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Boca - River: del penal de Roma al último con ambas hinchadas, seis superclásicos que quedaron en la historia
En años terminados en 2 se dieron cruces muy recordados; un repaso de los más destacados
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Hay Superclásicos que, por algún motivo particular, quedaron grabados a fuego en la memoria de todos. Acontecimientos únicos, goles eternos y contextos irrepetibles los elevan a ese pedestal dentro de la rica historia de los Boca-River.
Y en esta previa rumbo a la nueva edición del próximo domingo, desde las 17 en la Bombonera, se da algo curioso: al menos en las últimas seis décadas, cada vez que el año finalizó con un número 2 hubo un partido entre los eternos rivales que se destacó especialmente. Es en ese viaje por el tiempo que LA NACION rescata las siguientes historias.
Penal eterno
Ocurrió hace 60 años. El 9 de diciembre de 1962, Boca recibía a River. Los clásicos rivales llegaron a la penúltima fecha del campeonato de primera con 39 puntos. Quien ganase quedaría a un paso del título. El Xeneize se puso rápido en ventaja, gracias a un penal convertido por el brasileño Paulo Valentim.
Todo era fiesta xeneize. Pero a cuatro minutos del final se dio el momento eterno. “Artime intentó una palomita, cayó en el área y el árbitro cobró penal. Delem agarró la pelota. Yo estaba tranquilo, pero el estadio se paralizó. No se escuchaba ni el vuelo de una mosca”, le contó a LA NACION Antonio Roma, ya fallecido, en una entrevista realizada debajo de ese mismo arco de la Bombonera, medio siglo más tarde.
Con una memoria sorprendente, Tarzán Roma detalló entonces: “Cuando vi que Delem se acomodó de diestro, decidí tirarme para la derecha. Cuando atajé la pelota, la cancha se cayó a pedazos. Antes no había plateas, así que habría 60.000 personas, todas enloquecidas. Yo me quedé dentro del arco, me agarré de la red y ahí me quedé, porque el partido no había terminado. Después sí, cuando terminó, fue una fiesta”.
Acerca de la polémica sobre si se adelantó o no para desviar el remate, uno de los grandes arqueros que tuvo Boca en su historia, afirmó en 2012: “Muchos dicen que me adelanté, pero es mentira. Lo que pasa es que la pelota me había pasado, el cuerpo barrió, por la tirada, y las piernas llegaron a la puerta del área chica. Pero la pelota la agarré bien atrás. La gente de River fue a reclamar, y el árbitro Nai Foino les dijo: ‘Penal bien pateado es gol. A otra cosa’”.
La salida del ídolo fue difícil. Con el triunfo consumado, Roma recién pudo irse de la Bombonera a las 21. No lo hizo con normalidad, sino escondido dentro de un camión y tapado con una lona. La calle era una fiesta. Pitos, bocinas, disfraces, cornetas... El broche de oro a semejante fiesta se dio una semana más tarde, cuando el Xeneize goleó 4 a 0 a Estudiantes y dio la vuelta olímpica.
El mejor de la historia
Sucedió hace casi 50 años, el domingo 15 de octubre de 1972. por goles y por emociones, el partido de la1ª fecha del interzonal del Campeonato Nacional se ganó su espacio dentro del baúl de los recuerdos como el mejor superclásico de todos los tiempos.
Se jugó en el estadio de Vélez. Lo ganaba River 2-0 antes de los 10 minutos; Perico Pérez le atajó un penal al Chapa Rubén Suñé, pero igualmente Boca lo dio vuelta y pasó a ganar 4-2; River lo empató y, en el último minuto, el Puma Carlos Morete empujó un centro a la red y les dio a los millonarios una de esas victorias de esas que se guardan para siempre en las retinas y en el corazón.
Cuatro décadas después, Morete compartió esos recuerdos con LA NACION. “Cuando uno está encasillado como goleador sabe que, si no hace goles, a los 15 o 20 minutos del segundo tiempo, es el primer cambio. Me acuerdo que entonces, Néstor Scotta estaba haciendo el calentamiento. Y yo pensé que me sacaban. Pero no. Seguí en la cancha, empaté el partido 4 a 4; se hizo el cambio, pero no por mí, y sobre el final metí el quinto. Si yo salía, no metía ni el cuarto, ni el quinto y andá a saber qué pasaba”.
Sobre el encuentro, describió entonces: “Fue un partido que se salió a jugar como todo clásico, pero hubo 12 o 13 situaciones de gol para cada uno, y 9 goles. Incluso, Boca erró un penal. Eso no sólo es infrecuente en un clásico, sino en cualquier partido. Pero cuando los delanteros andan derechos, se dan esas cosas. Fue una situación tan emotiva que es muy difícil que se pueda repetir”.
Goleada a domicilio
Son 40 años los años que pasaron de la tarde del 7 de marzo de 1982. Ese día se dio una de las mayores goleadas de la historia de los Superclásicos. Boca le ganó 5 a 1 a River, y nada menos que en el Monumental.
Por problemas institucionales y una crisis con el plantel profesional, el Millonario presentó un equipo alternativo que formó con: Montes; Savarese, Carlos Russo, Coccimano y Jorge García; Pedro Vega, Giúdice y Messina; Jorge Alberto Tévez, Alegre y Randazzo. A pesar de eso, el local empezó mejor y se puso rápido en ventaja con un gol de Tévez, a los 4´ del primer tiempo.
Boca lo dio vuelta antes del entretiempo con goles de Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca, y en la segunda parte lo liquidó, con dos tantos de Carlos Córdoba y otro del Tigre.
La gente, el color de las tribunas, las emociones del partido y la sensación de presenciar en vivo la mayor goleada del profesionalismo entre un equipo y otro no es algo que se olviden los hinchas de Boca que asistieron esa tarde de marzo al Monumental.
Manteca Martínez, Comizzo y un penal por radio
Pasaron 30 años del 11 de octubre de 1992. En busca de quebrar una racha inédita de 11 temporadas sin dar una vuelta olímpica en el ámbito local, Boca recibió a River en una Bombonera repleta y efervescente. Incluso, hasta con Diego Maradona, su esposa Claudia y el actor Carlos Calvo en la tribuna de socios.
El partido fue parejo. Muy entretenido. Hasta que llegó la apertura del marcador. A los 3 minutos del complemento, un tiro libre desde el costado derecho de la medialuna del área fue ejecutado por José Luis Villarreal. El remate se desvió en la barrera y el uruguayo Sergio Martínez capturó el balón cerca del punto penal para enviarla al fondo de la red, antes de quitarse la camiseta y treparse bien alto en el alambrado.
Hubo más emociones. Porque el árbitro, Juan Carlos Loustau cobró, a los 22 minutos, un penal por falta de Giuntini contra Ortega, que había ingresado en el complemento por Ramón Díaz. La falta sobre el Burrito se había cometido casi un metro fuera del área. Otro Díaz, Hernán, tomó la pelota para empatar el partido.
Fue entonces cuando la atención cambió de área. Porque a Ángel Comizzo, que veía el desenlace desde su área, le arrojaron desde la popular local una radio portátil amarilla, que por aquella época eran muy comunes.
Divertido, la tomó y decidió ponerse de espaldas a la acción y escuchar el remate ¡por radio! Seguramente su objetivo era celebrar el 1 a 1 de frente a los hinchas de Boca. Pero Navarro Montoya voló hacia su derecha, evitó el empate y dejó a Comizzo con las ganas.
“Se dio. No fue pensado, ni preparado, siempre me preguntan mis amigos, pero ya pasó”, le contó el exarquero a LA NACION hace unos años. Incluso, en una entrevista con la revista El Gráfico, agregó: “No puse ninguna radio. Al estar en el campo de juego, el audio se empalmó con el de la televisión y lo escuché con el relato de Marcelo Araujo”.
El partido terminó 1 a 0, Boca le sacó una ventaja decisiva a su clásico rival y a fin de diciembre se coronó campeón, para cortar la mala racha sin títulos locales.
La vaselina de Rojas
Hace 20 años, el 10 de marzo de 2002, River le puso punto final a 8 años sin poder derrotar a Boca en la Bombonera. Y lo hizo de una manera contundente, en un partido válido por la sexta fecha del torneo Clausura.
Con más de 10.000 hinchas visitantes, el equipo dirigido por Ramón Díaz edificó una goleada muy celebrada en las gradas que dan al Riachuelo: 3 a 0, en una tarde lluviosa. Curiosamente, el mismo resultado de la última vez que los de Núñez habían podido ganar en ese escenario.
Esteban Cambiasso abrió el marcador a los 26′ del primer tiempo. Y Eduardo Coudet amplió la ventaja cinco minutos antes del descanso, después de una gran jugada colectiva. Ese gol fue un mazazo para el conjunto xeneize. Pero faltaba la frutilla del postre. Que quedó en los pies del misionero Ricardo Rojas.
Cuando al tiempo reglamentario le quedaban dos minutos, el defensor tomó la pelota sobre el lateral izquierdo y encaró. Ya en la mitad del campo jugó con Andrés D’ Alessandro y fue a buscar la descarga, que llegó por arriba de parte de Ariel Ortega.
Rojas enfrentó a un desesperado defensor xeneize que nada pudo hacer, y desde afuera del área se la picó a Roberto Abbondanzieri, que quedó a mitad de camino. Como dicen en España, de vaselina. Finalmente, la fiesta de River fue completa porque se coronó campeón del Clausura 2002 y sumó un título más a sus vitrinas.
Consultado por LA NACION una década más tarde, Rojas recordó: “Fue un grato momento de mi carrera profesional. Pasó rápido el tiempo… Fue muy importante para mí y una alegría muy grande en aquel momento para ese equipo. Encima nunca me caractericé por tener gol. Hasta el día de hoy, cada vez que me cruzo un hincha de River o Boca me lo recuerdan. Unos me agradecen y otros se acuerdan de toda mi familia, ja”.
Primero y último
Sucedió hace 10 años, el 28 de octubre de 2012. Y fue el primero y el último. El primer Superclásico después del regreso de River a primera división. Y el último con público visitante, al menos por torneos locales.
El equipo Millonario sacó una rápida ventaja gracias a un lejano tiro libre de Leonardo Ponzio que al minuto de juego sorprendió a Agustín Orion.
Con el 1 a 0, River se paró de contragolpe y aprovechó los espacios que le dejaba Boca, en sus intentos por empatarlo. Así fue como Rodrigo Mora cerró con el 2 a 0 una muy buena jugada colectiva iniciada por David Trezeguet, cuando se jugaban 25 minutos de la segunda etapa.
Parecía cosa juzgada. River lo tenía todo bajo control. Pero no. Porque a los 31, Leandro González Pirez cometió un penal innecesario sobre Lautaro Acosta que Santiago Silva cambió por gol.
El descuento envalentonó al Xeneize y llenó de dudas al equipo conducido por Matías Almeyda. Tanto fue así, que en uno de los intentos agónicos y desesperados cayó una pelota en el área local y Walter Erviti la mandó al fondo de la red para decretar el 2 a 2.
El resultado no le sirvió a ninguno, porque Boca quedó lejos en la lucha por el título y River no pudo darse un gusto grande ante su público, en un año que había comenzado en el Nacional B.
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