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Boca: las mil caras de un equipo que sigue buscando su identidad futbolística
El equipo de la Ribera atraviesa un proceso de transición, en el cual se le dificulta enfrentar a rivales más armados
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Boca atraviesa una etapa de transición. De construcción de una identidad y de un equipo, que se afiance y sea confiable. Durante ese proceso debe acostumbrarse, y acostumbrar al ojo externo, a convivir con varias versiones. Con mil caras. Incluso, durante un mismo partido.
Pero, al mismo tiempo, debe estar convencido del rumbo que tomar y sostenerlo contra viento y marea. Si cada proceso empieza y termina a fin de año y absolutamente todo está atado a los resultados, el período de transición ingresará en un eterno loop: entusiasmo, buenos resultados que generan ilusión, tropiezos, dudas, destitución, nuevo DT. Ya ocurrió con Gustavo Alfaro y continuó con Miguel Ángel Russo. El interinato de Sebastián Battaglia será evaluado antes de que se cambie el calendario. Para eso faltan apenas siete partidos.
Ante Argentinos, por la Copa Argentina, se vio a un Boca indeciso. Que primero fue a buscar el partido y luego se replegó y cedió el balón, el medio campo y la iniciativa de manera peligrosa. Solo la solidez de Agustín Rossi mantuvo la valla xeneize en cero, mientras que la efectividad de Luis Vázquez garantizó la clasificación a la final.
No es algo reciente ni nuevo. Desde que se reactivó el fútbol, en septiembre de 2020, el equipo ingresó en esta montaña rusa de emociones. Capaz de tocar fondo y exhibir la peor versión individual y colectiva en mucho tiempo en un partido clave (como fue el desquite con Santos en Brasil, por las semifinales de la Copa Libertadores que terminó con clara derrota 3 a 0). Y también ofrecer un concierto de fútbol en Liniers y aplastar al ordenado Vélez de Pellegrino por 7 a 1, casi con los mismos intérpretes y con menos de dos meses de diferencia.
Al mismo tiempo, aparece el club que apuesta por los jóvenes, se ilusiona con la exitosa fórmula MVA (Medina, Varela y Almendra) e incluso coquetea con la posibilidad de jugar la Copa Argentina con chicos del semillero. Pero que, a la primera de cambio, y cuando las urgencias les ganan a los procesos de consolidación, opta por los futbolistas más experimentados y pone en el césped del Monumental, por ejemplo, a Diego Pulpo González y Edwin Cardona.
También convive en Brandsen 805 el equipo de la “manta corta”. Que por necesidad vuelve a recurrir a jugadores como Sebastián Villa o el propio Cardona, con quienes hubo enojo por parte del Consejo de Fútbol liderado por Juan Román Riquelme. En esos casos, la dirigencia y el cuerpo técnico se hacen los distraídos con la falta de respeto y el fallido pataleo del primero para ser vendido al exterior, y la elección del segundo de vacacionar con su familia en lugar de definir la serie copera con Atlético Mineiro, ambos en julio pasado.
Hay otra cara más. Y es la de ponerse a la defensiva y sacar a relucir todo lo positivo desde lo estadístico ante cada traspié, sin ahondar mucho en las formas.
Si Boca juega muy mal y pierde contra Gimnasia en la Bombonera, allí aparece el equipo escudo, que esconde debajo de la alfombra todo lo negativo y enumera una y otra vez que el club fue campeón de la Copa Maradona y semifinalista de la Libertadores en enero, que también llegó a semifinales en la Copa de la Liga, que dejó dos veces en el camino a River en series mano a mano. Que “le ganó” al Mineiro los dos partidos de la serie de octavos de final de la Libertadores 2021 (le anularon mal dos goles, por intervención del VAR, pero finalmente fue eliminado por penales), que no pelea el Torneo 2021 por culpa de que lo hicieron jugar con juveniles ante Banfield y San Lorenzo (por el escándalo generado en el vestuario del Mineirao porque Raúl Cascini no toleró una burla, y que derivó en que el plantel quedara aislado 10 días a su regreso), y que está en la final de la Copa Argentina.
También es cierto que a Boca se lo examina con lupa y se le exige mucho más, incluso, que a la selección argentina. En Brandsen 805, y aún más en Ezeiza, en su sucursal Boca Predio, la caída de un alfiler genera el mismo cimbronazo que el de una manada de cebúes escapando del fuego en medio de la selva. En ese contexto, la imagen de Juan Román Riquelme quedará siempre expuesta a la crítica encarnizada cada vez que los resultados no acompañen.
El desgaste es grande. La cuestión política es un aspecto más a considerar. Todo lo que pregonó Jorge Ameal acerca de “erradicar la política del club” quedó en promesas de campaña. Hoy Boca está más politizado que nunca, con un oficialismo y una oposición muy marcados y en veredas bien opuestas de la política nacional. Las elecciones serán en diciembre de 2023, pero la lucha de intereses comenzó hace tiempo y todo será más complejo en ese sentido.
En medio de toda esa situación hay un cuerpo técnico liderado por Sebastián Battaglia y un plantel profesional que se nutre de jóvenes promesas. Ambos buscan seguir puliendo la mejor versión posible para un equipo, y un club, que sigue buscando su identidad futbolística.
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