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Boca sabe sufrir: el equipo de Sebastián Battaglia es un experto en triunfos apretados
Le ganó por 2-1 a Rosario Central, que lo complicó en varios pasajes
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Primero hay que saber sufrir, es cierto. Pero a veces hay que saber sufrir también en el final del cuento. Como le pasó este domingo a Boca ante Rosario Central. El equipo de Sebastián Battaglia mejoró en el segundo tiempo, cambió el semblante, pero nunca pudo relajarse ante un rival que no se rinde así nomás. El 2-1 fue tan exiguo como fiel.
En la única modificación respecto de la formación inicial ante Aldosivi en Mar del Plata, Battaglia puso a Zambrano y dejó a Marcos Rojo en el banco, como parte de la rotación programada. Pero Zambrano fue el primer marcador central y entonces Izquierdoz pasó a ser el segundo. En este contexto, le costó a Boca salir con claridad desde el fondo. El tridente ofensivo del conjunto del Kily González (Vecchio, Gamba, Ruben; 33, 34 y 35 años respectivamente) lo complicaba presionando a la espalda de Campuzano y frente a los centrales Zambrano-Izquierdoz. Recién después del primer cuarto de hora asomó Boca con el gatillo de Benedetto, desde afuera. Pero no se adueñaba de la pelota porque ni Diego González por la derecha ni Guillermo Fernández la por izquierda emergían para poner en funcionamiento al equipo. El Toto Salvio tampoco se asociaba. Benedetto y Villa quedaban allá solos, aislados. Boca no se encendía: necesitaba pausa, alguien que entrelazara las líneas.
Para colmo, Gamba entró como un rayo en el área, sobre la derecha, llegó antes que Rossi y Penel compró el penal que inventó el delantero. Rossi, con toda la bronca encima por la decisión del árbitro, se hizo fuerte ante la ejecución de Vecchio y desvió el penal para mantener la vigencia del cero a cero. Iban 24 minutos, Boca respiraba, pero lo hacía en un partido que se le había presentado cuesta arriba desde el arranque. Recién en el epílogo de aquel primer tiempo de bajo vuelo merodeó la posibilidad del gol cuando Izquierdoz metió un cabezazo alto que hizo escala en Servio y en el travesaño.
El resumen del partido
La tensión, las rispideces y los errores, le iban ganando la pulseada a la lucidez en la noche de Liniers, en donde Boca fue local. Si bien el estadio José Amalfitani tiene capacidad para 50 mil personas, la Ciudad de Buenos Aires le permite habilitar quince mil menos. Por eso Boca recibió al equipo rosarino con unas 35 mil almas en el contorno, casi 20 mil menos que las que pueden asistir a la Bombonera. Aquellas obras que se iniciaron el 13 de diciembre para mejorar el drenaje del campo de juego aún necesitan tiempo, algo que resultó evidente y quedó expuesto en la primera fecha contra Colón. Por eso se decidió la mudanza a Liniers. Boca será local fuera de su casa, como mínimo, en dos fechas. Por el quinto capítulo del torneo, ante Huracán, jugará en cancha de Racing.
Fue clarito el comunicado del club que se envió por WhatsApp: “Debido al límite de capacidad que contamos para este partido, nos vemos obligados a no realizar venta de adicionales para socios y socias adherentes”. Pero no sólo no hubo lugar para los adherentes sino que además se utilizó un ranking para los activos, con el requisito excluyente de tener la cuota de enero al día y haber asistido al menos a tres de los últimos cinco partidos de local. Si todo marcha como esperan en el club, Boca volverá a ser local en la Bombonera ante Arsenal el domingo 3 de abril, justo el día del cumpleaños número 117 de la institución.
Battaglia mandó a la cancha a Ramírez por Salvio para el segundo tiempo. Estaba claro que Boca necesitaba generar juego, que precisaba hacerse fuerte en el medio y encima Ramírez, más allá de su influencia en ataque, serviría como tapón frente a las proyecciones de Montoya. Porque se ubicó sobre la izquierda y Pol Fernández fue de enganche. ¿Será una solución, en este sentido, el paraguayo Oscar Romero, el quinto elemento que reforzó al plantel? Se verá. Por lo pronto, ante Central, Romero no podía ser una solución porque, claro, no fue ni al banco. Por eso entró Ramírez. Aunque el partido se destrabaría por otro lado: con el cabezazo goleador de Izquierdoz en el amanecer de la segunda etapa. Otra historia empezaba. Otro partido.
Boca ajustó las marcas (Campuzano se le pegó como una estampilla a Vecchio), aunque en algunos casos se extralimitó, sino que lo diga Ojeda, que debió salir con el ojo inflado por el golpe del Pulpo González. Eso sí, Ariel Penel siguió dirigiendo tan mal como en el comienzo. Fabra edificó un golazo. Dos a cero. ¿Asunto resuelto? No. Descontó Martínez Dupuy. Y Boca terminó con los dientes apretados, como había empezado.
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