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Boca y el misterio Eduardo Salvio: un jugador distinto que no sabe si seguirá en el club en 2022
El delantero que hizo el penal decisivo para ganar la Copa Argentina ante Talleres tiene talento y pretende quedarse en la Ribera, pero el Consejo liderado por Riquelme mantiene sus dudas
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Parado frente a la pelota que más ardía. El quinto penal de una serie angustiante perteneciente a la final de la Copa Argentina que era obligación obtener. Eduardo Salvio estaba ahí, con la responsabilidad, pero también con la ansiedad de darle el título a su amado Boca, con las imágenes de su sufrido año en la cabeza y con la necesidad de que esa ejecución entrara para ayudarlo a lo que hoy desea: renovar el contrato y quedarse en el club.
Y con el destino jugando su propio partido, ya que había pedido patear tercero y quedó designado para el último. “Tenía que ser el día, le había dicho al kinesiólogo que iba a hacer el gol del campeonato”. El derechazo fue al ángulo, su camiseta inmediatamente salió de su cuerpo cual gol agónico y su corrida no supo de direcciones por tanta euforia. Todo fue fiesta, pero no definitiva. Hay cosas que resolver. Y es que, mientras estuvo mucho tiempo afuera, los pensamientos (y sucesos) puertas adentro se mantuvieron activos.
Su cabeza cambió radicalmente. Apuntado (entre tantos otros) luego de aquella imagen desganada en la eliminación en semifinales de la Copa Libertadores 2020 ante Santos, al principio de este año, su sentencia había sido terminante en medio de tantos deseos exteriores de ciclos cumplidos en muchos jugadores: “Si aparece algo mejor para mí, lo evaluaré y me iré”. Esa oferta no llegó, un mes después se rompió el ligamento cruzado y recién volvió a jugar en noviembre último. Por eso el desahogo, el volver a respirar fútbol y Boca. Ahora, su intención es otra: “Me quiero quedar. Es mi deseo, aunque me quedan seis meses de contrato y todavía no hablamos de eso. Espero que el club tenga el mismo deseo que yo”.
La pelota de la definición la tiene el Consejo de Fútbol que preside Juan Román Riquelme. “A partir del 8 de diciembre se hablará...”, le habían dicho a LA NACION desde ese equipo de trabajo hace un mes. Había que ver cómo terminaba todo: a la vuelta del viaje a Arabia Saudita, donde el Xeneize jugará el martes con Barcelona en homenaje a Diego Maradona, Salvio será parte de las evaluaciones a realizar. Y es que al reloj no le queda mucha arena por filtrarse hasta la base: Boca lo retiene ofreciéndole la extensión como quiere Salvio (aunque con las condiciones que querrá el Consejo) o deberá aparecer un interesado como arte de magia para convertirlo en moneda de cambio. Porque terminado junio, el jugador tendrá la libertad de acción.
Ahora bien, han pasado cosas pese a esos nueve meses afuera de las canchas. La primera dice mucho: según pudo conocer este diario a través de gente que camina el club diariamente, Riquelme y su gente no se desesperan por tenerlo sí o sí en el plantel. ¿Quiere decir que le darán una salida? No, pero es un termómetro. Si se ponen de acuerdo, bien; si no, el ingreso de plata también satisface en una época en la que habrá varios cambios en el plantel, como las de Cristian Pavón, Edwin Cardona y Sebastián Villa.
La segunda, bien puede estar ligada. Porque el ex hombre de Benfica y Atlético Madrid hizo trabajos con el grupo un mes antes de lo que terminó siendo el retorno (con Aldosivi) y se sentía preparado para jugar en la primera. Por eso le dio la negativa a Sebastián Battaglia cuando éste le consultó si prefería antes sumar algunos minutos en la reserva de Hugo Ibarra. Hasta que la consulta se transformó al poco tiempo en la exigencia de que jugara con los chicos: evidentemente, el técnico no lo veía en condiciones y, en efecto, lo mandó a disputar 45 minutos ante Gimnasia, la mañana que además volvió Villa.
Y también parece cierto afirmar que sigue sin verlo a punto. Porque los números son clave: disputó sólo seis encuentros (incluyendo el tiempo de descuento en Santiago del Estero), fue titular en apenas dos, no jugó el encuentro entero en ninguno y el recuento llega a poco más de 200 minutos entre esas participaciones.
En contexto, sólo Battaglia sabe si esas pocas oportunidades que le cedió tuvieron que ver con aquella visión del Consejo de considerarlo uno más: si no coincide con eso, Battaglia igualmente actuó de la misma manera que podría haberlo hecho el grupo liderado por Riquelme.
Todo esto en medio del análisis que deben hacer Riquelme y sus laderos sobre el semestre (y el año) de un club que quiere conquistar la Copa Libertadores tras más de 14 años, pero que cuenta con un equipo que –pese a los objetivos cumplidos y los títulos– disgustó futbolísticamente: ya se sabe que uno de los puntos que preocupan del actual ciclo es la preparación física del plantel.
Salvio se recuperó y ofreció chispazos de su talento, pero no mostró estar pleno. Obvio, la imagen se detendrá en el penal al ángulo, pero detrás del festejo vendrán las charlas pendientes.
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