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Los pases de Guillermo "Pol" Fernández y Marcos Rojo, entre la realidad y el morbo que generan Boca y River
Boca y River compiten en todo. No lo pueden (y no lo desean) evitar. Se retroalimentan desde lo tangible hasta el marketing, por los éxitos en los torneos locales, por las copas internacionales, en lo dialéctico desde sus referentes y por la calidad del juego. También, por los golpes de efecto en el mercado de pases y por los silencios que potencian el morbo cuando las versiones incluyen a futbolistas identificados con el clásico club rival, como Guillermo "Pol" Fernández, o están supuestamente a un paso de firmar con el otro, como Marcos Rojo.
La paradoja de la competencia en este tramo de descanso, a la espera del inicio de la pretemporada, es que en un país empobrecido y en entidades a las que no les sobran recursos económicos, los jugadores que están en la vidriera son caros para los costos locales y han jugado muy poco en el último año. Fernández, una de las piezas claves de Boca para ganar la Superliga 2019/2020, fue titular sólo en cuatro encuentros (e ingresó un puñado de minutos en dos) desde la reanudación del fútbol en septiembre, tras seis meses sin partidos en la Argentina por la pandemia. A los 29 años, en noviembre pasó de indiscutido a relegado por su situación contractual, dio un portazo y se fue.
"Una vez finalizado mi contrato con Boca no voy a continuar mi carrera en el país. Cruz Azul es dueño de mi pase, por lo tanto, una vez que finalice mi contrato voy a regresar a México para poder resolver mi futuro. Quiero agradecerles a los hinchas y a mis compañeros por el apoyo y el cariño que me brindaron a lo largo de este año", escribió Pol el mes pasado, semanas después de decidir que no continuaría y trascender un presunto interés de River. Cuando se lo volvía a vincular como posible refuerzo de los millonarios, con parte de su familia alimentando esa idea, volvió a salir al cruce para agradecer a los de Núñez, a San Lorenzo y a Racing por el interés.
Previamente, su hermano Tati posteó en Instagram una foto de ellos dos cuando eran muy chicos. Ambos tienen trofeos en sus manos y la camiseta de... River. Las redes sociales dejan metamensajes. Casi en simultáneo, en ESPN, se comentó que una persona muy cercana a Marcelo Gallardo habló con el padre y éste le dijo que su hijo se muere por jugar con la camiseta de River, pero que tenían que hacer un esfuerzo. Desde Núñez, ni una palabra oficial del tema, siquiera para desmentir al papá y representante si fuera que está postulando a Pol e intentando descomprimir esa asociación que tiene con Boca, donde hizo las inferiores, se inició y volvió al inicio del ciclo de Miguel Russo.
Aunque Pol haya asegurado que seguirá en Cruz Azul, medios mexicanos sostienen que el jugador está negociando su salida y que el club no quiere volver a ejecutar un préstamo, salvo que eso incluya la obligación de compra. En la entidad azteca pretenden hacer caja y piden cuatro millones de dólares. "En River no hay un peso. Cualquier incorporación que quieran hacer, tendría que vender a una figura", dicen los que caminan los pasillos allí día a día. Una posibilidad es la salida de Gonzalo Montiel, siempre mirado con ojos embelesados desde Europa, y la otra, la de Ignacio Fernández. Si se fuera Nacho, Pol encajaba en ese casillero y tal vez por eso se apostaba por el silencio, aunque el morbo camine por la cornisa.
En el caso de Rojo, River aparece como el dedo en la llaga cuando ya se lo vinculaba a Boca como si el pase desde Manchester United a la entidad de la Ribera fuera cuestión de horas. Con pasado mundialista en la selección argentina, un vínculo fugaz con Estudiantes de La Plata en 2020 y sin continuidad en el equipo inglés, el defensor habría recibido una propuesta por parte de la comisión directiva del xeneize con un contrato por tres años. A dos meses de cumplir 31 años, jugó sólo dos partidos en los últimos 14 meses, contando el único en el Pincha, donde un desgarro y la pandemia lo alejaron, y apenas 15 veces ingresó a la cancha desde 2019 para un juego oficial.
Ante el silencio de las partes, todas las versiones que salen a la luz toman fuerza. Algunos juran que Gallardo lo llamó a Marcos para decirle que le abre las puertas. Otros, con más experiencia en los entretelones, no imaginan al Muñeco tomando el teléfono y van más allá: creen que al DT no le convence el perfil de Rojo fuera de la cancha ni que haya jugado tan poco en los últimos cuatro años y consideran que quienes rodean al jugador podrían estar presionando a Boca poniendo en el tablero esos trascendidos. Pero claro, en River no parece incomodarlos el morbo de que sufran en Boca. Tampoco, dejar la puerta entreabierta, ante la incertidumbre de lo que ocurrirá con sus piezas claves si llegan ofertas, mayormente irresistibles.
Lo que sí se sabe es que Rojo todavía no resolvió cómo ejecutar su salida de Manchester United, al que lo une un contrato hasta junio próximo. Su representante, el inglés Kristian Bereit, propuso acelerar la salida y resignar la última parte del vínculo. Para el club, que ya no lo tiene más en cuenta para su primer equipo, la respuesta puede estar recién al cerrarse el libro de pases, el lunes que viene. Marcos volvió a la Argentina para pasar las fiestas y, con permiso, no regresó a Manchester y se entrena con un preparador físico. En silencio, como Boca y River, para que el fútbol no pierda su lado perverso en pleno mercado de pases.
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