Busquets y a Casemiro, se destaca en el Millonario, tiene grandes actuaciones como la de la noche del jueves frente a Alianza Lima y va por más.
–¿Cómo vivís tu presente?
–Me siento cómodo y trabajo para que lleguen momentos importantes. Después está en el técnico decidir quién juega. Trabajamos de lunes a lunes todos por igual para convencerlo. Y cuando ganás y jugás bien, me reconforta y me dan más ganas de seguir entrenando fuerte.
–¿Qué diferencias hay entre Zuculini 2018 y Zuculini 2019?
–Crecí, agarré confianza, tuve más participación y entendí qué era lo que tenía que hacer. En un equipo que ataca tanto, con entre siete y ocho jugadores en ataque, mi rol es defender para volver a atacar. Es lo que pretendo hacer y entrenar: estar tácticamente ordenado para recuperar y jugar.
–¿Te costó la adaptación?
–Era cuestión de tiempo, había llegado a un gran club y tenía que acomodarme a las exigencias. Debía entrenar para estar alerta a lo que me pidiera el DT. Hoy pretendo seguir aprendiendo, siempre ayudado por Gallardo, su cuerpo técnico, mis compañeros y toda la gente que trabaja acá adentro. Hay un gran ambiente para sacar lo mejor de cada uno.
–¿Te sentís preparado para ser el heredero de Ponzio?
–Siento que lo puedo hacer. Después, hay momentos y partidos, con un equipo de por medio. Pero no pienso en mí, pienso en lo colectivo, en cómo ayudar a los defensores y los volantes que tengo cerca. Puedo estar mejor o peor, pero estoy dispuesto. Después, Gallardo decidirá si soy titular o suplente.
–¿No te pesa la responsabilidad?
–No me pesa porque me entreno para eso, para que me vaya bien, ganar y que vengan encuentros importantes. Para nosotros todos los partidos son finales y tratamos de jugar como si fuera la última chance.
–¿Dónde y cómo te sentís más cómodo?
–Me siento cómodo de todas las maneras, en base a quién tengo al lado cambia mi rol. Pero las cosas están muy claras y el equipo entiende tácticamente qué hacer, no varía mucho. Yo tengo que estar delante de la defensa, bien ubicado para robar en campo rival y generar un ataque.
–Y tener un estado físico al 100%…
–Claro. En mi posición tengo que estar cerca de todos, correr para relevar a un compañero, cubrir un espacio o presionar alto. Siempre voy a dar todo de mí porque es lo que sé hacer y son las herramientas que tengo para destacarme. Quizás a Borré le da satisfacción meter un gol o a Juanfer dar una asistencia, a mí me da satisfacción recuperar la pelota en campo rival para atacar.
–¿Qué recordás del primer contacto de River?
–No lo esperaba. Estaba en Hellas Verona, compartiendo plantel con mi hermano en una experiencia única. Peleábamos el descenso, pero nos iba bien a ambos. Me llamaron en la concentración y me dicen que Gallardo quería hablar conmigo. Yo ni sabía qué decirle… fue un momento hermoso y la decisión fue un acierto.
–¿Soñaste algo de todo lo que pasó?
–Nada. Se dieron muchas cosas en poco tiempo. Todo te da respeto y gloria, pero también fuerza para seguir yendo por más. Soy un agradecido eternamente, porque no nací acá, y desde el primer día me han hecho sentir parte de la casa. Lo retribuyo estando siempre al 100%, siendo un profesional y respondiendo cuando me toque.
–Entraste en las dos finales con Boca. ¿Cómo lo viviste?
–Son momentos inolvidables. No había tenido nunca la chance de salir campeón y River me la dio al mes y me la volvió a dar al año. Las finales de la Copa Libertadores fueron 40 días de locura, se hizo muy largo y difícil esperar el partido en Madrid, pero estábamos convencidos de lo que teníamos que hacer: jugar donde nos toque y sacar el partido adelante. Por suerte se dio y ojalá se vuelva a repetir.
–¿Qué ves diferente en River?
–Acá hay una familia muy grande que lucha y trabaja al máximo por lo mismo. Cada uno es feliz en lugar en el que está y tenemos 20 o 30 personas detrás que nos ayudan y son muy valiosas para nosotros. La gente no conoce sus caras, pero son importantes. Ser una familia te da ventaja sobre el resto.
–Manchester City, Valencia, Córdoba, Middlesbrough, AEK Atenas, Rayo Vallecano, Hellas Verona… siete clubes entre 2014 y 2017. ¿Qué pasó en Europa?
–No estuve a la altura. No estaba mentalmente preparado para competir en Europa. La culpa fue mía. Soy mi primer crítico y sé que no tuve mi mejor versión. Pero, si lo miro desde otro lado, fue positivo. Nunca me había pasado no jugar o no concentrar y me hizo crecer. Me fue mal, tuve lesiones y fue responsabilidad mía, pero fue cuando más crecí y aprendí.
–¿De qué te hacés cargo?
–No estaba preparado. Era muy chico, tenía 20 años, pensaba que había hecho algo acá y no había hecho nada. Me relajé, no entrené al 100%, creía que con vivir en Europa ya estaba. Y me equivoqué, por eso me fue como me fue. Traté de sacarle lo bueno a lo malo y lo valoro porque aprendí a aprovechar como lo hago hoy.
–¿Y hoy como lo hacés?
–Siempre traté de ser lo más profesional posible, con vaivenes como todos, pero entrenando al máximo para el día del partido correr 90 o 95 minutos. Y hoy me cuido en todo. Es mi trabajo, amo lo que hago y soy un privilegiado. Nos debemos a un gran club y creo que lo mínimo que podemos hacer es dar todo para estar a disposición.
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