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Boca y la “Copa Riquelme”: la apuesta del gran ídolo que ganó tres Libertadores, y una jugada que involucra su pasado como 10 y su éxito como dirigente
Este martes, desde las 21.30, el equipo de Battaglia debutará en la temporada 2022 ante Deportivo Cali, en Colombia; las decisiones del presidente del Consejo de Fútbol, que pasó de enganche intocable a sufrir cuestionamientos en su nuevo rol
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Por algo, el dirigente todavía no despidió al jugador. Por algo, el ex 10 patea la despedida hasta donde puede. Ahora (se comenta por los pasillos de la Bombonera) sería en diciembre, después del Mundial. Pero habrá que ver si cuando se acerca la fecha vuelve a extender el plazo. “Es que, por un lado, va a ser un día muy feliz. Pero, por el otro, va a ser la última vez que me vista como jugador de Boca y pise la Bombonera. La despedida puede ser muy linda, sí, pero ya no habrá próxima vez. Tengo esa sensación…”, cuenta el propio Juan Román Riquelme cada vez que le preguntan por ese último partido.
Es que, si le dieran a elegir, Riquelme saldría a jugar con “su” camiseta N° 10 ante Deportivo Cali hoy, en Colombia, en el debut en la Copa Libertadores 2022. Encuentro que comenzará desde las 21.30, por el Grupo E. La casaca que “presta” cada vez que otro futbolista se la pone, hoy en poder de Eduardo Salvio, un delantero distinto pero que está en baja y sigue sin renovar el contrato que vence el 30 de junio.
Riquelme se encendía en los partidos más difíciles y, si eran en condición de visitante, los disfrutaba más desde los climas hostiles que podían generarse en la previa o por el plus en la dificultad futbolística. Eso lo hacía ser más Riquelme. Pedir la pelota, pisarla, aguantar las patadas rivales y ser determinante desde un gol o una asistencia. Ganó tres, las Libertadores 2000, 2001 y 2007. Fue determinante en todas, sobre todo en la última.
Sin despedida, Riquelme sigue jugando. A su manera, desde su rol de presidente del Consejo de Fútbol. Su último partido profesional fue el 7 de diciembre de2014: había logrado devolver a Argentinos Juniors, equipo en el cual hizo las inferiores, a la Primera División, luego de un empate 1-1, en La Paternal, ante Douglas Haig de Pergamino. “He tenido la suerte de devolverle a Argentinos todo lo que me enseñó de chico. Creo que ahora estamos a mano. Ahora quiero descansar, comer asado y pasarla bien”, había declarado el 10 tras el ascenso. Y ya no volvió…
Hasta que se puso el traje de dirigente y empezó a tomar decisiones vinculadas al futuro de Boca. Asumió a fines de 2019, tras ganar las elecciones del 9 de diciembre acompañando a Jorge Amor Ameal, y se la jugó con el regreso de Miguel Angel Russo como DT, la llegada de Pol Fernández como refuerzo y una manera de conducción sin frases públicas. Tardó casi un año y medio en dar sus primeras palabras como vicepresidente. Pero su figura, dentro de Boca, seguía teniendo peso.
El título arrebatado a River con el sprint final de siete victorias seguidas en 2020 con el gol de Tevez a Gimnasia le dio un impulso ganador, también las eliminaciones ante River en la Copa Argentina y la Copa de la Liga. “Jugó” también cuando, ante las críticas al rendimiento del equipo todavía dirigido por Russo, gritó desde un palco de la Bombonera cerca de la cabina de TNT Sports: “¡Hace mucho que River juega mal!”.
Gol de Riquelme a Gremio en 2007
Riquelme también sabe que la Copa Libertadores, en Boca, tiene incidencia política. Desbancado el ‘macrismo’ pero con ganas de retomar el poder xeneize en 2023, el actual dirigente sabe que para renovar la confianza del hincha no habría mejor logro que volver a levantar una Copa Libertadores que se le hace esquiva al club desde 2007, justo la que ganó (entre otros niveles altos como los de Mauricio Caranta, Morel Rodríguez y Rodrigo Palacio) un Riquelme extraordinario, colosal.
“El hincha nos va a dar 8 años, como a la dirigencia anterior. Eso lo tengo bien claro”, repite en cada entrevista a modo de deseo. Incluso se anima a redoblar la apuesta cuando afirma: “En 2023 vamos a ganar 90%-10%. Y si Tevez se presenta con ellos, será 85-15…” Sin embargo, el 10 sabe que el éxito está acompañado, y sobre todo en un club como Boca, de que la pelota entre en el arco contrario.
Por eso esta tercera Copa Libertadores suya desde el palco tuvo una inversión de refuerzos como no había tenido antes en la gestión de Jorge Amor Ameal, por eso volvieron Pol Fernández y Darío Benedetto, se dio el gusto de contratar un 10 de jerarquía como Oscar Romero y un central como Nicolás Figal y logró retener a Sebastián Villa que, aunque está suspendido, el colombiano es considerado por Román como uno de los mejores del fútbol argentino. Pero se enoja cuando no ve jugar bien a Boca o el equipo no gana por desatenciones que los equipos que él integró no tenían: “Somos un equipo inocente”, se quejó hace poco.
Dos malas imágenes
Si bien en la gestión del Riquelme-dirigente Boca ganó tres títulos locales (Superliga Argentina 2019/20 y la Copa Maradona 2020 con Russo y la Copa Argentina 2021 con Battaglia), la espina sigue siendo la Copa Libertadores, la que comienza este martes. Las dos ediciones anteriores que disputó el Xeneize bajo su mando, finalizó –por distintas razones- con imágenes negativas.
En la edición 2020, el equipo de Russo, luego de empatar 0-0 con Santos en la Bombonera, tuvo una performance fuera de foco en Brasil. Sin juego ni actitud, con futbolistas muy cuestionados, como también internamente se pusieron bajo la lupa las decisiones estratégicas y tácticas del DT (hasta los cambios), Boca fue goleado 3-0. Había hecho todo mal en Vila Belmiro y hasta se descontroló con una expulsión de Frank Fabra: a los 10 minutos del segundo tiempo, el lateral colombiano vio la roja directa por un pisotón sobre Marinho. Fue la imagen de la impotencia. Todavía estaba Tevez, la bandera de ese vestuario en esa semifinal. El partido decisivo lo jugaron Palmeiras (el campeón) y Mineiro.
La edición 2021 finalizó con secuelas que incluso salpican a Boca hasta hoy por las suspensiones de Villa, Pavón, Rojo, Pulpo González, Javier García e Izquierdoz. Riquelme y Cía. fueron perjudicados por los arbitrajes y la aplicación del VAR, que no convalidó dos goles, uno en la Bombonera y otro en Belo Horizonte; el primero de Diego González, el segundo de Marcelo Weigandt. Tras dos igualdades 0-0, el conjunto brasileño pasó a cuartos de final (donde luego eliminaría a River) en la definición por penales.
En la definición desde los 12 pasos, Mineiro ganó 3 a 1. Pero lo peor vino después, con los incidentes en el vestuario que derivaron piñas, agresiones y en duras sanciones de la Conmebol. El papelón recorrió el mundo, aunque desde Boca justificaron parte del accionar porque “se estaban defendiendo de los ataques”.
Riquelme ahora declara más seguido (lo mismo que sus colegas Bermúdez y Cascini), tiene necesidad de explicar por qué no renovó el vínculo Cristian Pavón o por qué se terminó yendo Wanchope Abila; por qué no siguió Pol Fernández en 2020 y ahora regresó como refuerzo; por qué sigue Battaglia como DT. Hubo un quiebre en el cual Riquelme (con una adhesión importantísima todavía de los hinchas) se sintió cuestionado. Fue el día en que hizo bajar a los jugadores del micro tras la derrota con Gimnasia (0-1), en la Bombonera. Esa tarde de 2021 el simpatizante le reclamó por lo bajo la falta de jerarquía en los refuerzos, trasladada al nivel del equipo. En dos años de gestión, pasaba de ser “intocable” como 10 a “cuestionable” como dirigente.
Riquelme vs. Palmeiras, en Brasil (2001)
El último triunfo ante River por 1-0 le sirvió a Riquelme para sacar pecho nuevamente. “¿Si se puede competir en la Libertadores? Tenemos claro que siempre está la obligación de competir, de dar el máximo. Soñar no está nada mal. Yo siempre pienso que, cuando se tienen buenos jugadores, hay que tener la ilusión de que vamos a llegar hasta el final. Esta copa nos ha dado mucha alegría, ha hecho que los hinchas nos tengan mucho cariño. Queremos ver si somos capaces de competir al máximo y llegar al final, y los que llegaron al club tienen la misma ilusión. Ganar partidos como el clásico te dan más confianza y te hacen sentir más fuerte”.
Pero su éxito estará marcado por la Copa Libertadores. Fue el propio ex 10 el que, hace un tiempo, graficó: “Ganar una Copa Libertadores equivale a diez títulos locales”. Por eso puertas adentro, reafirma el concepto: “Ganar un torneo local con Boca es importante, pero ganar la Copa Libertadores es ser un buen jugador de fútbol. Si querés demostrar que sos bueno, tenés que ganar la Copa”.
Nunca pensó que su propia frase (en 2015) le iba a sumar presión al hoy dirigente en 2022. La obsesión de Boca por la Libertadores ya viene de la gestión de Daniel Angelici, el dirigente que ganó mucho pero perdió la Copa (y ante River) y eso le costó el poder. El día que el xeneize arranca una nueva ilusión en Cali, el Román-dirigente que decidió la continuidad de Battaglia y se la jugó con refuerzos acordes a Boca, buscará acertar como cuando pisaba la pelota y dejaba rivales en el camino con facilidad. Es la Copa Libertadores. La Copa que alguna vez fue de Riquelme.
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