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Braña, el corazón del León, dejó una huella imborrable en la historia de Estudiantes
LA PLATA.– En enero de 2005, mientras Quilmes realizaba la pretemporada en Necochea, se tomó un colectivo rumbo a La Plata para incorporarse a Estudiantes. Sus allegados le decían que estaba loco y algo de razón tenían: el Cervecero estaba por disputar la Copa Libertadores de América y el Pincha pugnaba por no descender. Rodrigo Braña tenía sus motivos: a su club le servía la venta y, además, lo seducía el desafío de jugar en ese equipo enigmático que tanto nombraban sus amigos Agustín Alayes,Leandro Desábato y Leandro Benítez.
Lo concreto es que el ‘Chapu’ corrió el riesgo y empezó a construir una trayectoria única. No se trata de una exageración. En absoluto. Fue partícipe de los últimos tres títulos del León platense y –también– jugó la Libertadores 2006 (la que representó el regreso de Estudiantes al máximo certamen continental, la de los goles sobre la hora, la que no precisó de podio para ganarse un lugar en la historia albirroja). ¿Cuántos futbolistas poseen ese curriculum? Uno solo: Braña.
"Las grandes obras de las instituciones las sueñan los santos locos, las realizan los luchadores natos", comienza un proverbio japonés. Si los hinchas del Pincha forman el primer grupo, el ‘Chapu’ encabeza y lidera el segundo. Con entrega y juego se convirtió en símbolo. En motor. "Para mí, él fue la expresión más clara de ese equipo ganador: un gran jugador, que daba la vida por el compañero", analiza y acierta José Sosa. Si Estudiantes obtuvo tres títulos en cuatro años fue porque reunía –de mínima– dos condiciones: talento y amor propio. Y, como dice el ‘Principito’, Braña emerge como una metáfora de aquel León voraz.
334 partidos disputó Braña en el Pincha: convirtió nueve goles (uno desde la mitad de la cancha) y logró tres títulos (Apertura 2006, Copa Libertadores 2009 y Apertura 2010).
Algunos quizás creen que solo se trató de un batallador eficiente, que recuperaba pelotas para que jueguen otros. ¡Error! El Chapu era quien más bolas quitaba –es cierto– pero además era parte del circuito de juego. Un eslabón trascendental de la ofensiva. Alejandro Sabella, ya hace tiempo, lo explicó mejor que nadie: "La diferencia de Braña con los demás cincos es simple: marca como muchos, juega como ninguno. Él hace lo que en otros equipos realizan dos jugadores".
Si bien su aventura en el Pincha se inició a principios de 2005, su figura se vigorizó desde la llegada de Juan Sebastián Verón (un año y medio después). Enseguida forjaron una pareja vital, tan elegante como eficaz; de las mejores que ha dado el fútbol argentino. "Con la ‘Bruja’ hubo química de entrada. La verdad es que nos complementábamos bien: los dos sabíamos, en todo momento, dónde estaba el otro. A veces yo salía a presionar y entonces él se metía, porque él también marcaba. Muchos creen que corría yo solo y él era una bestia; no paraba un segundo", afirma el ‘Chapu’ y, tras una pausa nostálgica, añade: "Con él al lado, era todo más fácil y tenerlo de compañero tantos años me sirvió para entender mucho más el juego".
Unos meses después de haber formado ese dúo dinámico, literalmente dinámico, Estudiantes se consagró campeón tras 23 años. Ellos dos, los únicos que fueron titulares en los últimos tres títulos albirrojos, fueron la columna vertebral del Pincha 2006/10. El resto mutó. Desde el arquero (de Mariano Andújar a Agustín Orión) hasta el goleador (de Mariano Pavone a Mauro Boselli y de Boselli a Gastón Fernández). La sociedad Braña-Verón fue el eje y, a su alrededor, Diego Simeone primero y Sabella después, edificaron excelentes estructuras. Tres títulos: Apertura 2006, Libertadores 2009 y Apertura 2010. Un partido para la historia: aquel 1-2 en tiempo suplementario ante el Barcelona de Xavi Hernández, Lionel Messi, Thierry Henry y Zlatan Ibrahimovic, entre otros marcianos.
641 encuentros jugó ‘Chapu’ en su carrera. También vistió las camisetas de Quilmes (252 partidos), Mallorca B, de España (33), Unión (13) y la selección argentina (9). Puede quedarle uno más, el próximo 22, por la Copa Argentina.
Sin embargo, a la hora de elegir el conjunto más destacado que integró, el ‘Chapu’ resalta otro: el de la primera mitad de 2010. Ese plantel no obtuvo campeonatos (quedó afuera de la Libertadores en cuartos de final contra el Inter, por gol de visitante, y salió segundo del Clausura) pero fue el único que conjugó estos nombres: Enzo Pérez, Braña, Verón, Sosa, Gata Fernández y Boselli. "Jugábamos rápido y a un toque. Ese fue el mejor equipo en el que jugué porque hacía las dos cosas: ganaba y era vistoso", detalla uno de los mejores volantes centrales de la historia de Estudiantes; grupo selecto que integran, también, Roberto Sbarra, Carlos Pachamé y Miguel Russo. Vale la pena volver a ese primer semestre de 2010 porque en ese momento de su primera etapa en el León (2005/13) pintó el gol más extraordinario de su carrera: de mitad de cancha, frente a Juan Aurich, de Perú.
En su regreso, a mediados de 2016, demostró que su físico y su jerarquía estaban a la altura de la primera división y de la Copa Libertadores. El ‘Chapu’ se dio el lujo de jugar hasta saltar la barrera de los 40 años, aunque no se engolosinó. Gabriel Milito le pidió que siguiese, lo pensó y le dijo que no. A lo sumo, le queda un partido más: el próximo 22, cuando Estudiantes juegue contra Sarmiento (Resistencia), por los 32avos de final de la Copa Argentina. Lo tentaron seguir como jugador hasta la inauguración del nuevo estadio, en noviembre, pero otra vez puso lo colectivo por encima de lo individual. En total, en el Pincha jugó 334 encuentros, convirtió nueve tantos y dio tres vueltas olímpicas. Él está lejos de creerse una estrella: "Me siento muy querido y eso me da una gran felicidad pero los ídolos de Estudiantes son otros, como los campeones del mundo del 68, Sabella y la ‘Bruja’ chica". Lo dice convecido.
En Quilmes (otra hermosa historia que escribió) lo aman: surgió de sus inferiores, ascendió a Primera, se clasificó a copas internacionales, nunca descendió y hasta una tribuna lleva su nombre. En el Cervecero lo aman, sí. En el Pincha también y es lógico: fue el motor del León durante 11 años y medio.
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