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Boca no necesitó de Edinson Cavani: cuando iba por la cornisa lo salvaron las manos de Chiquito Romero y la clase de Valentín Barco
En la noche del debut del uruguayo, que acusó falta de ritmo, el equipo de Almirón se clasificó en la definición por penales; espera por el ganador de la serie Racing-Nacional (Medellín)
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Los penales, ese muro contra el que Boca había chocado en los octavos de final en las últimas dos copas Libertadores, esta vez fueron el atajo para aterrizar en los cuartos de final, en los que espera al ganador de la serie entre Racing y Nacional, de Medellín.
Sergio “Chiquito” Romero volvió a estar a la altura de su fama de atajador de penales. Empezó a forjarla en el seleccionado y la refrendó en Boca, equipo en el que hasta este miércoles había contenido cuatro de siete. Sumó otros dos, decisivos, los de Juan Ramírez y Daniel Bocanegra, para que Boca ganara por 4-2 la serie tras el 2-2 ante Nacional, de Uruguay, en el tiempo regular, en el que el equipo dirigido por Jorge Almirón reunió argumentos como para evitar la cornisa de los penales en La Bombonera.
Lo previo al desquite fue dominado por el debut de Edinson Cavani, el séptimo entre los máximos goleadores en actividad en el mundo. El fútbol es respetuoso de trayectorias y pergaminos, pero la cancha es la que marca la actualidad. Y sobre el césped de la Bombonera se vio a un delantero que acusó los dos meses y medio sin un partido oficial en Valencia y la necesidad de sumar más de una semana de entrenamientos con sus nuevos compañeros.
En algunos movimientos se adivinó al gran delantero que pasó por Europa, pero en las dos chances que le quedaron para definir no disimuló el óxido que todavía tiene la máquina. No fue el implacable goleador que tuvieron Napoli y Paris Saint-Germain. Será cuestión de tiempo y paciencia para que aparezca, considerando que a los 36 años los plazos, y más en un club como Boca, son más perentorios. Lo más lógico fue que lo reemplazaran a los 25 minutos del segundo tiempo.
Fue un Boca muy diferente al que se tapó defensivamente hasta las narices en Montevideo. Desde los cambios que introdujo Almirón, rompiendo el doble pivote defensivo (Jorman Campuzano-Alan Varela) para sumar un delantero (Cavani), el equipo fue más propositivo, tuvo otro despliegue ofensivo, pero también fue más concesivo en defensa, dejó espacios en el repliegue.
La mayor ambición no tardó en encontrar recompensa. Valentín Barco, como interior izquierdo ofensivo, limpiaba camino con su zurda. Tras una pared, citó a Cavani con el gol, pero la definición del nuevo refuerzo salió desviada. Un par de minutos después, Barco divisó una proyección de Luis Advíncula, que mandó un centro para un cabezazo goleador de Miguel Merentiel, un delantero sin tanto cartel ni purpurina, pero con una alta eficacia. Fue su noveno tanto con la camiseta xeneize, el primero por la Libertadores. Boca también desterraba una prolongada sequía en los playoffs de la Copa: acumulaba seis cotejos sin marcar, desde un gol de penal de Sebastián Villa a Racing en los cuartos de final de 2020.
Lo más destacado de Boca 2 (4) vs. Nacional 2 (2)
Apenas habían pasado 10 minutos y Boca parecía tener allanado el camino, pero pronto empezó a tropezar, quizá por un exceso de confianza y también por falta de lectura para corregir los desacoples. Nacional pasó de supuesto partenaire a protagonista princpipal. Tras una conducción de Diego Zabala sin que nadie saliera a cortarlo, llegaron un centro de Gabriel Báez y un cabezazo de Alfonso Trezza, que aprovechó la debilidad de Frank Fabra en los cierres.
Sorpresa, 1-1 y a empezar de vuelta para Boca. Y no fue un único hecho llamativo, porque Nacional se mostró colectivamente mejor ensamblado que su rival, sin necesidad de tener más la pelota. Boca pasó a atacar sin criterio ni sorpresa (extrañaba una mayor participación de Cristian Medina), con el riesgo de que quedaba descompensado para cortar los contraataques de Nacional. Bruno Damiani y Zabala estuvieron cerca del segundo gol. En la Bombonera se empezaba a respirar cierta intranquilidad porque en el ida y vuelta no se evitaba el sufrimiento. Recién en el cierre del primer período Boca consiguió armar una jugada con posibilidades en el área. Almirón charlaba constantemente con su ayudante Maxi Velázquez en el banco; había bastante que ajustar y corregir para la segunda etapa.
Preocupado por el andamiaje defensivo, el director técnico reemplazó al inseguro Nicolás Figal por Bruno Valdez para la mitad final. Y nuevamente fue Barco el que rompió el tablero, con una conducción y un cambio de ritmo para asistir ante una proyección de Fabra; Nacional se complicó con un despeje corto, que le dejó la pelota a Advíncula, certero para cruzar un toque de zurda. Un mérito de Boca: llegó con sus dos laterales. Y una gran contribución del peruano Advíncula: tercer gol en la Libertadores, tan valioso como el que le hizo a Deportivo Pereira en la rueda de grupos.
Boca quedaba otra vez con viento de cola, en un partido que se calentó durante un par de minutos por una reacción de varios jugadores de Nacional contra Barco por un pase que hizo mientras miraba hacia otro lado.
En ventaja, el local se ordenó mejor, ya no pasó tantas zozobras. Ingresó Marcelo Weigandt por Merentiel para que el equipo quedara con un esquema 4-4-1-1. Boca le quitó a Nacional los espacios que había tenido en el primer tiempo y replicó con ataques filosos. El debut de Cavani no fue ideal porque se le fue desviada la pelota junto a un poste una definición casi debajo del arco. El goleador contrastado en el nivel mundial dejaba al descubierto la inactividad que había arrastrado en los últimos meses.
Boca transitaba sus mejores pasajes en el partido. Firme y dominante, sin embargo desperdició tres ocasiones que lamentaría. En una llegada aislada, Nacional empató luego de un centro de Leandro Lozano –otra vez a la espalda de Fabra–, un rechazo corto de Romero y un toque de Ramírez.
Baldazo de agua fría en la Bombonera. Ya había entrado Darío Benedetto por un Cavani aún sin el ritmo necesario, y Nicolás Valentini, una de las columnas en Montevideo, sumaba energía atrás en lugar del reaparecido Marcos Rojo.
Boca se rearmó ofensivamente y tuvo oportunidades de conseguir el tercer gol. El reloj y la ansiedad le restaron precisión para marcar la diferencia que merecía. Tocaba sufrir con los penales. Y también explotar de euforia con la clase serena de Barco en el último remate.
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