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Brasil - Argentina. La selección, en la dimensión desconocida: ser (apenas) favorita en la casa del gigante
El clásico del domingo en San Pablo llega menos de dos meses después de la inolvidable final del Maracaná
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El sol gobernaba San Pablo en la mañana del viernes cuando Leo Messi bajó despacio del ómnibus y caminó todavía más lento hacia la puerta principal del hotel Marriot Airport, cercano al aeropuerto más imponente de Sudamérica, el de Guarulhos. Con la mano derecha apoyada en el hombro izquierdo de Rodrigo De Paul, el capitán de la selección parecía arrastrar alguna pequeña secuela de esa patada de Adrián Martínez que la noche anterior había dado la vuelta al mundo en un clic. Al final, el precio bajo que pagó el 10 por esa entrada ayudó a redondear la sonrisa general con la que la selección argentina viajó durante cinco horas desde Caracas. Es que al triunfo impostergable ante Venezuela se le agregó la sensación que el grupo sigue subiendo el nivel de la competencia interna, con segundas guitarras que aspiran legítimamente a ocupar el centro del escenario. Y así, la inminencia del clásico del domingo luce todavía más estimulante.
La Argentina de Scaloni se distingue, entre otras particularidades, por tener una base amplísima de convocados. Los 30 que forman parte de esta triple fecha son una muestra de lo general: ya fueron 78 los elegidos en los tres años que lleva el ciclo. La diferencia entre el comienzo de la era y este momento es cualitativo: ahora sí, la selección dispone de al menos dos jugadores confiables por puesto, lo que hace más difícil la tarea del entrenador, para su propio bien. El ejemplo del 3-1 del jueves es sintomático, más allá de la floja oposición: los tres que fueron titulares y no lo habían sido en la final de la Copa América en el Maracaná están a la altura de sus reemplazados. Nahuel Molina (por Gonzalo Montiel), Germán Pezzella (por Cuti Romero) y Guido Rodríguez (por Leandro Paredes) podrían ser perfectamente el plan A del técnico.
Eso es también parte del abecé de Scaloni: nunca repite la formación de un partido a otro. Y el domingo, en el Arena Corinthians, no será la excepción. “Contra Brasil será un partido diferente y jugarán los que crea que estén mejor para ese compromiso”, soltó después del triunfo en el Olímpico de Caracas. De la primera parada de esta mini gira, el DT confirmó el crecimiento de los que habitualmente son suplentes. Además de sus goles, los Correa (Joaquín y Ángel) volvieron a mostrar condiciones para estar en la discusión de los puestos, más allá de que no hay dudas sobre la formación base. Valen como ejemplo de la onda expansiva: Armani (sufrió una pequeña lesión en los entrenamientos), Martínez Quarta, Tagliafico, Papu Gómez, Palacios… Todos ellos están a la altura de los que empiezan cantando el himno.
En casa ajena, un pasito adelante
El grado de entusiasmo por la Copa América ganada, plausible en la presencia de todos los convocados a pesar de la negativa de las ligas europeas, estimula la confianza. Sin alardes, la Argentina llegó a Brasil a estirar levemente sus piernas -como ocurrió anoche en el estadio Parque San Jorge, propiedad de Corinthians- y esperar con confianza el gran partido ante el local. La final de julio está tan próxima en el tiempo y el sentimiento que resulta inevitable para todos tomarla como antecedente. Pero enseguida empiezan los asteriscos: las numerosas bajas en Brasil y la fortaleza mental de la selección hacen que en el juego de los favoritismos -un pasatiempo, al final- se incline levemente la balanza del lado visitante.
No se trata de una temeridad. Basta con repasar la lista. Con las bajas de Malcolm y Claudinho, que abandonaron la concentración ante la presión de Zenit (Rusia), Brasil totalizó 12 ausencias en la convocatoria inicial, ya que los nueve jugadores que pertenecen a clubes de la Premier League inglesa ni siquiera viajaron: los arqueros Alisson y Ederson, el defensor Thiago Silva, los volantes Fabinho, Fred y Raphinha y los delanteros Gabriel Jesús, Richarlison y Roberto Firmino. Por el mismo motivo fue desafectado Matheus Nunes, medio de Sporting, de Portugal. A todos ellos hay que agregar otra baja sensible: Marquinhos, del PSG, no estará disponible frente a la Argentina por haber acumulado su segunda amonestación.
Este viernes, en medio de esa sangría -que enfrentó con una masiva citación de futbolistas del Brasileirao- Tite sumó a Artur a la concentración. Se trata de un delantero de 23 años, de Red Bull Bragantino, que nunca jugó para el Scratch. “No estamos en el punto ideal, estamos en una fase de construcción de equipo, espero que alcancemos la plenitud de crecimiento en el Mundial”, sostiene el veterano entrenador, que tuvo que improvisar una formación inédita liderada por Neymar en el trabajado 1-0 a Chile en Santiago, el jueves. Con todo eso a cuestas, Brasil lleva 17 partidos ganados y dos empates en Eliminatorias desde que el exentrenador del Corinthians asumió el cargo, en junio de 2016.
Los números también señalan los siete triunfos en siete partidos en el camino a Qatar, que coloca a la verdeamarela en un cómodo primer lugar, seguida por su rival histórico a seis puntos. Pero la contingencia, la foto del aquí y ahora, balancea esos datos. Y pone a la selección argentina de cara a otro desafío: ganarle por primera vez a Brasil de visitante en las Eliminatorias. No suena a poca cosa. Porque quien lo hizo una vez y sabe qué se siente, enseguida quiere repetir. La mesa está servida.
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