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Boca - River, y el tiro libre N° 7: en la ley del juego aéreo, Gallardo buscó potenciar su altura y casi le sale, pero Ibarra lo golpeó de arriba
El duelo táctico en otro partido jugado con intensidad, donde se registraron 32 faltas (21 del Xeneize y 11 del Millonario)
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En el clásico que Boca más buscó atacar a River en los últimos tiempos (aunque no siempre lo consiguió), terminó ganando el superclásico de arriba, con un golazo de cabeza de Darío Benedetto. Las ideas de Hugo Ibarra y Marcelo Gallardo tuvieron relación, desde las formaciones y los nombres, con la posibilidad que el encuentro se defina desde las alturas. Desde el equipo millonario con tres centrales a la línea de 5 defensores con la que terminó el xeneize para sostener la diferencia, hubo varios partidos en uno.
Gallardo sorprendió con la línea de 3 en el esquema 3-4-1-2: Armani; Paulo Díaz, Mammana y Pinola; Herrera, De la Cruz, Enzo Pérez y Casco; Quintero; Suárez y Solari como falso 9. La sumatoria de un central le daba más altura al Millonario para defender el poder aéreo, una de las vías que suele explotar Boca, pero también le servía para atacar. Por algo la chance más clara del primer tiempo fue el córner de Quintero y el cabezazo de Mammana (anticipo sobre Advíncula) que salvó de gran manera Rossi.
De la Cruz, el jugador con mayor evolución en todo el ciclo de Gallardo desde su transformación global, se movió cerca de Enzo Pérez, como doble 5, una posición que cumplió en los últimos partidos, más allá de que River aporta movilidad para romper líneas del adversario. “¡No salgan!”, gritaba Gallardo desde el banco para que Suárez y Solari no presionen alto la salida de Boca. La intención era que los centrales “libres” Figal y Rojo, con las alternativas de pase cercanas tapadas, se vean obligados a jugar al pelotazo largo, para que la tenencia local (que fue superior en la posesión 54% a 46%) se torne imprecisa. Que Boca le haya ganado en ese lapso la posesión fue todo un síntoma.
Boca salió a jugar como más le gusta a Juan Román Riquelme: al ataque, algo que no estuvo haciendo en los cruces ante River en los ciclos de Miguel Angel Russo y Sebastián Battaglia. Si bien repitió el esquema 4-1-4-1 de sus antecesores, el planteo del ex lateral derecho fue el de jugar en campo rival con mayor decisión. Parados inicialmente con Rossi; Advíncula, Figal, Rojo y Fabra; Varela; Langoni, Pol Fernández, Payero y Ramírez; Benedetto.
Lo mejor del partido
El DT de Boca no sorprendió desde el dibujo ni los nombres, pero sí cerrando desde la estrategia a Langoni, Payero y Ramírez para generarle siempre una superioridad 3 vs. 2 a River sobre las espaldas de Enzo Pérez y De la Cruz. Desde el funcionamiento lo consiguió, aunque no tuvo situaciones claras ni chances de gol. En la primera parte, eso se quedó en buenas intenciones, aunque con movilidad logró tener un mejor circuito de juego corto en tres cuartos de campo rival. A los 26 minutos, por ejemplo, Boca fabricó un ataque respaldado con 6 jugadores en el área rival, en la acción que terminó con un centro de Pol Fernández y un remate pifiado por Payero, pero también llegaron Fabra, Juan Ramírez, Langoni y Benedetto.
En el entretiempo, Gallardo pateó el tablero con tres cambios: Rodrigo Aliendro por Herrera, Esequiel Barco por Quintero y Miguel Borja por Solari. Del 3-4-1-2 pasó al 4-3-1-2, con una línea de fondo con Paulo Díaz, Mammana, Pinola y Casco; Aliendro, Enzo Pérez y De la Cruz; Barco; Suárez y Borja. Así creció la participación de De la Cruz, víctima de faltas en cada intento de despegue vertical, como la amarilla que recibió Rojo en su afán por cortar un contraataque.
Cuando más abierto parecía el partido, llegó el gol de Boca de pelota parada: córner de Juan Ramírez y cabezazo de Benedetto. El arma que tuvo en cuenta Gallardo para arrancar con línea de 3, la virtud de Boca por tener buenos cabeceadores (y ejecutores) tuvo impacto en la segunda parte. Porque en la primera mitad pateó los córners el diestro Payero, pero luego lo hizo el zurdo Juan Ramírez y en el banco seguía estando Oscar Romero (otro zurdo).
El córner decisivo fue el tiro libre N° 7 del lado xeneize, contando los tiros de esquina y tiros libres frontales y laterales; también los laterales-centro. Los cuatro primeros los pateó Payero; en la segunda etapa se cambió el perfil, algo que había pedido en algún momento de la primera parte Ibarra desde el banco. Y ahí entró en juego Ramírez.
Muchas veces los “detalles” cuentan y terminan definiendo partidos. Nicolás De la Cruz era quien tomaba el primer palo del arco de Armani. El volante uruguayo salió de la zona cuando ejecutó el centro Ramírez y luego el cabezazo de Benedetto terminó ingresando por ese sector. Por lo general, quienes salen de ese lugar para luego no habilitar a un adversario lo hacen en una “segunda jugada”, no de arranque, por más que (en este caso) no había riesgo de gol olímpico porque pateaba un zurdo desde la izquierda, por lo que el envío iba a abrirse.
Tras la ventaja y el ingreso de Beltrán (doble 9 con Borja), Ibarra puso línea de 5: Advíncula, Figal, Zambrano, Rojo y Fabra; Pol Fernández, Varela y Medina; Benedetto y Briasco. El plan fue defender en el bloque bajo. Lo que hizo luego el entrenador local fue refrescar piernas: Vázquez por Benedetto y Molinas por Pol Fernández. El partido, con apenas dos situaciones de gol por lado, ya se había definido por arriba.
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