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Bochini, Bora Milutinovic, Caruso y Maradona: la curiosa carrera de Mariano Echeverría, ¿el central que necesita Boca?
El defensor comenzó en Independiene de Mar del Plata y tuvo una larga carrera en el ascenso antes de debutar en Primera, a los 28 años; conocé el camino que atravesó
Mar del Plata, invierno, principios de los ‘90. La baja temperatura y el viento son los protagonistas de una postal que poco tiene de los tumultuosos recuerdos veraniegos. En el patio del colegio Don Bosco, a pocas cuadras de la estación de tren de la ciudad, la sensación de frío no se conoce. A la intemperie, y sobre una cancha de cemento, una superficie propicia para los resbalones y las caídas, un grupo de niños aprovechan al máximo los 15 minutos de recreo. ¿Cómo? Jugando al fútbol, ¿de qué otra manera? Años antes lo hacía Emiliano Manuel Romay, quien luego triunfará en el ascenso. Un tiempo después le tocará el turno a Imanol Iriberri, que desarrollará su carrera en el fútbol sudamericano. Pero esta es la hora del pequeño Mariano Echeverría, que dos décadas más tarde, a los 33 años, se dispondrá a debutar en la primera de Boca Juniors.
No fueron pocos los futbolistas que hicieron sus primeras armas en esa cancha. Pero el que más lejos llegó, sin dudas, fue el propio Echeverría. No fue fácil ni rápido llegar a este presente futbolístico para el central, que hoy tendría la difícil tarea de ordenar una defensa xeneize que sólo acumula críticas. Fueron años de luchas por el ascenso, por Honduras, por equipos con menos renombre. De Ricardo Caruso Lombardi a Bora Milutinovic. Del "no" a Ricardo Bochini al Argentino B. De debutar en Primera división a los 28 años a la selección con Diego Maradona. Un repaso por la vida del nuevo central de Boca, ¿que llega para ayudar a Bianchi?
Mariano Raúl Echeverría nació el 27 de mayo de 1981 en Mar del Plata, Buenos Aires. Mientras completaba sus estudios primarios y secundarios, comenzó a formar sus primeras experiencias en el fútbol en el Club Independiente de su ciudad. Con 17 años, y pese al interés de Ricardo Bochini para sumarse al Rojo (pero de Avellaneda), el Flaco, como lo llamaban desde chico por su contextura física, prefirió seguir con su tranquila vida costera, donde probó suerte con distintos trabajos: repositor en un supermercado y cartero, entre otros.
Pero ojo, jamás dejó de jugar en el club que lo vio nacer. Allí, junto con Facundo Oreja, hoy jugador de Gimnasia de La Plata, y un stopper por izquierda, hoy devenido en periodista, consolidó una impenetrable defensa. El técnico Claudio Lanzoni, "a quien le decían Loco por su parecido con Marcelo Bielsa" -le cuenta a canchallena.com un integrante de aquel equipo-, fue uno de los que más lo ayudó a forjar su juego aéreo: "Vos, cuando tiran un centro, meté mano a los del otro equipo y se desconcentran rápido", solía aconsejarlo.
"A pesar de ser dos, siempre aportó su juego lírico al equipo. Tiraba sombreritos para salir jugando o metía una chilena en el área contraria", explica ese enigmático compañero, que luego lo define como persona: "Es un pibe muy humilde. Siempre que puede, ayuda al club. El año pasado, por ejemplo, vino con un montón de jugadores a «el partido de las estrellas» que organizó el club para juntar fondos".
El año 2002 significó un quiebre (bueno) para su carrera. Fue por aquel tiempo que se decidió: "Yo puedo vivir de esto". Así, y con una tentadora oferta de 500 dólares por mes, armó el bolso y se sumergió en el desconocido mundo del fútbol de Honduras, donde se destacó en Municipal Valencia en dos etapas, con un breve paso entre cada una por San Lorenzo de Mar del Plata. Jugó, se lució, ascendió, se cotizó (llegó a cobrar 1200 dólares por mes) y la gran sorpresa. "Bora Milutinovic firmó para la selección y un día me lo crucé en un shopping. Me invitó a tomar un café. Estaba con Carolina, mi mujer, y no le di opción. Le dije: «Este es un personaje para conocer». Estuvimos tres horas. Primero me contó que me había visto y le interesaba nacionalizarme. Después, agarró la bolsita de un CD que había comprado, la rompió en pedacitos y empezó a mostrarme sus movimientos. Bora es un libro de fútbol. Al final se terminó yendo por los cuestionamientos de la prensa y todo quedó en la nada", confiesa en una entrevista con El Gráfico.
Tras un fallido pase a la liga de Azerbaiyán, la provincia de Mendoza fue su destino. Villa Atuel, Luján de Cuyo y Deportivo Maipú, donde logró el ascenso al Argentino A, al vencer en la final a Alvarado, en Mar del Plata, ante el cariño de su gente. Ricardo Caruso Lombardi ya había puesto los ojos sobre él. Incluso, según dice el DT en diálogo con canchallena.com, desde que jugaba en Independiente. Pero, finalmente, perdió la pulseada ante Chacarita, que también apostó por el entonces desconocido jugador.
En el Funebrero, comenzó a callar en la cancha a los más incrédulos. El ascenso llegó con un valor agregado: a los 28 años, debutó en la máxima categoría del fútbol argentino. La alegría duró poco, ya que el equipo no pudo mantenerse. Pero estaba él, Caruso, insistiendo para llevarse al central por el que tanto había luchado. "Yo lo llevé a Tigre. Lo tenía visto de Mar del Plata y lo quería llevar. Pero me ganó Chacarita. Después estuve insistiendo mucho tiempo para tenerlo. Incluso, rompí tanto que vino dos días antes de empezar el torneo, sin pretemporada", recuerda el entrenador, hoy en Tristán Suárez.
"Ya se veía su poder de gol, un jugador de mucha presencia, de mucha experiencia. Duro, pero tiempista. Con la pelota en los pies, a la carrera, tiene gambeta el Flaco. Además, es muy difícil en el juego aéreo, tanto en ofensiva como en defensa. Es muy difícil de marcar", analiza Caruso Lombardi, quien considera, además, que puede aportar orden y "presencia" a la última línea del equipo de Carlos Bianchi. Su juego ofensivo, que ya demostró en los partidos que le tocó estar en la reserva xeneize, es uno de sus mayores atributos: "Es algo que para un defensor es importante, siempre y cuando haga lo que tenga que hacer en mi posición como defensor. Lo principal es cumplir mi función y después dar un poco más", sostenía el Flaco en su llegada al club.
De selección. En su primer año en Tigre, Echeverría llegó a vestir la dos de la selección argentina. Fue en un amistoso ante Jamaica, nada menos que en Mar del Plata y con Diego Maradona como entrenador, allá por 2010. "Tengo la imagen de verme frente al espejo antes de entrar a la cancha como el 2 de la Selección. Diego me dijo: «Flaco, con esta camiseta no hay partidos amistosos, son todas finales del mundo... así que cuando vayas al cruce, a los negritos les tirás en el pecho, ¡eh!». Son esas frases que te quedan de por vida. ¿Sabés cómo iba a las divididas? En una fui al costado y no se la puse en el pecho, un poquito más abajo nomás, los pies se los dejé", cuenta en El Gráfico.
También tuvo un breve paso por Arsenal, último trampolín antes de su llegada a Boca. Hoy, en La Plata, ante Estudiantes, se pararía en la última línea de un equipo obligado a cambiar la imagen. Él, en el fondo, tratará de disfrutar como en el patio del colegio, en aquellas mañanas del invierno marplatense.
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