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Tres figuras y un misterio: la reconstrucción de Boca, después del triunfo en Medellín
La exitosa reconstrucción de Boca –exitosa, porque un puñado de meses atrás se consagró en el ámbito doméstico y reconstrucción, porque debía reinventarse- tiene tres pilares y un misterio. Tres figuras que sostienen la nueva estructura, afirmada en el combustible del sudor y la clase del atrevimiento. El misterio, en cambio, es toda una incógnita que se mantiene en la estantería. Las figuras son una estrella, un símbolo y un imprescindible.
Cuando Toto Salvio arranca, pelota dominada y cabeza levantada, algo bueno va a ocurrir. Vuela por el sector derecho, pero es indescifrable: lo que toca, lo convierte en explosión. Fue el autor del 1-0, cerca del final. Ahora, es goleador. En 12 partidos, convirtió en 10 en la nueva era. Toda una declaración.
Carlitos Tevez recuperó el fuego sagrado, luego de un par de etapas de segunda selección. Es un libre pensador: no es 5, no es enganche, no es delantero. Jorman Campuzano se convirtió en el volante central ideal; corta, manda y lanza el primer pase rumbo al circuito ofensivo. Cobijado en estos apellidos, Boca se impuso por 1 a 0 sobre Independiente Medellín, en Colombia, y se afirma como líder del Grupo H de la Copa Libertadores , con 10 puntos, seguido por Caracas, con 7.
El misterio es Franco Soldano, que anoche apenas duró un tiempo, suerte de figura fantasmagórica corrida hacia el sector izquierdo. No hace sombra, no pesa en el área, no se asocia con los volantes. Fue reemplazado por Walter Bou en el tramo final, pero la incógnita se mantiene: es un número 9 que se pierde en la confusión de un hábitat poco natural para su estirpe, una de las cuentas pendientes de la nueva era xeneize, matizada por el optimismo. Porque Boca es otro: un equipo seguro, con la guardia alta.
Otro intérprete incómodo, que no se puede sostener en Boca, es Gonzalo Maroni, de 21 años y pasos por Talleres y Sampdoria. Tiene habilidad para ser una suerte de enlace, picardía y soltura, pero se encoge, repite falencias de otro tiempo, cuando era un pibe. Es cierto: jugar por el sector izquierdo, acorralado, detrás de Soldano, no es un buen negocio, pero debería rebelarse. Tanta fatiga le demandó el contexto, que sufrió una contractura que puede ser un desgarro. En la Ribera no puede volar: tampoco se permite saltar sin paracaídas.
Un par de años atrás, Boca era una formación audaz, valiente, que tenía un pecado mortal: despreciaba el arte de la defensa. Se arrojaba al vacío, volaba y se caía, avanzaba todo lo que podía y le costaba, se negaba en retroceder. Un año atrás, Boca era una formación mecánica, cautelosa, que disponía de un error de principiante: de vez en cuando, debía pisar el área de enfrente como la grandeza se lo exigía. Hubo, en el camino, trofeos locales, pero se quedó tendido -más allá de los históricos cruces con River- en el campo internacional. Extravió el colmillo voraz de ser enorme en tierras ajenas y convertir la Bombonera en un templo inexpugnable. Extravió su identidad.
El resumen del partido
Ahora, recuperado el apetito ganador en un final de carrera doméstico exitoso, en las narices del rival de toda su vida, vuelve a creer aquí, allá. En todos lados. Ataca y defiende, se arriesga y se guarda, según el caso. No se desnuda, tampoco se atemoriza. Pierna fuerte y corazón valeroso. Boca es, otra vez, Boca. Con mayúsculas, con otra demostración de su estirpe recuperada, jugó a su antojo en Colombia, en donde consiguió un triunfo impensado, que lo deja a un paso de la clasificación rumbo a los octavos de final.
Durante 2020, el equipo argentino ganó 10 partidos y empató 2. Lleva anotados 27 goles y recibió apenas 3, y en 9 ocasiones mantuvo su valla invicta. Defiende y ataca. Ataca y defiende. Otra vez, fue conducido por Leandro Somoza. Para reducir el riesgo a un posible contagio, Miguel Russo -que años atrás sorteó serios embates en su salud-, volvió a ver a su equipo desde Buenos Aires, por televisión. Somoza también condujo a Boca en Asunción, en el cómodo 2 a 0 frente a Libertad. En el estadio Atanasio Girardot, anoche, dirigió casi todo el tiempo parado.
Un tiro de Salvio, que chocó con el travesaño y un remate de Pol Fernández, luego de un taco de Tevez, fueron algunos de los principales sacudones de un híbrido espectáculo, por momentos, más propio de un ensayo amistoso que de un encuentro copero. Las ráfagas de Salvio, las ideas de Tevez y la solvencia de Campuzano sostuvieron al equipo xeneize, un tiempista en el arte de no perder la cordura. No atacó con efervescencia, no lo necesitaba. No defendió con el colmillo afilado, su rival no le hizo cosquillas. Hasta que levantó la cabeza Salvio. Y se acabó el asunto.
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