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Brian Fernández: "Consumí y lastimé a mucha gente, sobre todo a mí"
El delantero que este sábado se incorporará nuevamente a Racing explica lo bien que le hizo ir a jugar a Sarmiento y sentirse titular: "Ahora entro en la cancha y sé que voy a hacer un gol", dice
Menos de 40 días pasaron desde que Brian Fernández se ausentó a una práctica de Racing, enfrascado en un bajón anímico derivado del tratamiento contra las adicciones que lleva adelante desde mediados de 2015, cuando se conoció su primer caso de doping por consumir una droga social. Aquel 17 de mayo, los dirigentes y el cuerpo técnico decidieron que lo mejor sería un cambio de aire para el delantero de 22 años. Fernández viajó al otro día a Junín, para sumarse a Sarmiento: jugó cinco partidos enteros y marcó tres goles. Ese exilio le cambio la cara al santafecino, que este sábado volverá a sumarse al plantel de la Academia: “Me siento bien, con ganas, más maduro de lo que estaba. Creo que soy más responsable. Soñaba con esta chance y la aprovecharé al máximo”.
–¿Qué te cambió el volver a sentirte importante en un equipo de fútbol?
–La verdad que el saber que al otro día vas a jugar te da una tranquilidad increíble. El entrenar sabiendo que sos titular te cambia la semana. Vengo haciendo las cosas re bien. Hice goles. Ahora me voy a dormir contento. Lo primordial para un jugador es jugar. Yo ahora entro en la cancha y sé que voy a hacer un gol. Quizá no la toco en todo el partido, o no pateo al arco, pero sé que cuando me quede va a entrar.
–Un mes atrás no querías levantarte a entrenar. ¿Qué te dio Junín?
–Cambié la rutina en Junín. Es otra tranquilidad. Desde el mediodía hasta las cinco es horario de descanso, no hay nadie en la calle. Me parece que así tiene que ser la vida. Encontré la paz de nuevo ahí. En México estaba encerrado en una montaña, arriba de todo. Ni el sol veía. Siete meses me clavé ahí adentro. Me jugué una mala pasada y la pagué. Mucha gente no sabe lo que uno vivió.
–¿Te sentís un ejemplo?
–Hay gente de Uruguay, de San Juan, de Santiago del Estero, de Catamarca que me escribe y me llama para pedirme consejos. O me llaman los padres. No sé cómo hacen para conseguir el número. A veces no entiendo nada, pero me gusta. Siento que mis notas llegan a ciertos corazones y por eso me gusta hablar. Si yo siguiera consumiendo no estaría acá, ni jugando, ni nada. Estaría en una esquina. No hay otra. Es así. A mí trabajar no me gusta, no tengo chance de otra cosa. Hay que disfrutar de poder vivir del fútbol.
–¿Te molesta que los medios te busquemos por haber dado positivo en un control antidoping?
–Para nada. Cada charla me sirve. No tengo problemas en hablar de lo que me pasó. Consumí, me jugó una mala pasada, me sacó del fútbol un año y medio. Lastimé a muchas personas, a mi mamá, a mí mismo. Sobre todo me lastimé yo. Son obstáculos que tengo que pasar. Es una pelea día a día. Acá en Buenos Aires, o en Santa Fe, tengo millones de amigos. Pero es como dicen: son los amigos del campeón. Hay amigos del barrio que son amigos de verdad, pero no son esos 50 que yo tenía antes cuando iba. Los que me hacen bien y me cuidan, me sacan, me llevan a pescar. Ellos no quieren que esté en el barrio, me llevan para otro lado.
–En algunas entrevistas que diste, contaste que te dejaste llevar por las juntas del barrio. En el barrio también aprendiste a jugar al fútbol.
–Cuando uno sale del potrero eso también se ve en la cancha. Las patadas duelen menos, o si te duelen seguís jugando aunque te incomode hasta para caminar. A mí me gusta encarar, me gusta que me peguen porque siento que no me pueden agarrar y eso me da más confianza. Si me pegaste, te encaro el doble. Salí de un barrio así, jodido. Pero es mi barrio. De vez en cuando vamos de visita, pero ya no es lo mismo. Es hola y chau. Las cosas cambiaron muchísimo. A mí me gusta ir, saludarlos e irme. Antes me quedaba. Pasaron muchas cosas en el medio.
–¿En qué barrio te criaste?
–Barrio Yapeyú, La Sierra, Santa Fe. Ese es mi barrio. Ahí sí que peleábamos para ver quién jugaba y quién no. Cuando éramos chicos se armó un torneo e hicimos un equipo justo con los de nuestra cuadra. Éramos varios de los hermanos, y alguno de los vecinos que era arquero y se las ingeniaba. Éramos los mejores del barrio. Jugábamos todos los Fernández con Lean (Leandro, delantero de Independiente), con mi hermano David el que falleció, Juan Cruz y Nicolás (juega en Defensa y Justicia). La verdad que no nos ganaba nadie. Era por plata, hasta el día de hoy se juegan, pero cada vez está más picante. El barrio, la junta, hoy en día es mucho más jodido.
–¿Cómo fue la internación en Tijuana, México?
–Yo sabía que iba a un lugar para recuperarme, pero no sabía las reglas. Hablaba una vez por mes, una hora, con mi mamá. Es re feo. Si va algún chico de acá, creo que no lo aguanta. Se tira en el avión antes de llegar. Eran todos de Estados Unidos, yo no entendía nada. No me podía comunicar. Siete meses aguantando. Pero me la banqué muy bien. No veía una pelota ni a palos. Hacía ejercicio, pero no era lo mismo. No es como ir a un club y entrenar. Fue jodido. No la pasé bien. Sufrí.
–¿Por qué no lo contaste apenas volviste?
–¡Si no podía hablar con nadie, cómo lo voy a contar! Ni celular tenía. Al volver no pude hablar. Ahora me está saliendo y lo voy diciendo en todas las notas. No se dan ni idea de lo que yo viví. Ni un poquito se imaginan. Si te llevo ahí, a los dos minutos me decís: ‘Brian, vámonos’.
–En estos casos, ¿mirar para atrás sirve o hace mal?
–No sirve. Pero igual lo hacés. ¿Sabés como tengo los ojos en la nuca ahora mientras hablamos de esto? Ya viajé a todo el quilombo. Obvio que pienso que la noticia saltó justo después de que hiciera un gol clave por la Copa Libertadores. Pero hay que pensar en positivo. Ahora me toca volver a Racing. Vamos a ver qué me pasa. Mi idea es luchar por mi lugar. Sé que se fue Gustavo (Bou), se abrió una puerta importante. Sé que va a haber miles de reclamos porque me fui, pero la gente tiene que entender que necesitaba un cambio.
–¿Cómo se portó Racing con vos?
–Siempre estuvieron conmigo. Todos: dirigentes, cuerpo técnico y jugadores. Gustavo Goñi es el psicólogo del club y yo seguí hablando con él todo este tiempo. También hablo con Gustavo Jamardo, que me atendió en el CETRAQ (Centro de Tratamiento de Quilmes), la clínica donde iba. Yo los quiero a él y a Paula, su mujer. Tenemos una relación muy buena. A los chicos de la clínica me gustaría verlos, charlar, pero he dejado de ir porque me enteraba de cosas feas que me hacían mal. Chicos que se suicidaban, noticias que no me gustaban. Pasaron dos o tres casos y ese fue el motivo por el que dejé de ir, pero no es que me borré. Hablo con los psicólogos. Me hace bien, me descargo. Ellos me guían.
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