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Boca no pudo quebrar la muralla de Chicago, igualó 0 a 0 y es líder con San Lorenzo y Central
El equipo del Vasco generó al menos cinco situaciones claras para abrir el marcador, pero se topó con una soberbia actuación del arquero del Torito, Alejandro Sanchez
Algunos errores puede dejar marcas. De las buenas y de las otras. Pero sin duda que equivocarse tan radicalmente no es indiferente para nadie. Detrás de toda mala determinación se deben sacar conclusiones. Boca deberá tomarse el tiempo para analizar lo que le sucedió en su casa. Porque cuando se suponía que la Bombonera se iba a convertir en un escenario perfecto para ver brillar a sus artistas, todo resultó diferente. Se transformó en una galería de nervios y de confusión en la que sobrevolaron viejos fantasmas. Chicago, el último del campeonato, que no parecía, por jerarquía y por su andar en el torneo, un rival equivalente, le dejó un sabor amargo, porque el conjunto de Mataderos dejó la piel en el campo y dejó sin brillo al xeneize de los flashes. Ese equipo que se pavoneaba por sus goles, dejó en el aire varias sensaciones extrañas: suficiencia, apatía, tensión y falta de lucidez en los momentos críticos.
Resultó un juego en el que cada parte tomó determinaciones que no ayudaron a permitir que Boca extendiese su racha de triunfos como local (había ganado cuatro por el torneo y dos por la Copa), aunque sí se mantiene en la cima, pero no en soledad como pretendía. La elección de Arruabarrena de usar a Meli como volante central, obligado por las lesiones de Erbes y de Cubas, le quitaron al propio Meli la posibilidad de romper líneas con su actitud eléctrica y lo encerraron en un sector del campo en donde se lo vio incómodo. También el DT entendió que en el ataque era necesario que Pavón y Carrizo hicieran ancho el ataque, lo que le quitó sorpresa a sus laterales y hasta se los vio chocar a Peruzzi y a Colazo con sus compañeros cuando intentaban proyectarse.
Dentro de ese contexto se advirtió cierto aire de excesiva confianza en Boca. Es que tener enfrente al último del torneo, al equipo que no ganó en el torneo y al rival al que todos le habían marcado goles, pareció marear a los xeneizes. Incluso, el arranque explosivo de Boca con dos o tres insinuaciones peligrosas pareció hacerles creer que la empresa era fácil de abordar. Sin embargo, el equipo de Mataderos, después de que superó el arranque intenso de Boca, fue tejiendo una telaraña en la que quedó atrapado su rival.
Sin pretender hacer más de lo que sus posibilidades le permitía, Chicago comprendió que debía dejar que el local se sumiera en la desesperación por no poder quebrarlo. Con la tarea de Lemos y Vera como volantes centrales, dejó sin incidencia a Pablo Pérez y a Lodeiro; con el despliegue de Puch, Balduciel y Pablo Ruiz, se encargó de generar dos situaciones muy claras; y con el arquero Alejandro Sánchez logró que la impotencia y la desesperación se fueran apoderando de los delanteros de Boca.
Con esta modesta fórmula, este equipo de Mataderos que no tuvo complejos en mostrar que su objetivo era no ser goleado, le envió un mensaje contundente a los próximo rivales de Boca: con orden y una alta contracción defensiva se lo puede nublar al estridente equipo de Daniel Osvaldo y compañía. Casi un síntoma que lo aquejó al xeneize en el semestre anterior y que, por ejemplo, en la semifinal de la Sudamericana ante River, lo dejó afuera de la Copa.
Todo el juego será una buena lección para Boca, porque en la segunda parte, las determinaciones de Arruabarrena, quien reconoció que les costó leer bien el partido, le dieron más desorden y le quitaron claridad a los intentos por tratar de ganar. El DT acumuló piezas de ataque, superpuso funciones, hizo más ancha la cancha aún y terminó por enviar centros frontales una tarea simple para los defensores de Chicago.
Chávez, en un acto desesperado, pudo darle a Boca el éxito, pero chocó contra las manos de Sánchez. Y esa acción, como un tiro libre de Lodeiro que terminó en un contraataque de Chicago que tapó Sara, fueron una síntesis perfecta de lo que ofreció el conjunto xeneize, al que le costó advertir que no puede ganar siempre sin esfuerzo. Algunas veces debe ser más inteligente que vistoso.
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