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Boca no jugó como campeón en la final de la Copa Libertadores: ¿cómo puede ser recordado este equipo de Jorge Almirón?
Al Xeneize siempre le faltó algo para terminar de dar el salto de calidad en el juego
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El cambio de Bruno Valdez por Figal fue un manotazo de ahogado del entrenador sobre el final. Quizás buscó un mayor poder aéreo, en un momento desesperado en el que Boca sólo tiraba centros. Más allá del dolor por la eliminación, el ciclo de Jorge Almirón fue un conjunto de buenas intenciones pero que no terminaron de afianzarse para construir a un campeón. En el balance, un equipo desesperado, con poca claridad global.
Porque tuvo chispazos de buen juego ofensivo, pero siempre le faltó algo: si no era una defensa más consistente, era un mayor juego colectivo en la mitad de la cancha o un problema de fondo, con los delanteros en crisis porque les costaba tener situaciones de gol y dependían demasiado de su desequilibrio individual. Y en esa trampa cayeron Cavani, Merentiel, Benedetto, Langoni, Janson y Briasco.
Si bien son dos entrenadores que suelen modificar los planes tácticos y sorprender al rival, ayer no se vio eso en el Maracaná. Almirón y Diniz salieron a jugar tal cual lo esperado. En el primer tiempo quizás sí sorprendió que Boca tenga tan poco la pelota. En el global fue del 31,5%, pero llegó a tenerla en los primeros 20 minutos por debajo del 20% (18,5). Es cierto que eso, de por sí, no es sinónimo de jugar bien o mal, pero cuando un equipo tiene tan poco la pelota, está obligado a tener una eficacia en pases y definiciones altísima para convertir.
Y eso no pasó, porque Cavani siempre apareció en el lugar equivocado de cada ataque, pivoteó un gran pase filtrado de Barco que lo dejaba de cara al gol en lugar de intentar rematar con zurda; otro toque del volante zurdo terminó en un contraataque de Merentiel pero su remate desde afuera del área fue a las manos del arquero.
Lo mejor del partido
Fluminense, dentro del esquema habitual 4-2-3-1, desequilibró con una gran jugada colectiva en la que le sacó ventaja a Boca con lo que su rival no tuvo: precisión en velocidad. Así, de un pelotazo largo y anunciado de Felipe Melo para Keno, llegó el desborde y centro atrás a velocidad luz para la media vuelta de Cano. En esa acción, el equipo de Almirón defendió en superioridad numérica pero los gestos técnicos del conjunto brasileño fueron tan precisos que hizo nulos los esfuerzos xeneizes.
¿Qué le faltó a Boca? Agresividad ofensiva (y también defensiva) en la mitad de la cancha. Pol Fernández apenas tocó 19 pelotas (15 pases), demasiado poco para un volante central de un finalista de la Copa Libertadores. André tocó 41 (35 pases) y los dos recuperaron una sola pelota. Barco fue el más participativo y el que más se involucró en el ataque, pero lo de Equi Fernández y Medina fue pobre en determinación y capacidad de desequilibrio.
Almirón no hizo cambios para el segundo tiempo, aunque el que modificó su postura fue Fluminense: le cedió terreno a Boca y buscó contragolpear. Y en la primera acción en la que pudieron hilvanar pases entre ellos Pol Fernández, Barco y Equi Fernández, Advíncula generó una chance con un zurdazo a la parte externa de la red. Era el aviso que la “derecha” de Boca estaba más picante que la “izquierda” de Fluminense.
Desde ese lugar Advíncula anotó el golazo del 1-1 con ese zurdazo desde afuera del área que ya hizo característico en su estadía en Boca. La modificación que hizo Almirón no fue de sistema (4-4-2), pero sí más arriesgada: Luca Langoni –que rinde mejor de segundo delantero por adentro- apareció de volante por la derecha (como había practicado en la semana), Equi y Pol Fernández en el centro y Cristian Medina corrido a la banda opuesta de donde arrancó, sobre la izquierda, donde jugó mal contra Nacional. Merentiel (una bestia que nunca paró de correr) y Benedetto arriba. Saliero n Barco y Cavani.
La presencia a Boca se la dio el retroceso de Fluminense. Y eso le posibilitó al Xeneize probar con remates desde media y larga distancia como los de Taborda, Benedetto, Merentiel, Equi Fernández y hasta el propio Figal. Pero los argumentos ofensivos fueron pocos, la mayoría de los duelos individuales ofensivos no los ganó y la jerarquía rival fue más decisiva.
¿Y en lo global? El técnico tardó más de 35 partidos en poder encontrar el equipo, un sistema y nombres que le empezó a dar continuidad, pero ese equipo –incluso mostrando cosas positivas- nunca terminó de despegar con fuerza. El salto tampoco lo dio en la final, hasta repitió gestos poco inteligentes, como la expulsión de Fabra. Almirón tiene contrato hasta diciembre y, tranquilamente, Riquelme puede tener argumentos para renovarle el vínculo para 2024. Ahora bien: si no lo hace, ¿cómo sería recordado su Boca más allá de los penales atajados por Chiquito Romero y la eficacia de sus ejecutantes? Un equipo con puntos suspensivos y reacciones desesperadas que se quedó a mitad de camino, entre lo que quiso ser y no pudo.
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